Capítulo 51

Hola, hola atrevidas! jajajja me tentaron sus comentarios sobre el chupetón! PILLAS! :P ¿cómo les va? Espero esten teniendo un buen día! Besos a todas y les subo temprano que no vuelvo hasta las 10 por un examen, así que aprovecho!!!! ;) Sigan bien y nos leemos mañana!

Twitter: @Caparatodos

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«¿Confiar en él?» No se le ocurría ni una sola razón por la que debería confiar en él, pero ahí apoyada en la baranda por encima de la ciudad, mirando la altura desde la terraza descubrió que confiaba en él.

Capítulo 51:

—Está bien.

—Esa es mi chica —dijo él sonriendo ampliamente. Deslizó las manos hacia la parte inferior de la baranda descolgándose lentamente hasta que todo lo que pudo ver de él fueron sus grandes manos. Luego desaparecieron también, a continuación oyó un ruido pesado.

Lali miró hacia abajo, a la parte superior de su cabeza y él alzó la vista hacia ella.

—Tu turno —dijo él, levantando la voz lo justo para que lo oyera.

Respiró profundamente. Podía hacerlo. Podía pasar por la baranda que estaba a tres metros del suelo y dejarse caer confiando que aterrizaría en la terraza correcta. Sin problemas. Se pasó la correa de la cartera por encima de la cabeza y el hombro, y lo desplazó hacia atrás. Intentó no pensar que aquel salto podía ser mortal.

—Puedo hacerlo —susurró ella y levantó una pierna sobre la baranda—. Estoy tranquila. —Mantuvo al margen el pánico mientras pasaba la otra pierna sobre la baranda. Un ventarrón levantó su falda mientras se balanceaba en el borde de la terraza con los talones en el aire. La barra metálica estaba fría bajo sus manos.

—Eso es —la animó Peter desde abajo.

Sabía que era mejor no mirar por encima del hombro, pero no pudo evitarlo. Miró las luces de la ciudad debajo y se quedó helada.

—Dale, Lali. Tú puedes.

—¿Peter?

—Estoy justo debajo.

Ella cerró los ojos.

—Estoy asustada. No creo que pueda hacerlo.

—Claro que puedes. Eres la misma mujer que me atrapó en el parque. Puedes hacer cualquier cosa.

Ella abrió los ojos y miró abajo, hacia Peter, pero estaba oscuro; él quedaba oculto por las sombras y sólo alcanzó a ver su perfil gris.

—Agáchate un poco y agárrate a la barra de la parte inferior.

Lentamente hizo lo que él le decía, hasta que estuvo agachada en el borde con el trasero colgando sobre la ciudad. Nunca en su vida había estado tan asustada.

—Puedo hacerlo —susurró—. Estoy tranquila.

—Apúrate, antes de que te suden las manos.

No había pensado en manos sudorosas hasta ese momento.

—No puedo verte. ¿Me ves tú?

Su risa suave llegó hasta ella que seguía inclinada y aferrada a la baranda.

—Tengo una vista excelente de esa prenda blanca que tienes puesta.

En ese momento, que Juan Pedro Lanzani le mirara debajo de la falda, era el menor de sus problemas. Deslizó un pie fuera de la terraza.

—Dale, La —la animó desde abajo.

—¿Y si me caigo?

—Te agarraré. Te lo prometo, sólo tienes que dejarte caer antes de que oscurezca tanto que deje de verte la bombacha.

Lentamente, deslizó el otro pie fuera de la terraza y quedó completamente descolgada sobre el vacío oscuro.

—Peter —gritó ella mientras su pie daba contra algo sólido.

—¡Auchhh!

—¿Qué era eso?

—Mi cabeza.

—Ay, perdón. —Sus manos fuertes le agarraron los tobillos, luego se deslizaron por detrás de las pantorrillas hasta las rodillas.

—Te tengo.

—¿Estás seguro?

—Suéltate.

—¿Estás seguro?

—Sí, suéltate.

Ella inhaló profundamente y contó hasta tres, luego soltó la barra. Y cayó, deslizándose dentro del círculo de sus brazos. La apretó contra él y el vestido se le enrolló alrededor de la cintura mientras seguía bajando por su pecho. Peter deslizó las manos por sus piernas, sujetando los muslos desnudos. Lali miró hacia abajo, a su cara oscura a sólo un centímetro de la de ella.

—Lo hice.

—Lo sé.

—Tengo la falda enrollada en la cintura —dijo.

Sus dientes se vieron muy blancos cuando sonrió.

—También lo sé.

Con lentitud, la fue soltando hasta que sus pies tocaron el suelo. Las palmas de las manos de Peter se detuvieron en su trasero.

—No sólo eres guapa, además tienes un par de lo que hay que tener. Me gusta eso en una mujer.

Lali podía decir sinceramente que nunca ningún hombre había escogido aquellas palabras para halagarla. Normalmente eran fieles al halago común y hacían comentarios sobre sus ojos o sus piernas.

—Estabas muerta de miedo, pero saltaste de todas formas. —Sus cálidas manos le quemaron la piel a través de la ropa interior—. ¿Te acuerdas que anoche me dijiste que no te besara más?

—Me acuerdo.

—¿Querías decir en los labios?

—Por supuesto.

Él bajó la boca y le besó un lado de la garganta.

—Eso deja un montón de lugares muy interesantes —dijo, mientras le apretaba el trasero con las manos.

Lali abrió la boca, pero volvió a cerrarla. ¿Qué podía decir a eso?

—¿Quieres que los encuentre ahora o más tarde?

—Esto... Probablemente sea mejor más tarde. —Tiró de la falda, pero Peter tenía atrapada la tela contra su espalda.

—¿Estás segura? — preguntó. Su voz era baja y ronca.

En absoluto. Estaba en la calle, con el culo al aire y sin estar completamente segura de no querer estar exactamente allí. Envuelta en la oscuridad, aprisionada contra el pecho de Peter.

—Sí.

Él bajo el vestido y lo alisó sobre la curva de su trasero.

—Avísame cuando lo estés, ¿dale?

—Lo haré. —Se alejó de la tentación de su voz y del calor de su abrazo—. ¿Cómo está tu cabeza?

—Viviré.

Giró y comenzó a subir los escalones. Ella miró alrededor, él le agarró la mano y la hizo subir detrás de él. Subieron tres escalones más y todo resultó muy fácil.

Continuará…