Capítulo 58

Hola!!!! ¿Cómo están? Espero que todo bien!!! Y hayan disfrutado el finde! Las que están de vacas síganla pasando bomba y las que no daleee que seguro dentro de poco les llega ;) Gracias por sus comentarios y las risas que me sacan! Ayer entre el cetáceo de Lore :P y los tws de un trio (Keny, Jor y Yai) no me pude reir más! Maten a Peter con ganas, que se lo merece por calentar el agua y no tomar el mate! Hasta mañana, chicas!!! Besos

Twitter: @Caparatodos

____________________________________________________

Ying y yang.

Oscuridad y luz. Positivo y negativo. Dos opuestos que se complementaban para hacer un todo perfecto.

Lali temía haberse enamorado del detective Juan Pedro Lanzani.

Capítulo 58:

El sol de media mañana que se filtraba por las ventanas de la comisaría iluminaba el escritorio de Peter. Él observó el papel que tenía delante y sin entusiasmo firmó el informe en el que pedía una orden de registro. Se lo pasó al jefe Vázquez y dejó el lapicero sobre el escritorio.

—Parece que está bien —dijo el jefe, mientras observaba el informe.

Peter cruzó las manos detrás de la cabeza y estiró las piernas. Llevaba allí tres horas sentado discutiendo el caso Arredondo con los demás detectives. Les había informado previamente de lo que había visto en la casa de Ignacio comenzando por las antigüedades robadas de la habitación de invitados, continuando con el ajedrez de marfil y finalizando con los espejos del dormitorio. Había pensado que a esas alturas Ignacio ya estaría detenido y estaba tremendamente decepcionado.

—Lástima que no podamos arrestarlo hoy.

—Ese es tu problema, Lanzani, eres demasiado impaciente. —Vázquez miró el reloj y colocó el informe sobre el escritorio de Peter—. Quieres que todo se solucione en una hora, como en una de esas series policíacas.

La impaciencia no era el problema de Peter. Bueno, puede que un poco, pero tenía sus razones para querer que el caso se resolviera cuanto antes y no tenían nada que ver con la paciencia, sino con cierta colaboradora petisa.

El jefe encogió los hombros bajo el saco y enderezó la corbata.

—Lo hiciste bien. Conseguiremos una orden judicial para registrar la casa de Pérez e interceptar el teléfono. Lo atraparemos —le dijo, y salió del lugar.

Nicolás Vázquez nunca dejaría de ir a misa. No importaba dónde estuviera o lo que hiciera en ese momento. Peter se preguntaba a quién le tenía más miedo si a Dios o a su esposa.

Estiró los brazos por encima de la cabeza y miró nuevamente el informe. Había sido muy minucioso en la redacción del documento, había aprendido hacía mucho tiempo que los abogados defensores buscaban frases ambiguas o inadecuadas; cualquier excusa valía para alegar arresto ilegal. Pero eso era problema de ellos. De todas maneras no creía que su esfuerzo equivaliera a ponerse de rodillas. Obtendría una autorización, había suficientes pruebas para que el juez autorizara un registro, pero Valdés y Vázquez querían esperar. Como Peter no había encontrado el Monet la noche anterior, no estaban convencidos de que registrar la casa de Ignacio hiciera que recuperaran la pintura ni que Ignacio la sacara del lugar en el que la policía creía que estaba oculta desde el robo.

Con lo cual la orden judicial sería archivada. Ahora mismo sólo tenían pruebas para arrestar a Ignacio por comprar antigüedades robadas, pero un arresto no sería suficiente. Conseguiría una palmadita en la espalda de algunos altos cargos, pero Peter quería más. Quería a Ignacio sentado en la sala de interrogatorios.

—Oye, Lanzani. —Sergio Dalma, el único detective extranjero de la brigada antirrobos y uno de los tres detectives que estaban en el caso de Ignacio, hizo rodar la silla hasta el escritorio de Peter—. Cuéntame sobre esos espejos del dormitorio de Pérez.

Peter se rió y cruzó los brazos sobre el pecho.

—Tiene la habitación totalmente cubierta y puede verse en acción desde cualquier ángulo.

—Un pervertido total, ¿no?

—Sí. —Y Peter había estado en la habitación de los espejos mirando desde todos los ángulos la imagen de Mariana Espósito con ese feo vestido, preguntándose cómo se vería solo con ropa interior sexy. O mejor todavía: una tanga. Así podría sentir su trasero desnudo bajo las palmas de las manos.

Mientras ella le preguntaba sobre como limpiaban los espejos, él no dejaba de preguntarse cómo estaría con los senos al aire. Ahora ya no tenía que preguntárselo. Ahora lo sabía. Sabía que sus senos eran más grandes de lo que había creído y que llenaban perfectamente sus manos. Conocía la textura suave de su piel y la sensación que producía rozarle el pecho. Y conocía más cosas, como el sonido de su suspiro apasionado y la fuerza de sus seductores ojos. Conocía el olor de su pelo, el sabor de su boca y sabía que las caricias de sus manos lo estimulaban tanto que apenas podía pensar ni respirar.

Y sabía, sin lugar a dudas, que habría sido mejor no saberlo. Peter suspiró y se pasó las manos por el pelo.

—Quiero cerrar este caso.

—El caso durará lo que tenga que durar. ¿Tienes algún apuro?

¿Que si tenía apuro? Había estado a punto de hacer el amor con Lali y no estaba seguro de que no fuera a suceder de nuevo. Podría decirse a sí mismo que no volvería a suceder, pero ciertas partes de su cuerpo no opinaban igual. Estaba realmente cerca de poner en peligro su carrera por ella. Si Lali no le hubiera hablado de un pariente que se comunicaba con ballenas, la hubiera tomado allí mismo, en medio de la sala.

—Supongo que estoy algo inquieto —respondió.

—Aún piensas como un policía antidrogas. —Sergio se levantó empujando la silla hacia atrás—. Algunas veces la espera es divertida y puede que este caso aún se demore en concluir —le aviso.

Tiempo era algo que Peter no tenía. Necesitaba que lo asignaran a un caso diferente antes de arruinar todo hasta el punto de perder su trabajo o ser destinado a patrullar las calles. El gran problema, sin embargo, era que no podía pedir una nueva misión sin razón alguna, y «me temo que voy a intercambiar fluidos con mi colaboradora» estaba fuera de consideración. Tenía que hacer algo, sólo que no sabía qué.

Dejó el informe sobre el escritorio y se dirigió a la puerta. Si se apuraba, tal vez alcanzaría a Alessandra antes de su descanso para almorzar. Era exactamente el tipo de mujer que siempre había querido como novia. Era guapa y una buena cocinera, pero lo más importante de todo, era normal. Simple. Básica. Nada que ver con Lali.

Al cabo de media hora, Peter se sentaba a una pequeña mesa del bar de Alessandra, saboreando pan caliente y pollo con crema al pesto. Pensó que se había muerto e ido al cielo, pero había algo que evitaba que disfrutara completamente de la comida. No podía evitar la sensación de que estaba engañando a su novia. Que estaba engañando a Lali con Alessandra. El sentimiento era completamente irracional. Pero le molestaba, le martilleaba el cerebro y no lo dejaba en paz.

Ale estaba sentada frente a él, hablando sin parar sobre el negocio y de cómo era la vida mientras crecían en el mismo barrio. La conversación era perfectamente normal, pero algo hacía que no se sintiera bien.

—Intento tomar al menos dos litros de agua y caminar cuatro kilómetros al día —dijo. Sus ojos estaban muy brillantes como si estuviera entusiasmada de verdad, pero no sabía qué tenía de excitante caminar y tomar agua—. Me acuerdo que sacabas un perro a pasear todas las noches —dijo ella—. ¿Cómo se llamaba?

—Susto —contestó, recordando al perro que había rescatado de la muerte. Susto había sido un cruce de pitbull y sharpei; el mejor perro que un niño podía tener. Ahora Peter tenía un loro. Un loro que adoraba y quería de novia a Lali.

—Yo tengo un pomeranian, Nina. Es muy linda.

«Por Dios.»

Empujó el plato a un lado y agarró el vaso. Bueno, podía soportar un perrito con ladrido agudo. Era una cocinera genial y tenía los ojos bonitos. No había ninguna razón para no poder salir con ella. No estaba saliendo con nadie.

Se preguntó si a Sam le caería bien o si por el contrario trataría de sacarla de casa. Tal vez era el momento de invitarla y averiguarlo. Y no había ninguna razón para sentirse culpable, no había absolutamente nada por lo que sentirse así. Nada. Y punto.

Continuará…