Capítulo 64

Hola, Chicas!!!! ¿Cómo les va? ¿Qué tal están pasando el sábado? Ojalá que todo bien y disfrutando de los días libres, quienes ya pueden!!! ;) Les cuento que mañana a la tarde me voy de viaje... así que como ya saben, les dejo los capítulos para que los lean a las 12 Perú // 14 Arg. // 19 Esp. Disfruten las vacaciones y descansen!!!! Un beso y mañana nos leemos!!!

Twitter: @Caparatodos

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Pero ambos sabían que la tienda nunca sería la misma. Siempre estaría marcada por el robo de Arredondo. Ignacio lo había hecho. Él le había hecho eso, y era imposible para ella asociar a Ignacio ladrón de arte con el hombre que siempre le había llevado té cuando no se había sentido bien. ¿Cómo podía existir tal dualidad en una persona? ¿Cómo pudo pensar que conocía a Ignacio tan bien cuando no lo conocía en absoluto?

Capítulo 64:

—¿También crees que tiene todas esas antigüedades robadas que me mencionaste en la comisaría?

—Sí.

Un pensamiento horrible golpeó a Lali y rápidamente miró a Peter por encima del hombro.

—¿Todavía piensas que estoy involucrada?

—No. —Él le acarició la húmeda mejilla con el dorso de los dedos—. Sé que tú no tienes nada que ver.

—¿Cómo?

—Te conozco.

Sí, tal como ella lo conocía a él. Le recorrió la cara con la mirada, desde las mejillas recién afeitadas hasta la suave mandíbula.

—¿Cómo pude ser tan estúpida, Peter?

—Engañó a mucha gente.

—Sí, pero yo trabajaba con él casi todos los días. Era mi amigo, pero supongo que nunca lo conocí en realidad. ¿Por qué no sentí su energía negativa?

Peter le rodeó los hombros con los brazos y la obligó a recostarse con él sobre los cojines del sillón.

—Bueno, no creo que sea tu culpa, el aura de las personas también puede hacer trampa.

—¿Estás burlándote de mí?

—Estoy siendo simpático.

Uno de sus sollozos quedó ahogado en la garganta cuando lo miró. ¿Primero Ignacio y ahora Peter? Ninguno era como ella creía.

—¿Por qué soy tan ingenua? Eugenia me dice siempre que soy demasiado confiada. Siempre acabo metiéndome en problemas. —Sacudió la cabeza y parpadeó para eliminar las lágrimas de los ojos. La cara de Peter estaba tan cerca que podía verle los pelos del bigote bajo la piel y oler su colonia—. Algunas personas creen que cada uno atrae sucesos positivos o negativos a su vida, que atrae a las personas que se merece.

—Eso me parece una estupidez. Si fuera así, tú sólo atraerías videntes de auras, temerosos del karma y vegetarianos no practicantes.

—¿Estás tratando de ser simpático otra vez?

Él sonrió.

—Si no te das cuenta, es que no lo estoy haciendo bien.

Ella miró la hermosa cara que conocía tan bien, esos intensos ojos con las cejas bajas como siempre que la miraba. La nariz de porotito y la profunda curva del labio superior. La piel suave donde aparecería una sombra dorada aproximadamente al mediodía.

—Mi último novio veía auras, era un temeroso del karma y vegetariano, aunque él sí era vegetariano del todo.

—Suena como si fuera muy dinámico.

—Era aburrido.

—Ves, eso es porque no puedes evitar caer en la tentación. —Con el pulgar le limpió otra lágrima de la mejilla mientras paseaba la mirada por su cara—. Tú necesitas un hombre que valore a las mujeres rebeldes y apasionadas. Fui al colegio parroquial y desde entonces siento un profundo afecto por las chicas que caen en la tentación. En cuarto grado Karla Solazabal solía levantarse la falda del uniforme para enseñarme las rodillas. Dios mío, cómo la amaba por eso.

Y ella amaba que tratara de animarla.

—¿Qué va a pasar ahora? —preguntó.

Su mirada se ensombreció.

—Una vez que Ignacio sea arrestado, lo ficharán...

—No —lo interrumpió—. ¿Soy tu colaboradora hasta después del juicio?

—No, quedas libre del acuerdo. Como no sabes nada, estoy seguro de que ni siquiera tendrás que testificar en el juicio.

Su respuesta se le clavó en el corazón como una flecha en llamas. No preguntaría si tenía intención de verla otra vez, si la llamaría ahora que no era su novia fingida. No quería preguntar porque no estaba segura de querer saber la respuesta.

—¿Cuándo tienes que irte?

—Todavía no.

Lali deslizó la mano por el brazo de Peter, ascendiendo por el hombro, hasta la cabeza. No hablaría de lo que podría ocurrir más tarde o mañana o la semana siguiente. No quería pensar en eso. Le acarició el cuero cabelludo para jalarle el pelo corto y punzante. Un deseo ardiente iluminó los ojos de Peter, que bajó la mirada a su boca.

—¿Qué fue de Karla? —preguntó ella.

Él llevó la palma de la mano a un lado del cuello de Lali y deslizó los dedos bajo la bata.

—Es fiscal.

Le levantó la barbilla con el pulgar al tiempo que bajaba los labios para acariciar los de ella una vez, dos, tres veces. Sus besos eran tan suaves que parecieron quemarla como el radiante sol de verano, calentándola desde la coronilla hasta la boca del estómago. Un cálido estremecimiento se extendió por sus piernas descendiendo por la parte de atrás de las rodillas hasta las puntas de los pies. El interior de su boca sabía a menta y café. Peter la besó como si el sabor de ella fuera dulce y muy, muy bueno.

Ella inclinó la cabeza hacia un lado para facilitarle el acceso, y él la empujó contra el respaldo del sillón haciéndole el amor con los labios y la lengua. La cálida palma de su mano se coló bajo la bata y deslizó la punta de los dedos por el borde del sostén acariciándole los senos. Excitada alcanzó el nudo de la corbata de rayas. Él no la detuvo, y Lali tironeó de la corbata hasta que los extremos le colgaron sobre el pecho. Lali le succionó la lengua mientras desabrochaba el pequeño botón del cuello de la camisa, continuando con el resto de botones hasta que la camisa se abrió por completo. Luego tiró de ella para sacarla de los pantalones. Buscando entre sus cuerpos, sus manos encontraron el duro abdomen. Él contuvo el aliento. El fino vello cosquilleó en sus dedos cuando lo acarició en el estómago para después presionar las palmas de las manos sobre su pecho. Su piel ardió bajo aquel contacto y se le escapó un gemido de la garganta.

Él se había comportado así la noche que le había dado el masaje. Había actuado como si la deseara, luego le había preguntado sobre el más allá y se había ido. Sin ningún problema.

—¿Recuerdas la otra noche cuando te di el masaje? —preguntó.

Continuará…