Capítulo 22

Hola, hola!!!! ¿Cómo les va? Espero que todo bien :D Gracias por comentar y les cuento que mañana dejo el capítulo programado porque no voy a tener luz… como saben, en el horario de siempre: 12 Perú // 14 Argentina // 19 España!

Sobre la maratón, Inmilla, voy a ver si la hacemos el miércoles como regalo de cumple! ;)

Besos y mañana nos leemos!!!!

Twitter: @Caparatodos

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—Soy la única mujer que está en sus cabales en esta habitación —afirmó María.

—La cordura está sobrevalorada —dijo Lali antes de irse a casa a buscar una aspirina.

Capítulo 22:

La noche siguiente, Peter volvió a Azaroso y se quedó tan lejos como pudo de la tarima para tener una vía de escape. Victorio estaba a unos tres metros, mirando a Candela como si fuera el centro del universo y ésta lo miraba a él como si fuera un tipo simpático al que no conociera muy bien. Meneó la cabeza, ver a su amigo coquetear era como observar a un niño en medio del tráfico.

Agustín se sentó a su lado y le pasó un whisky.

—Creo que deberías decidirte a ir —le sugirió señalando la barra.

—¿Qué? —preguntó. Miró más allá de Candela y vio a una alta y esbelta rubia, María. Lali estaba detrás de ella, vestida con un sweater rojo suelto. Tenía una especie de capucha a la espalda, Victorio la jaló y le dijo algo que la hizo sonreír—. Genial —iba a tener que aguantar otra noche de insultos.

—No te queda mucho lo de mirar y no hacer nada. Te estás haciendo viejo —comentó Agustín.

—Estaba mirando a Victorio y a Candela.

—Ah, está en las últimas, a todos nos llega algún día.

—Sí, y quiero que me cubras la espalda.

—¿Qué vas a hacer? —Agustín miró por encima del hombro de Peter y exclamó—: ¡Qué haces! ¿Dónde creen que van?

Peter se dio la vuelta y vio que los cuatro se sentaban a una mesa de póquer en el otro extremo del bar.

—Evidentemente no viene aquí —dijo Peter más animado. Daba la impresión de que Lali lo había pasado tan mal como él. Lo que era por su culpa, pues no se la podía contentar. Bien sabía Dios que lo había intentado. Bueno, excepto por el golpe de última hora.

Lali se sentó al lado de María y Peter la observó mientras se recostaba y estiraba sus piernas cubiertas por unos pantalones negros. Sus piernas no estaban mal, las tenía contorneadas y fuertes, como toda ella en general.

—Dentro de cinco minutos la tienes aquí —aseguró Agustín.

—Te apuesto cien a que no —lo desafió girándose para agarrar su vaso.

—Ok, me busca a mí.

—¿A ti? ¡Ah! Te refieres a María —dijo mirando a la pelirroja que se estaba riendo con Lali sin dar muestras de haberse percatado de la existencia de Agustín—. No, ella tampoco vendrá.

—¿Estabas pensando en la petiza?

—No digas eso. Se llama Lali y aparte de su malhumor, es buena gente —aseguró mientras la veía inclinarse hacia un lado para decirle algo a Candela—. No está tan gordita. Sólo tiene un cuerpo con curvas, por todas partes.

—Tiene una buena carrocería —dijo Agustín intentando ser justo—. Así que no hay nada que hacer, ¿no?

—No —dijo Peter dándole la espalda otra vez—. La invité a cenar y aceptó. Después la acompañé a su casa y le dije adiós. No hice nada malo.

—Por fin hay una mujer que no puedes conseguir —dijo Agustín con satisfacción en la voz—. Es un poco deprimente, porque es como si se acabara una época...

—No lo intenté.

—... pero me alegro de saber que eres igual a todos.

—Eso no lo he entendido nunca. ¿Por qué iba a ser diferente?

—Te apuesto que no convences a Lali para que coma contigo mañana.

—No quiero cenar con ella.

—Entonces al cine, así no tendrás que hablar con ella.

—Agustín...

—Cien pesos, dale. Seguro que no los ganas.

Peter miró a Lali. Aparte de las risas no parecía más relajada que cuando la había visto el miércoles por la noche. Actuaba como si él no estuviera allí.

—No vendrá, no hay apuesta —dijo meneando la cabeza.

—No lo puedo creer. Peter Lanzani está arrugando.

—Odia a los hombres. Acaba de terminar con alguien.

—Por eso mismo, está despechada. Tienes ventaja. Puedes acostarte con ella.

—No quiero acostarme con ella. Seguramente le clavará un punzón para el hielo al próximo que se acueste con ella para vengarse del tipo que la dejó. Créeme, no es una mujer con la que se puedan cerrar los ojos.

—¡Cobarde! Te lo pondré fácil. A almorzar. Cien a que no la invitas a almorzar.

Peter volvió a mirarla. ¿Aceptaría? Estaba recostada en la silla y sonreía a Victorio, como si lo estuviera estudiando. Intentaba proteger a su amiga. Podía estar tranquila respecto a él. Si Candela lo conquistaba sería una mujer afortunada.

Por supuesto, Lali no lo sabía.

—¿Aceptas? —preguntó Agustín.

Si iba y le decía...

—Melisa acaba de entrar —le informó Agustín.

—¡Mierda! —exclamó Peter levantándose, pero sin mirar hacia la puerta—. Odia este bar, ¿porqué...?

—Te está acosando. Debe de tener muchas ganas de casarse y viene hacia aquí.

—Dale, vamos.

—¿A dónde?—preguntó Agustín sin levantarse.

—Allá, para que puedas provocar un poco a tu rubia mientras logro una cita y me libro de Melisa. Acepto la apuesta.

—Acabas de perder, amigo —dijo Agustín prácticamente riéndose—. He visto la cara que ha puesto Lali cuando entrabas y no le ha hecho ninguna gracia verte. No puedo creer que hayas aceptado. Le diste en la cabeza, tonto. ¿Por qué iba a querer salir contigo?

—Paga la apuesta primero —le exigió estirando la mano.

—Antes consigue la cita. Algo que no vas a poder hacer.

Continuará…