Capítulo 43

Buenas, buenas!!!!! Al fin viernes :D jijiji Espero lo hayan empezado con ganas y que lo sigan aún mejor! Hoy me leerán tempranito y a la noche, porque es el cumple de Keny! Así que a pedido del público (léase las locas de Tw jajajajaj) y cómo ellas lo iniciaron, hoy no puede faltar ;)

Feliz cumple, Keny!!!!! Feliz cumple y espero la estés y sigas pasando increíble! Te mando un beso enorme y… ¡A festejar!

Twitter: @Caparatodos

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Eso no había sido idea de Peter. Si hubiera querido habría llamado él. Puede que ni supiera que iría al partido. Acabó de ponerse el saco y pensó en darle una sorpresa al día siguiente. Estaría muy bien lo de tomarlo por sorpresa, para variar, sorprenderlo con las manos en la masa.

Agarró su cartera y salió para reunirse con Ana, muy interesada de repente en su transformación.

Capítulo 43:

A la mañana siguiente, Peter estaba observando cómo lanzaba la pelota un jugador verdaderamente malo que se llamaba Lorenzo, cuando unas frías manos le taparon los ojos. Olió a lavanda y canela y sintió una oleada de placer tan intensa que casi lanza un suspiro.

—Esto no parece muy tú, Lalita —dijo dándose la vuelta. Vio a Melisa retirando las manos y sintió un baldazo de agua fría—. ¿Melisa?

—Hola.

—Perdóname —se excusó Peter dando un paso hacia atrás—. Llevas el mismo perfume que una amiga mía. Excepto que ahora que lo pienso, no se pone nunca perfume —«ni me hace estos malditos juegos», pensó enojado con él mismo por haber cometido semejante error.

—¿Perfume? —preguntó Melisa, que se había quedado inmóvil.

—¿Cómo estás? —preguntó Peter dando otro paso hacia atrás —una pelota pasó rodando por sus pies y se agachó para recogerla—. Deberías ponerte al otro lado de la valla. Estos niños no controlan los lanzamientos.

—Sí, sólo quería saludarte —dijo Melisa tragando saliva.

—Hola —dijo Peter. Algo en las gradas hizo que mirara detrás de ella y vio que Tomás se había subido a la parte de arriba—. ¿Dónde está...? —empezó a decir, pero entonces vio a Lali sentada detrás de su sobrino, con el pelo corto y unos mechones sueltos que brillaban al sol. Tenía puesta una blusa blanca que flotaba al viento y al ver a Tomás se le iluminó la cara de tal manera que le recordó un ángel y se le cortó la respiración—. Se cortó el pelo —dijo en voz alta.

—¿Qué? —preguntó Melisa siguiendo su mirada.

—Anda allá y dile a Tomás que baje, ¿puedes? Se supone que debería estar jugando de este lado y no coqueteando con mujeres mayores —le pidió señalando hacia las gradas con la cabeza.

—Ok —contestó con ese tono crispado que él sabía que quería decir: «Estoy furiosa, pero me voy a comportar como un adulto».

—¿Estás bien? —preguntó Peter.

—Genial —contestó en tono aún más crispado mientras pasaba al otro lado de la valla para subir a las gradas.

«¿Qué le pasa?», pensó y después se olvidó de ella para volver a mirar a Lali, que brillaba al sol mientras Tomás se limpiaba la nariz con la manga y la observaba extasiado. «No me interesa Mariana Espósito —se dijo—. Necesita mucha atención. Nunca está relajada. Y, ah sí, me odia». En ese momento Tomás le sonrió a Lali y Peter pensó: «¡Dios, qué guapa es!», y siguió mirando.

Cuando Lali llegó al parque, los chicos estaban calentando y divisó a Tomás entre ellos, más pequeño y sucio que el resto, como siempre, y sintió pena por él. Después, cuando él la descubrió y le regaló una de las sonrisas Lanzani pensó que aquel niño no tendría problemas en su vida. Subió a lo alto de las gradas y al sentarse sintió que el viento agitaba los mechones de su nuevo corte de pelo y las mangas cortas de su blusa de organdí. Intentó mirar a Tomás, pero le resultó difícil, pues Peter estaba allí y sus ojos tenían tendencia a desviarse hacia él. «Es algo puramente físico», se dijo a sí misma, pero no era verdad, le encantaba la forma en que se comportaba con los niños. Odiaba entrenar, pero lo hacía muy bien. Así era Peter.

«Bueno, ya está —se ordenó—, que ni siquiera lo conoces.»

Una morocha se situó detrás de Peter y le puso las manos en los ojos. Lali pensó: «¡Cómo no!» y sintió que su ridícula alegría se desvanecía. Poco importaba que fuera bueno con los niños, ya que ella no quería tenerlos, pero sí le molestaba que fuera un idiota con las mujeres.

—Hola —dijo con voz perfectamente modulada alguien que se había sentado a su lado. Lali se giró y vio a una mujer delgada de pelo claro que le sonreía. Tenía la cara en forma de corazón y unos enormes ojos verdes, llevaba el pelo color platinado muy corto y no pesaría más de cuarenta kilos—. Soy Bárbara.

—Hola, yo soy Lali.

—Me parece muy tierno de tu parte que hayas venido a ver a Tomás. Te lo agradezco mucho.

—Es un niño encantador —dijo intentando localizarlo con la mirada. Había abandonado el terreno de juego, subía hacia ellas y parecía estar aún más sucio.

—Hay mucha gente que no lo ve así —aseguró Bárbara mirándolo con cariño.

—Hola Lali —la saludó Tomás cuando estaba a una fila de distancia. Sonreía, y Lali le devolvió la sonrisa, como habría hecho cualquiera.

—Hola, Tomás, ¿qué tal?

—Tengo que ir a jugar. Aparte de eso, muy bien.

—Bueno, si sobrevives, luego lo celebraremos con churros.

—¡Woohoo! —exclamó Tomás moviendo la cabeza.

—Se te ve muy bien en el terreno de juego —mintió Lali.

—Gracias —dijo Tomás sin dejar de mover la cabeza.

—Sabes lanzar la pelota —supuso Lali.

—No del todo —replicó Tomás sin el menor atisbo de que aquello le afectara.

—Creo que el tío Peter te está buscando —dijo Bárbara y su hijo se fijó en que éste y la mujer lo estaban mirando.

—Sí —dijo con un suspiro.

—Acuérdate de los churros —dijo Lali.

—Sí —aseguró Tomás sonriendo.

Lali le devolvió la sonrisa.

—Tengo que irme —dijo Tomás sin moverse.

—Buena suerte.

—Sí —dijo Tomás, que continuó con su movimiento de cabeza un par de minutos más. Después se le borró la sonrisa y empezó a bajar las gradas evitando la mirada de su tío.

Continuará…