Capítulo 42

Hello!!!!!!!!!!!! ¿Cómo les va? ¿Qué tal estuvo su día hoy? Ojalá que todo bien y ya preparándose para el fin de semana!!!! Gracias por leer y disfrutar de la historia, son lo más!!!! Un beso y hasta mañana!!!

Twitter: @Caparatodos

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—¡Dios santísimo! ¡Son todas parejas excepto la mía! A no ser que el Capitán Hook esté saliendo con la Bruja Maléfica a escondidas. ¿Cómo no me había dado cuenta?

—Mejor aún, ¿cómo se ha dado cuenta él? —dijo Candela.

Capítulo 42:

—Yo creo que simplemente entiende muy, muy bien a la gente. Tiene empatía —dudó un momento y después se giró para mirar a Candela—. Cuando me dijiste que había tenido dislexia estuve investigando un poco. Hay todo tipo de barreras...

—No le tengas pena —le aconsejó María.

—No lo hago. ¿Lo dices en serio? Míralo, lo tiene todo, pero ha tenido que trabajar duro para conseguirlo. De todas formas, una de las características de los disléxicos es que con frecuencia tienen mucha empatía. Como él. Se pasa la vida mirando hacia afuera, asegurándose de que entiende al resto de la gente. No creo que sepa tanto de él mismo, pero se asegura de conocer a la gente que lo rodea. A mí me conoce.

—No es así —dijo María dejando de golpe la bola de los villanos en la repisa—. Está intentando...

—No —la contradijo Lali, que empezaba a perder la paciencia—. Habló de mi peso. Me dijo que me visto como si odiara mi cuerpo.

—Me alegro por él. Es un idiota, pero en eso tiene razón. ¿Qué te dijo exactamente?

—Muchas cosas, pero lo esencial fue que tenía un cuerpo sexy y que debería vestirme como si estuviera orgullosa de él.

—¿Y después te pidió que fueran a la cama?

—No, me animó a que siguiera comiendo. Ah, y me explicó lo que había hecho mal en el pollo al vino, así que lo intentaré hacer otro día.

—¿Te trajo comida, descifró lo de las bolas de nieve, te enseñó a cocinar, dijo que tenías un cuerpo sexy y se fue sin intentar nada? —preguntó Candela.

Lali asintió con la cabeza.

—De eso es de lo que estuvo hablando Melisa —intervino María—. Satisfará todas sus necesidades hasta que te enamores de él y entonces te abandonará.

—Mira, no me voy a enamorar de él, aunque te juro que cada vez que me besa oigo voces y veo lucecitas. Aunque no fuera por otra cosa, está lo de la apuesta. Le pregunté por ella y negó todo, así que hasta aquí llegamos. En serio.

—¡Aja! —exclamó María no del todo convencida.

Tampoco lo estaba Lali, así que el viernes por la tarde, mientras estaba en su oficina, decidió con mucha sensatez no ir a Azaroso y llamar a su hermana.

—Tengo ganas de ir de compras —le dijo.

—¿De compras? —se extrañó Ana.

—Me han dicho que me visto como si odiara mi cuerpo.

—Y sí. ¿Quieres cambiar?

—Un poco —contestó rápidamente.

—Sé dónde podemos ir. Vamos a transformarte.

—No, suavizarme un poco sí, pero no...

—Te espero en la puerta a las cinco. Nos vamos a divertir mucho.

—Bueno —dijo Lali, pero Ana ya había colgado—. Dale.

Colgó y decidió no preocuparse por su transformación hasta que estuviera en las garras de su hermana. Acabó el trabajo de aquella semana y cuando se estaba poniendo el saco para reunirse con ella sonó el teléfono.

—Me llamo Bárbara Lanzani —dijo una voz femenina cuando descolgó—, y estoy buscando a Lali Espósito, que conoció a mi hijo Tomás la semana pasada.

—¿Bárbara? —preguntó Lali confundida.

—Sí. Perdón por molestarte en el trabajo, pero no encontré otro número. Espera un segundo —Lali oyó un golpe en el teléfono y después a Tomás.

—¿Lali? —preguntó respirando con fuerza en el auricular.

—Sí, soy yo. ¿Cómo estás? —preguntó sonriendo.

—Bien. ¿Vas a venir mañana al parque?

—Bueno, no tenía...

—Podrías venir a ver el partido —le pidió Tomás demostrando una gran habilidad para desviar las conversaciones muy similar a la de su tío—. A las diez. Por la mañana. Y comeremos un churro.

—Bueno... —dijo Lali confundida. Tomás volvió a respirar en el auricular, parecía Darth Vader en pequeño—. Dale, ¿por qué no? Yo llevaré los churros.

—Mi mamá los está llevando. Ya le he dicho de cuáles.

—Buenísimo. Gracias por...

Tomás soltó el teléfono y oyó que Bárbara le decía: «Despídete educadamente, Tomás».

—Chau —dijo éste antes de volver a soltar el teléfono.

—¿Aló? —dijo Bárbara poniéndose al aparato.

—Hola —contestó Lali intentando no soltar una carcajada.

—Todavía estamos trabajando sus modales telefónicos.

—Lo hace muy bien, excepto lo de respirar.

—Muchas gracias. Tomás habló mucho de ti esta semana.

—¿Sí?—preguntó Lali sorprendida.

—Y de tus zapatos.

—Se parece mucho a su tío.

—Esperemos. ¿Te parece bien mañana a las diez?

—Sí —contestó y cuando Bárbara colgó se quedó sentada un momento.

Eso no había sido idea de Peter. Si hubiera querido habría llamado él. Puede que ni supiera que iría al partido. Acabó de ponerse el saco y pensó en darle una sorpresa al día siguiente. Estaría muy bien lo de tomarlo por sorpresa, para variar, sorprenderlo con las manos en la masa.

Agarró su cartera y salió para reunirse con Ana, muy interesada de repente en su transformación.

Continuará…