Capítulo 15

Hola chicuelas!!! Sorry por las horas de estos últimos días, estoy con unos temitas… MIL GRACIAS por sus comentarios!!! Besos y nos leemos mañana! Que arranquen el finde con TODO!!!! ;)

Capi dedicado a la mi sensiblona linda! ¡¡¡¡FELIZ CUMPLE ISA!!!! :D

Twitter: @Caparatodos

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Mientras Peter se encontraba en la terraza, observándola, ella deambulaba a lo largo del borde del jardín con la mirada fija en la mezcla de helechos y azaleas que bordeaban el medio muro.

Capítulo 15:

—¿Qué haces? —preguntó, dirigiéndose escaleras abajo.

Ella se dio la vuelta hacia él.

—¿Era verdad cuando dijiste que podía arreglar este jardín? —Su mirada se agudizó cuando se unió a ella junto a la piscina iluminada—. ¡Caramba! James Bond. Estás guapísimo.

—Gracias. Le haré llegar el cumplido a Armani.

—Pero no es el cuello de Armani al que quiero tirarme en este momento —respondió, sonriendo de oreja a oreja—. No se trata del traje, bombón. —Levantó los brazos y le arregló la corbata, aunque parecía más interesada en pasarle las manos por las solapas.

Si tuviera el poder de elegir momentos que duraran para siempre, éste sería uno de ellos. Le cubrió las manos con las suyas.

—Tú también estás despampanante —murmuró.

—Gracias. Lo encontré en el Unicenter. Hasta le corté la etiqueta para no poder devolverlo.

Juan Pedro le sonrió, esperando que su expresión no se viera tan tontamente boba como le parecía.

—Sorprendente. Y sí, haz lo que quieras con el jardín de aquí. A menos que quieras arreglar el de otra parte.

Ella se puso en puntitas de pie y lo besó suavemente.

—No tienes por qué seguir haciéndome regalos. Estoy aquí por ti. No por los Picasso.

—No te gusta Picasso.

—Ya sabes a qué me refiero. Lo único que quiero de ti es tu confianza.

Juan Pedro cambió la postura para tomarla de la mano y guiarla hacia el camino de entrada.

—Confío en ti.

—Hmm. Te escucho decirlo, pero…

—Sería más fácil si al menos aceptaras algo de lo que tengo.

—Más fácil para ti, quieres decir —señaló.

—Lo único que digo es que no compré los Picassos o algo de lo que tengo siendo malo en lo que hago. Mi asesoramiento está a tu disposición igual que…

A punto estuvo de decir «corazón». ¡Dios!, Lali lo estaba volviendo loco… o se estaba volviendo loco por sí solo.

—¿Tu qué? —insistió, arqueando una ceja y evidenciando claramente con su expresión que no era ajena a lo que había estado a punto de decir.

Peter tomó como una buena señal que no hubiera dado media vuelta y se fuera corriendo.

—Mi chef —se corrigió.

—Adoro a tu chef —dijo, riendo entre dientes—. Hans prepara los mejores sándwich de miga de todos los tiempos. Y agradezco que me ofrezcas tu consejo.

Profundamente sorprendido hasta que consideró que Lali no había mencionado que «aceptaba» su consejo, le abrió la puerta del amplio Mecedes–Benz S600.

—De acuerdo, entonces.

La entrada del club estaba repleta de limusinas, formando un tráfico de doble fila de casi un kilómetro de distancia. Lali observó a través de las ventanas blindadas mientras se aproximaban a la alfombra roja y al camino acordonado. Prensa y espectadores se amontonaban en la calle y a lo largo de toda la entrada.

—No creía que fuera tan ostentoso —murmuró, comenzando a pasarse los dedos por su prolijamente arreglado peinado y deteniéndose enseguida.

—Es el primer evento de la temporada, propiamente dicho, ¿te acuerdas? —respondió Peter, tomando sus nerviosos dedos y dándoles un apretoncito—. Los que fueron, son y serán estarán todos aquí. Ya lo sabías.

—Sí, así es. Lo que pasa es que las cámaras están aquí también.

—Acabarás por acostumbrarte a ellas. De todas maneras, ahora todos saben quién eres. Otra foto no empeorará las cosas.

—Ha dicho el «Súper Hombre Fortaleza» —respondió, concentrándose en respirar hondo.

—Eso es en privado. En público, esto es lo que sucederá.

Así sería mientras estuviesen juntos. Y renunciar a él por un montón de molestos fotógrafos y reporteros parecía el colmo de lo absurdo. Además, tal como él había dicho, el daño ya estaba hecho. Su imagen había salido en las revistas e incluso en el boletín de su club de fans, por el amor de Dios. Y las amorosas chicas de Peter publicaban con regularidad su foto, con bigote y cuernos incluidos, en la página web. Lo único que podía hacer ahora era utilizar su supuesta fama para beneficio propio y conseguir algunos clientes, comenzando esa misma noche.

—¿Y cómo es que yo pude conseguir invitaciones y tú no?

—Podría haberlo hecho —protestó él—. Lo que pasa es que te me adelantaste.

—Aja. Claro. Sigue repitiéndote eso hasta que te la creas.

Él se inclinó hacia delante.

—Ben, déjanos aquí.

El chófer asintió sin voltear a mirarlos.

—No hay problema, señor Lanzani.

Lali lo miró, horrorizada.

—¿Aquí? Hay un buen tramo hasta el club.

Peter tuvo la mala educación de reírse de ella.

—No voy entrar en el juego del famoseo, luchando por hacer una entrada espectacular. Quiero entrar y bailar contigo.

—Genial.

Finalmente se abrieron paso entre la multitud de espectadores hasta la puerta. A pesar de estar molesta con él por hacerla desfilar por la vereda, Lali tuvo que darle algunos puntos a Peter por simular no haber notado que le apretaba la mano con la suficiente fuerza como para romper una piedra, o que la sonrisa que le daba al público fuera más falsa que la de las modelos que iba delante de ellos.

Si ella podía escuchar las numerosas voces provenientes de ambos lados de «Ooh, es Juan Pedro Lanzani» y «¡Mira, es Juan Pedro Lanzani!», también podía hacerlo su acompañante. Pero la atención de Peter parecía dividirse únicamente entre la entrada y ella.

—¿Qué tal vas? —murmuró.

—Creo que esas chicas de la izquierda con pancartas son miembros de Las chicas de Peter —respondió, en gran medida por ver si podía intranquilizarlo.

—También tú, ya que recibes el boletín.

Lali sonrió. No podía evitarlo, aun cuando la tormenta de flashes de las cámaras se incrementó en respuesta.

—Eso es cierto. Oh, señor Lanzani, es tan caño, ¿me firmaría una bubbie?, por favor.

Él se inclinó sobre ella, besándole en la oreja.

—Voy a hacer más que eso toda la noche —le susurró.

Una serie de escalofríos le recorrió la espalda.

—Debo ser socia de lujo del club.

 —Ah, sí que lo eres, Mariana. Sí que lo eres.

Continuará…