Capítulo 35

Hola!!! Cómo dicen que les va?! Espero hayan tenido un buen día y gracias por sus comentarios!!!! Ya les mandé la nove a las que me pidieron eh! ;) revisen sus mails! Besos y sin más, nos leemos mañana!!!!!! Intentaré que sea más temprano así que no decaiga!!! :D

Twitter: @Caparatodos

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Castillo tenía que trabajar rápidamente, porque si había algo que Juan Pedro sabía, era que Lali odiaba perder… y que no era algo que hiciera con frecuencia. Pero él tenía sus propios contactos, y siempre y cuando fuera legal, no veía por qué no podía ayudar al Departamento de Policía de Buenos Aires. Ya se sabe, responsabilidad civil y todas esas cosas. Lali perdería, y él ganaría… lo cual, en lo que a él concernía, sería lo mejor para los dos.

Capítulo 35:

Entrar en casa de los Olaechea la noche anterior y volver a dejar el anillo en su lugar había sido pan comido. Ni siquiera habían actualizado su seguridad en los últimos cinco años desde la última vez que estuvo allí, lo cual convertía todo el episodio en algo casi demasiado sencillo. No había estado nada mal, casi había resultado emocionante, pero definitivamente no había superado sus exigencias. Por una corazonada había conseguido el vídeo de la noche anterior mientras desactivaba el equipo para su propio paseo nocturno. Contar con algo de armamento extra para utilizar en contra de Pamela podría serle útil.

Sin embargo, la apuesta con Peter… no había ninguna traba para eso. Tenía, sin menor pizca de dudas, cierto potencial. Lo primero que debía de hacer era averiguar más acerca de las joyas y pinturas que habían desaparecido en el momento del asesinato. Eso podría servirle para responder a la pregunta de si el plan había sido un asesinato y, además, un robo, o si lo primero había sido, simplemente, cuestión de conveniencia y mala suerte.

Pero no creía demasiado en la suerte, y por eso decidió comenzar la mañana llamando a Franco Castillo con el fin de obtener un punto de partida. Eso, sin embargo, conllevaría librarse de Juan Pedro Lanzani, y en ese momento estaba disfrutando enormemente de su situación actual.

Jadeando ante el ritmo cada vez mayor con que su duro cuerpo se deslizaba dentro del de ella, Lali levantó los talones y le rodeó las caderas.

—Peter —gimió sin aliento, recorriendo con sus dedos su pecho.

Calor, excitación y seguridad. Esas tres palabras eran fascinantes, y encontrarlas todas en la persona de Juan Pedro Lanzani era suficiente como para provocarle orgasmos múltiples. En ese instante estaba intentando alcanzar el tercero.

—Más rápido —jadeó, levantando las caderas para salir al encuentro de su envite.

—No —gruñó, capturando su boca en un apasionado y profundo beso—. Voy a tenerte aquí toda la mañana.

«¡Ahhh bueno!»

—Es una forma de ganar la apuesta —acertó a decir entre espasmos de puro placer, luego tiró de él y se dio la vuelta. Ella terminó encima, a horcajadas sobre él y gustosamente plena—. Oh, Dios —murmuró, saltando de arriba hacia abajo sobre él—. Pero tal vez no te deje.

Las elegantes manos de Peter masajearon sus pechos, sus caderas se elevaron para hundirse en ella una, otra y otra vez.

—Eso es hacer trampa —gimió.

Después de eso ambos parecieron perder la habilidad de comunicarse verbalmente. El cuerpo de Lali se contraía y distendía. Se desplomó sobre el pecho de Peter con un sollozo, mientras él empujaba sus caderas hacia abajo para terminar junto con ella.

Lali descansaba sobre él, jadeando, y esperó a su segunda parte favorita de hacer el amor. Peter levantó los brazos lentamente para rodearla con ellos, no de forma prohibitiva, sino relajada. Segura.

Había tenido diversas relaciones, todas ellas breves, y la mayoría acabaron porque se aburría o perdía interés, o porque tenía que irse   del país para llevar a cabo algún trabajo y el chico con el que estaba decidía que ella debía buscarse a otro. Nunca había estado con alguien durante tres meses, y jamás había deseado a alguien de la forma en la que deseaba a Juan Pedro Lanzani. Y no sólo en la cama; le gustaba hablar con él, comer con él, y el modo en que él siempre se inventaba una excusa para tomarla de la mano.

—¿Lali? —murmuró, acariciándole el pelo.

Ella lo besó en la garganta, sintiendo su fuerte y acelerado pulso bajo los labios. Embriagador… y ella nunca usaba aquella palabra a la ligera, o con frecuencia. De hecho, no hasta que lo conoció.

—¿Mmm?

—No voy a intentar hacer que cambies de opinión sobre Bedoya-Agüero, pero…

—Bien —lo interrumpió, apoyándose sobre sus manos para mirarlo—. Porque no pienso cambiar de opinión.

—Déjame terminar, chiquita. Ten cuidado, ¿ok? Quiero que estés fuera de la cárcel tanto como tú lo quieres.

Ella se relajó.

—Siempre tengo cuidado —canturreó, estirando sus piernas junto a las de él.

—No, no lo tienes.

—He comprado algunas revistas para la oficina —dijo, rodeándole el hombro con el brazo libre, apoyando la mejilla sobre su pecho. Le encantaba escuchar el latido de su corazón—. Gente, Cosmo, Caras, ese tipo de cosas.

—¿Y?

—Y ¿sabías que después de tres meses las parejas comienzan a salir del período de luna de miel, dándose cuenta de los defectos de sus parejas y dándose menos tiempo para estar a solas?

Peter dejó escapar un bufido.

—Entonces, estamos a salvo. Yo ya conozco tus defectos, y yo no tengo ninguno.

—Creído.

—Y en cuanto a lo de darse menos tiempo para estar a solas —prosiguió, acercándola más y levantándole la cara para mirarla a pocos centímetros de distancia—, quiero estar contigo cada minuto de cada día. Ya sabes lo que siento por ti.

Continuará…