Capítulo 37

Hola, hola!!!! Llegó el viernes y se nos fue agosto! Qué rápido se pasa el año no?! :/ un horror! Jajajaajja bueno que tengan un lindo comienzo de finde y nosotras nos leemos mañana! Besos y muchas gracias por ser unas lectoras TAN increíbles! Soy FELIZ con ustedes! GRACIAS!!!!

Les cuento que @Angie_232alma hoy empezó con nueva nove laliter en http://lalitertodollegaenformadeamor.blogspot.com/

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Michael Lyon, el magnate de los accesorios para tuberías quería reunirse con ella en privado. Debería llamar a Peter, pero lo más lógico era descubrir primero qué estaba tramando.

Capítulo 37:

Lali casi estuvo agradecida cuando entró en el estacionamiento de la comisaría. Al menos ver una docena de patrulleros estacionados detrás del edificio le daba algo más inmediato para preocuparse. Estaba mal de la cabeza.

Preguntó por Castillo en el mostrador principal, y no pudo evitar mirar a su alrededor para ver si tenían carteles de los más buscados pegados en las paredes. Si bien su cara no aparecería en ninguno de ellos, era sólo porque la ley no estaba al tanto de quién había realizado todos los robos que había llevado a cabo. Pero ahora era alguien público, y tenían todo el tiempo del mundo para rebuscar en su pasado. O intentarlo, en cualquier caso.

—Lali —brotó la voz de Castillo, y ella se dio media vuelta.

—Franco. —Le tendió la mano, ridículamente aliviada de ver una cara relativamente amiga.

—¿Quieres acompañarme a mi cubículo? —preguntó, su expresión divertida tras el denso bigote canoso—. O podemos hablar en el estacionamiento si eso te hace sentir mejor.

—Qué gracioso —murmuró, indicándole con un gesto que volviera por donde había venido—. ¿Dónde están mis facturas?

Lali podría jurar que la mitad de la comisaría dejó lo que estaba haciendo para mirarla al pasar. El área Antirrobo probablemente estaba en alerta máxima. Mierda.

—Aquí tienes —dijo un minuto después, sentándose detrás de un feo escritorio de acero gris y empujando una servilleta con una factura de chocolate hacia el asiento del invitado.

—¿Dónde está el azúcar? —preguntó, sentándose a regañadientes.

—Los de servicios especiales llegaron temprano del entrenamiento. Se llevaron todas las que había con azúcar.

—Está bien. —Tomó aire—. Necesito un favor.

—Eso me imaginaba. —El detective la analizó durante un rato—. Me ayudaste a resolver un triple homicidio internacional. Aparte de eso, me caes bien. Así que haré lo que pueda, pero no voy a poner en peligro ninguna investigación, y no…

—Franco, amigo. Sólo quiero saber si puedes decirme qué fue robado exactamente de casa de Bedoya-Agüero.

—Lali…

Lali podía apreciar la negación en su voz.

—Él me buscó a mí para que lo ayudara —dijo—, y tú también. Tan sólo quiero saber qué falta.

Él soltó el aliento.

—De acuerdo, pero si esto se llega a conocer, sabré de dónde ha salido.

—Como si tuviera a alguien a quien contárselo. —En cualquier caso, a nadie que fuera a decírselo a la policía.

—Lo que desaparecieron fueron joyas de rubíes. Una colección completa. Bedoya-Agüero la había comprado hacía unos diez años a un coleccionista privado. Algo sobre la realeza flamenca.

Sonó la campana.

—La colección Gugenthal —dijo tras un momento.

Castillo la miró.

—Correcto. Y sabías eso porque…

—Rubíes y realeza flamenca. Estoy al día en esas cosas.

—Me imagino.

—¿Cuánto se llevaron?

—A juzgar por los informes preliminares de la aseguradora, alrededor de doce millones de dólares en joyas y dinero en efectivo.

Lali tamborileó los dedos sobre el muslo.

—¿Y las obras de arte?

—Un Van Gogh y un O'Keeffe.

—Un duo muy raro.

—Ambos estaban en su escritorio —informó Castillo, revisando sus apuntes—. Al parecer acababa de regresar de un viaje como coleccionista.

Mmm. Si ese el caso, también podían faltar piezas de las cuales, ni la familia supiera la existencia. Otra complicación.

—Pero ¿no desapareció nada de cualquier otro lugar de la casa?

—No.

—Así que primero fue un asesinato, con el robo tal vez como pantalla para usar de excusa.

Recostándose en su silla, Castillo le dio un mordisco a su media luna rellena de dulce de leche.

—Piensas como un policía. ¿Lo sabías?

«¡Genial!»

—Gracias, creo. ¿Alguna pista de qué es?

—¿Qué opinas tú?

—¿Yo? —Había algunas otras cosas que sabía, o sospechaba, pero eso era asunto suyo. Ayudar a la policía sólo le serviría para perder la apuesta—. Bedoya-Agüero sabía que algo iba a pasar, y por parte de alguien cercano —informó—. Las personas como él no tienen demasiados puntos débiles, y no dejan que un desconocido los vea a menos que no puedan evitarlo. Y si lo único que le preocupaba eran las joyas o el dinero, podría haberlo puesto en una caja de seguridad o algo parecido..

El detective había dejado a un lado su media luna para tomar más notas.

—Eso tiene sentido. Y todo encaja con tu teoría del guardaespaldas.

—¿Cuándo es el funeral? —preguntó de pronto Lali. No asistía a muchos; cuando sus amigos o colegas fallecían, normalmente no estaba en situación como para ser viste en público. Pero quería asistir al de Bartolomé Bedoya-Agüero, si le era posible, para hacerle saber que tenía intención de mantener la promesa que le había hecho y también para ver qué, o quién, se acercaba a plena luz del día para despedirlo.

—Pasado mañana. Será privado, pero voy a asistir en nombre del Departamento de Policía. —Tomó aire—. ¿Quieres ser mi acompañante?

Sin duda alguna, su relación había cambiado desde que se conocieron, cuando la había apuntado con una pistola.

—Peter podría conseguir una invitación. De lo contrario, entonces, sí, te lo agradecería.

—Dalo por hecho. Pero Lali, si me pides esto porque intentas resolver el caso, no lo hagas. Es mi trabajo, y yo me ocuparé de él. No quiero que arruines nada. Y, entre nos, hay tanta gente a la que le gustaría verte dar un paso en falso que ni siquiera deberías cruzar sola la calle.

Con una sonrisa, ella se puso de pie.

—Franco, no tengo ni idea de lo que me estás hablando. Mi padre era el ladrón, y cumplió condena por ello. ¿Te acuerdas? Yo soy la experta en arte y seguridad.

—Claro, y yo soy Fidel Castro. Mantente alejada de mi radar… y del de cualquier otro.

—No te preocupes por eso, Fidel. Te llamaré mañana.

Continuará…