Capítulo 26

Hola, hola!!!!! Les dejo nove tempranito hoy ;) y nada a arrancar con todo el día ah! Besos y pobre Pamela ayer! La hicieron puré de planta jajajajjajajaja SON LO MÁS!!!!!! 

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—Así que el poli de homicidios ha venido simplemente a saludar. Podría ser eso, ¿no?

—¿Lo averiguamos, amor? —dijo Juan Pedro con voz mucho más serena que la suya.

Capítulo 26:

—¿Lo averiguamos, amor? —dijo Juan Pedro con voz mucho más serena que la suya.

No quería averiguar nada que se le pareciera. Dios, si seis meses atrás hubiera visto a un policía delante de su puerta, habría dado media vuelta y hubiera salido corriendo sin mirar atrás, tanto si había hecho un trabajito como si no. Lo único que ahora le impedía dar un giro de ciento ochenta grados era que conocía a Franco, sabía que era un policía honesto e inteligente. Si hubiera tenido su reunión con Bartolomé Bedoya-Agüero, Castillo hubiera sido el policía con quien le hubiera recomendado hablar.

—Vamos —murmuró con los dientes apretados, indicando a Franco que volviera a subir a su auto.

Con una risita, Peter alargó el brazo para apretar el botón de la reja, y se situó detrás del Taurus mientras subían el camino de entrada hasta la puerta de la casa. Sabía que a Juan Pedro le caía bien Franco Castillo; Dios santo, debía reconocerle al policía la ayuda para salvar su vida. Eso era una auténtica exageración, dado que lo único que Franco había hecho era realizar una llamada a larga distancia a la policía de Londres para que revisaran bajo la puerta y arrestaran a un sospechoso… no era más que una coincidencia que a Peter y a ella casi los hubieran matado detrás de esa misma puerta.

—Buenos días, Franco —dijo Juan Pedro, bajando del auto tan pronto como ella terminó de estacionar.

Lali permaneció sentada en su sitio durante unos minutos. Nicolás le había dicho en diversas ocasiones que tenía un radar para los problemas y la mala suerte para verse siempre involucrada. La sola aparición de Franco significaba que algo pasaba, y teniendo en cuenta que el día anterior había conocido a un hombre que murió la noche pasada, tenía más que una ligera sospecha de por dónde iba la visita. «¡La pucha!»

—Lali, ¿no vas a bajar? —gritó Peter.

«No.» Con un suspiro de irritación, abrió la puerta del auto y salió con soltura.

—Hola, Franco —dijo, acercándose para estrechar la mano del policía.

—Lali. ¡Te ves muy bien!.

—Sí, bueno, no te enojes, pero me sentía mejor antes de verte.

Castillo se rió entre dientes.

—No lo dudo. Sabes por qué estoy aquí, ¿no?

—¿Por qué no nos lo cuentas, Franco? —dijo Peter, su mano tomó la de Lali.

No estaba seguro de si el gesto fue de apoyo o para evitar que saliera corriendo, pero el contacto le produjo cierto consuelo… a menos que tuviera que ponerse a correr y él tratara de detenerla. No pensaba ir a la cárcel. Por nada del mundo.

—Bartolomé Bedoya-Agüero. Llevo el caso.

—Sí, hemos oído en las noticias que fue asesinado. Espero que no pienses que Lali tiene algo que ver con esto. —Peter se acercó un paso a ella—. Estuvo conmigo toda la noche.

—Pienso que probablemente dirías cualquier cosa para protegerla, Peter, pero en realidad sólo vengo para hacerle a Lali un par de preguntas sobre su encuentro de ayer con Bedoya-Agüero. Su secretaria me dijo que tenía una cita contigo.

—Yo…

—¿Necesitamos un abogado, Franco? —la interrumpió.

—No, todavía no.

—Pero soy una de esas «personas de interés», ¿no? —Lali insistía en dejar las cosas claras en lo que a policías y esposas se refería.

—No si tu coartada se confirma. Existe un motivo por el que yo mismo me presté a preguntarte. —El detective adoptó una expresión irónica—. De hecho, me alivió descubrir que Bedoya-Agüero se había encontrado contigo, Lali. Tienes buen instinto y pensé que podrías haberte dado cuenta de si algo le preocupaba.

De acuerdo, no se sentía aliviada, pero al menos Castillo parecía dispuesto a creerle. Tal vez conocer a un policía tenía su lado positivo.

—En este momento iba a comer algo —comentó—. ¿Tienes hambre?

—Claro. ¿Sigue haciendo tu chef sándwiches?

—Tenga por seguro que sí.

Peter le hizo una seña a Franco para que se dirigiera a la puerta de entrada y se puso a su lado, Lali iba justo detrás de ellos. Cuando escuchó las noticias acerca de Bedoya-Agüero no había pensado más que en el suceso en sí mismo y en cómo éste la hacía sentir, y en si hubiera podido o no hacer algo para evitarlo. Se estaba volviendo demasiado condescendiente. En otras circunstancias, ver a un policía delante de su puerta nunca la habría sobresaltado tanto. ¡Dios! Jamás se hubiera quedado delante de su puerta para que la encontrara un policía. Había cometido un error, y la circunstancia actual era pura suerte. Y ella no se manejaba según la suerte.

—¿Estás bien? —le susurró Peter cuando cruzó la puerta. Lali asintió.

—Debería haber considerado con más detenimiento los hechos.

—La mayoría de los ciudadanos normales no esperarían ver a un policía delante de su puerta.

—No soy una ciudadana normal, Peter.

Él la besó en la mejilla.

—Y todos los días doy gracias por eso.

¡Wow! Lo que había dicho sí que era algo tontamente lindo. Tan sólo deseaba disponer de tiempo para meditar un poco sobre ello. Pero debía estar alerta en presencia de la policía. Incluso con aquellos que podrían estar dispuestos a creerla inocente.

Peter llamó a la cocina para pedir el almuerzo, y luego los tres se dirigieron a la zona de la piscina. Lali tomó asiento en la mesa de la terraza que daba al camino de entrada, aunque ya era un poco tarde para comenzar a prestar atención.

—¿Qué necesitas? —preguntó cuando ya no pudo soportar escuchar por más tiempo la trivial conversación entre los dos hombres.

Continuará…