Capítulo 29

Hola muchachas!!!!!! Cómo les va?! Qué tengan un buen día y metanle que ya llega el finde jajajajaa ;) Besos y gracias por sus comentarios acá y en tw! Me hacen reír mucho algunas (ejem, ejem Jor, Keny y Xime) jajajaajajaj Chau, chau y nos leemos mañana!

Twitter: @Caparatodos

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—¿Lo prometes?

Con una leve sonrisa pasó las manos por ambos lados de su cara alzada antes de darle un cálido, suave y enloquecedor beso en la boca.

—Lo prometo —murmuró, y se marchó.

Capítulo 29:

El aguzó el oído en busca de movimiento en el pasillo, pero a Lali era notoriamente complicado seguirle el rastro una vez que adoptaba lo que ella calificaba como «modalidad sigilo». Incluso relajada, tenía tendencia a moverse de modo tan silencioso y discreto como… como nadie que hubiera conocido.

Y ahora había decido salir a cazar a un asesino. Consideraba aquello como hacer algo por alguien a quien le había fallado, pero el punto de vista de Peter era un tanto más cínico. Bedoya-Agüero había muerto, y ella pretendía plantarse justo en medio de algo peligroso y más que probablemente ilegal. Peter exhaló, poniéndose de pie. El concepto que Lali tenía del peligro y el grado de preocupación de Peter por ella aún no estaban al mismo nivel. Dios, ni siquiera se encontraban en el mismo hemisferio. Tenía que hacer algunas llamadas más de las que había considerado.

Lali pidió que el Bentley fuera llevado a la entrada principal, luego se colocó una banda elástica alrededor de la muñeca y se puso el pelo hacia atrás para recogérselo en un moño mientras bajaba los escalones delanteros. No era ésa la imagen con la cual quería aparecer en Microcentro y en su oficina, pero primero tenía que pasar por la casa de Nicolás. Allí guardaba un par de binoculares de reserva, junto con algo más de equipamiento pequeño necesario para estudiar a un blanco y prepararse para un robo. O, en este caso, para investigarlo, supuso.

Le había dicho a Peter que pasaría por su oficina, y así lo haría. Nicolás le había comentado que podría en práctica sus tácticas y utilizaría sus contactos para ver si alguien de su círculo había conseguido algún tesoro en los dos últimos días. Le vendría bien saber con exactitud qué había sido robado de la residencia de Bedoya-Agüero, pero haría cuanto pudiera.

Tenía algo de material en Sonne Brilliant, desde luego, pero sólo era para emergencias extremas, y no pondría a Peter en peligro yéndose de la casa con ello en las actuales circunstancias. Puede que Castillo dijera que no era sospechosa, pero le había advertido que no era el único que estaba al tanto de que se encontraba en la ciudad, y sin duda alguna no era el único que conocía los rumores sobre su vida anterior. Lo último que quería era que el FBI o la Interpol tocaran la puerta de la casa de Lanzani y encontraran su reluciente juego de ganzúas.

Abrió la puerta de la casa y a punto estuvo de chocarse con la persona que había ante ella, levantando el brazo para llamar. Retrocedió de manera instintiva y se hizo a un lado, evitando el choque. Sólo en ese momento se dio cuenta de quién había ido de visita.

—Pamela —dijo, apretando la chapa de la puerta con los dedos—. Peter no me dijo nada de que fueras a venir hoy.

—No lo sabía —respondió la ex con una sonrisa forzada en el rostro—. Me arriesgué por si lo encontraba en casa.

—¿Cómo has entrado?

—Todavía sé el código de la reja principal. —Pamela profirió una breve carcajada—. Si fuera tú, habría saltado por encima de la pared, supongo.

Genial. Todo el mundo sabía que solía transgredir la ley. De acuerdo, solía hacerla picadillo. Y hoy mismo iban a cambiar aquél código de acceso.

—Seguramente habrías hecho sonar la alarma —respondió, asomándose de nuevo al interior de la casa—. «¡Reinaldo!»

—¿Puedo pasar? —dijo la ex, con un acento británico tan tenso como su trasero de gimnasio.

—Dejaré que eso lo decida el mayordomo —respondió Lali, entregándole el control de la puerta a Reinaldo cuando éste apareció en la entrada.

Pasando por al lado de Pamela, bajó los escalones a toda velocidad y se subió al Bentley. Un vehículo negro le bloqueaba parcialmente la salida, pero lo rodeó, con suficiente proximidad como para, con un poco de suerte, molestar a la ex. No debería enojarle que Pamela quisiera la ayuda de Peter; él había dejado claro que no deseaba tener nada que ver con ella. Si pensaba en ello, probablemente lo que la sacaba de quicio era la sola idea de que Pamela hubiera contactado a Peter en busca de ayuda. Pamela había arruinado —en todo sentido— su oportunidad con Peter ella solita. En semejantes circunstancias nada hubiera podido incitar a Lali a enfrentarse a él de nuevo, y mucho menos a suplicar su ayuda.

Lali tomó un profundo respiro. Ah, sí, qué fácil era decir que conservaría su independencia mientras circulaba las concurridas calles de Buenos Aires en un Bentley de camino a Microcentro y después de pasar una apasionada noche de placer junto a Juan Pedro en una de las tantas habitaciones de una finca de cuarenta acres.

—Maravilloso, Lali. Aférrate a tus principios y todo te irá bien. O estarás muerta.

Continuará…