Capítulo 34

Hola!!!!! Les dejo nove, mil disculpas por la hora, se me hizo tarde :S GRACIAS por sus comentarios y tanto cariño hacia Pamela jajaajaja SON GENIALES! Bueno nos leemos mañana! Besos y buenas noches ;)

Twitter: @Caparatodos

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—No te acerques a Peter.

Con una carcajada, Pamela cruzó la zona de recepción hacia la puerta de salida.

—Por supuesto.

Claro. Como si Lali fuera a creérselo.

Capítulo 34:

Domingo, 11:48 p.m.

Juan Pedro estaba delante la ventana de la biblioteca, con la mirada clavada en el iluminado camino de entrada mientras el Bentley ingresaba. Se quedó donde estaba, tomando su whiskey, mientras Lali se bajaba del auto y subía animadamente los escalones de mármol, perdiéndose de vista a medida que se acercaba a la puerta principal.

Había dicho que tenía que juntarse con un cliente y que llegaría a casa a medianoche. Había llegado doce minutos tarde. Quienquiera que fuera el cliente, al parecer mantenía un inadecuado horario de oficina. Peter esbozó una lenta sonrisa. La última vez que se había reunido con un cliente, había llegado a casa y lo había atado para que hicieran el amor de una manera increíble capaz de romper una silla. No era que le gustaba que estuviera aburrida y frustrada, pero parecía ser su deber ayudarla a superar esas cosas. Y el día que se la había pasado coordinando reuniones y renovando ofertas no había sido precisamente emocionante.

Tras llenar de nuevo su copa, se dirigió al pasillo y bajó la escalera principal, encontrándose con ella en el segundo descanso.

—¿Qué tal te fue? —preguntó, ofreciéndole un trago.

Ella tomó la copa y bebió un sorbo.

—Aburrido. Lamento no haber llegado para la cena. ¿Me han guardado algo, chicos?

—¿«Chicos»? —repitió—. Imagino que te refieres a Hans y a mí.

—Son mis chicos —convino, dejando la copa sobre el pasamanos y acurrucándose en el círculo de sus brazos para un largo y profundo beso—. Sabes a chocolate y whiskey —murmuró, frotando la cara contra su pecho.

—Torta de chocolate. A Hans le afectó mucho que no estuvieras aquí para probarla recién salida del horno. Y sí, también te hemos guardado carne asada. —Sus brazos la rodearon con lentitud por la cintura, bajando el rostro hasta su pelo castaño. El paraíso. Pero al mismo tiempo no daba la sensación de que fuera a ser una noche de sexo salvaje—. Vamos arriba —murmuró—. He tomado prestado el tarro de chocolate derretido.

—Mmm, eso engorda mucho.

Aquélla no era la respuesta que Peter esperaba. La erección que había estado avivándose desde que ella había llegado disminuyó un poco.

—¿Te sientes bien?

—Estoy bien. Me traje algunos currículos para revisarlos. Puedo hacerlo mientras como esa carne asada.

Se soltó suavemente de sus brazos, volvió a coger el whiskey y comenzó a bajar nuevamente las escaleras. Peter estudió su relajado y sutil descenso durante un instante mientras apoyaba los codos sobre la barandilla. No parecía una ex ladrona que se había estado encargando de frustrantes tareas cotidianas durante toda la tarde y que necesitara descargar algo de adrenalina.

—¿Con quién te reuniste? —preguntó.

Lali le lanzó una mirada por encima del hombro.

—Con nadie que puedas conocer. No creo que sea un trabajo. En realidad, es más un ensayo. Subiré dentro de un ratito. —Dicho eso desapareció en dirección a la cocina.

Juan Pedro ya conocía su rutina. Cuando estaba aburrida y frustrada, quería desahogarse… generalmente con él, desnudo. La mujer que acababa de entrar en la cocina para comer carne asada se mostraba relajada y adormilada. Ya había tenido su dosis de adrenalina de la noche.

Atormentado por la preocupación, Peter la siguió. Hans se había acostado ya, pero había dejado un plato servido en el horno con unas instrucciones. Detalladas. Saltaba a la vista lo bien que el chef conocía a Lali.

—¿Te importa que te haga compañía? —preguntó Juan Pedro sentándose en la silla de la cocina que había frente a la suya.

Lali empujó la copa de whiskey en su dirección, luego se paró para agarrar una bebida de la refrigeradora.

—Claro. ¿En qué piensas?

—Me parece que es más interesante en qué piensas tú.

Golpeando con los nudillos sobre una carpeta llena de papeles, Lali siguió de largo, cogió un salvamanteles y sacó alegremente su plato del horno.

—En contratar a una recepcionista. Deberías haber visto a algunos de los candidatos. Había un par de hombres, y te juro que uno de ellos es un físico-culturista. Está en lo alto de mi lista.

—Qué divertido. ¿Cómo sabes que no conozco a tu posible cliente? Espósito Security sólo trabaja con los mejores, y ésas son también las personas que se mueven en mi círculo.

—Sabelotodo.

—¿Quién es, Lali?

Levantó la mirada hacia él mientras quitaba la cubierta de papel aluminio.

—Eres lindo cuando sospechas.

Ya estaba bien de hacerse el tonto, aunque, en cualquier caso se le había ocurrido otra idea.

—Estabas escarbando en la vida de Bartolomé Bedoya-Agüero, ¿no? Franco te dijo que te mantendría informada. Déjalo a él que investigue.

—Imagino que puedo averiguar más que él y en mucho menos tiempo. Además, me evitará problemas. Quieres que no me meta en problemas, ¿no?

—No me parece que rondar en la oscuridad y hablar con tus antiguos compañeros sea evitar meterse en problemas.

—¿Qué te parece si tú haces las cosas a tu manera y yo las hago a la mía? —Ensartó una batata—. Y resolveré esto antes de lo que haga la policía. De hecho, te apuesto cien que lo resuelvo antes que Castillo.

—No voy a apostar por algo que podría lastimarte.

—¡Ja! —contestó, tomando otro bocado y alentando claramente la discusión—. No apuestas porque sabes que tengo razón. Mi método contra el de la policía. —Tragando, le brindó una oscura sonrisa—. Dale, Peter. Apostemos. Respalda esa vehemencia con tu billetera repleta de billetes.

No cabía la menor duda de que Lali iba a indagar en la muerte de Bedoya-Agüero tanto si él lo quería como si no. Por lo tanto, si podía aprovechar esta oportunidad para demostrarle que su nefasta vida no podía darle resultados mejores o con mayor velocidad que los de la policía, valía la pena. Quería que siguiera por el buen camino, aunque no fuera por otro motivo más que de no hacerlo, la cantidad de robos que había dejado detrás, con el tiempo acabaría por alcanzarla. Aquello podría arruinarlo, pero no estaba precisamente preocupado por él. Además, su parte interesada no podía evitar pensar que podía demostrarle a Lali que estaba equivocada, podría utilizar eso para alejarla más de su antigua vida y sumergirla en la de él.

—Acepto —dijo de manera segura, ofreciéndole la mano—. Cien a que Castillo y el trabajo de la policial resolverán este caso y encontrarán al asesino antes de que tú lo puedas hacer.

Ella dejó el tenedor y le enganchó los dedos.

—Hecho.

Castillo tenía que trabajar rápidamente, porque si había algo que Juan Pedro sabía, era que Lali odiaba perder… y que no era algo que hiciera con frecuencia. Pero él tenía sus propios contactos, y siempre y cuando fuera legal, no veía por qué no podía ayudar al Departamento de Policía de Buenos Aires. Ya se sabe, responsabilidad civil y todas esas cosas. Lali perdería, y él ganaría… lo cual, en lo que a él concernía, sería lo mejor para los dos.

Continuará…