Capítulo 10

Buenas, buenas! Cómo dicen que les va?! Espero que todo bien y que hayan tenido un “ombligo de semana” genial! Gracias por todos sus comentarios :D Son geniales y agradezco por tenerlas del otro lado como lectoras! Es un placer!!! Las quiero y nos leemos mañana! ;) besos

Twitter: @Caparatodos

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Peter se quedó con las manos en los bolsillos del saco, mirándola. Había sido demasiado. Necesitaba dar un paseo. Volvería al hotel caminando. Además, no tenía sueño.

Lali Espósito no le era indiferente, como él no le era indiferente a ella.

Pero daba igual. Porque él iba a sacársela de la cabeza.

Capítulo 10:

Pasaron dos días. Peter se había reunido con el intendente y el secretario de éste. Había seguido trabajando en el proyecto de la fachada, había visitado varios lugares, y dejado las bases sentadas para firmar un contrato en Mendoza. Pero cada vez que tenía un minuto libre, pensaba en Lali Espósito. Y en su idea de que él fuera el padre de su hijo.

¿Por qué no querría casarse? ¿Sería divorciada o viuda? ¿Por qué se había puesto tan rígida en sus brazos cuando habían bailado en la pista, y se había molestado tanto por el beso que le había dado junto a su camioneta? ¿Y por qué lo habría elegido a él?

Era una idea atroz. Así que, ¿por qué pensar en ella?

Sabía perfectamente por qué. Porque si él aceptaba su plan, tendría la posibilidad de hacer el amor con ella. Satisfacer el hambre de ella que había tenido desde que la había visto por primera vez. Quizás de ese manera fuese capaz de olvidarla, y de dejar de soñar con ella cada vez que apoyaba su cabeza en la almohada.

Pero también había otra razón. Si Lali quedaba embarazada, sobre la tierra habría un hijo suyo. De su misma sangre. Vivo. Viviendo, creciendo, y aprendiendo.

Lali sería una buena madre. Estaba seguro de eso. Pero él sería un padre ausente, presente sólo en el acto de su concepción. El no amaría a ese niño. Ni lo conocería.

No se involucraría en la relación con él. Estaría a salvo así.

No podía dejar de pensar en el tema.

Pasó el fin de semana con su madre, ayudándola a colgar cuadros, trasladando cajas, y pintando la habitación pequeña de su casa. El domingo fueron a la feria, donde su mamá compró un adorno en un anticuario para decorar la habitación recién pintada.

El tenía pensado volver a Buenos Aires antes del fin de semana. El martes, de mal humor, volvió al club de tenis. Alquiló la cancha por una hora. Tomás le había prometido ir. Por lo menos, cuando jugaba al tenis no tenía tiempo de pensar en Lali. Y no pensaba que pudiera encontrársela, porque ella y José solían ir a jugar temprano por la mañana.

Jugó con agresividad, peleando los puntos como nunca. Estaba concentrado totalmente en el juego, por lo que no se dio cuenta de que habían personas mirándolos desde el corredor del primer piso, y entre ellos, Lali.

Ella estaba atrás, con la raqueta pegada al pecho. Peter se movía con gracia, para ser un hombre grande. Su raqueta le daba a la pelota con fuerza y maestría, salvando situaciones imposibles. Estaba al ataque constantemente, casi nunca se colocaba en posición de defensa. Se podía conocer mucho a alguien por su forma de jugar. Y ella pensó que él jugaba con placer, pero también como si su raqueta la moviera el mismo demonio.

Ella había estado jugando diez minutos antes, sin espectadores, y luego había ido al vestuario.

Peter jugaba enérgicamente. Pero Tomás no se quedaba atrás. Había tenido también un mal día, y ahora se desquitaba jugando tenis. Después de cincuenta y cinco minutos, Peter le ganó por pocos puntos.

Se dieron la mano riendo. Tomás se quedó hablando con un hombre, y Peter se fue hacia los vestuarios, secándose el pelo con la toalla.

No la vio hasta chocar con ella literalmente. Su codo rozó la blandura de su pecho, ella le hundió la raqueta en las costillas, y al separarse se dio cuenta de que era Lali. Estaba vestida con un short, y una blusa de punto, y en el pelo llevaba una cinta que le impedía que los mechones se le fueran a la cara.

–Tú sólo vienes aquí por la mañana... –dijo él sin remedio.

–José no está. Así que estoy jugando con una amiga estos días.

Peter estaba bañado en sudor. Por el cuello de su camiseta asomaba un vello húmedo. Le costaba respirar. Ella tampoco podía respirar normalmente. Le sudaban las manos, y de pronto oyó una risa cálida anunciando cierta relajación

–No te acerques a mí. Me hace falta un buen baño.

¿Y a ella se le había ocurrido que ese hombre podría ser el padre de su hijo?

¡Dios la librase de semejante cosa!

–Te estuve viendo jugar ¿Siempre juegas así?

–Lali, ¿por qué no nos vemos después de que juegues? Podemos tomar algo en el bar. He estado pensando en tu propuesta.

–Ese es un asunto del que no quiero volver a hablar siquiera.

–Tal vez lo acepte.

Ella se puso pálida.

–¿Hablas en serio?

–Con ciertas condiciones. Creo que deberíamos hablarlo un poco más.

–Se me hace tarde –dijo ella, esquivando el tema–. Tengo que irme. Te veré en el bar dentro de una hora.

Peter se volvió a secar el sudor, y se fue a la ducha. El sólo había reiniciado las conversaciones, o eso quería creer.

No había tomado una decisión... aún.

Continuará…