Capítulo 4

Hola, hola! Qué tal empezaron el día?! Antes que nada, BIENVENIDAS las chicas nuevas :) Gracias por pasar y animarse a leer!!!! Les cuento que el fin de semana no voy a estar, así que ya les dejé los capítulos programados para que lean (a las: 12 Perú / 14 Argentina / 18 España)! ;) Besos y pasen un lindo fin de semana! Nos leemos el lunes!

¡¡¡¡¡Feliz cumple Faty!!!!! Te quiero y capi dedicado a ti ;)

Twitter: @Caparatodos

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Se quedó inmóvil, recordando su rostro. Por algún motivo no se sorprendía de que jugara tenis, un deporte que necesitaba total concentración, estar en forma, y reflejos rápidos. Además, ella no vivía muy lejos de allí. Lo había sabido al averiguar cosas sobre su empresa.

Frunciendo el ceño, Peter se dirigió hacia los vestuarios.

Capítulo 4:

A las siete y media del día siguiente cuando iba rumbo a su oficina, Peter entró en el estacionamiento del club de tenis. Había pasado mala noche nuevamente, con sueños eróticos. A las seis de la mañana se había despertado sobresaltado con esas imágenes; y ahora las recordaba perfectamente. Una mujer hermosa, desnuda, con una habilidad increíble... Mariana Espósito.

El era capaz de controlar muchos aspectos de su vida, pero no podía controlar sus sueños.

Bajó del auto, y subió las escaleras de dos en dos. Pasó por el corredor desde donde se veían las canchas de abajo. Al llegar a la última, retrocedió como para poder espiar sin que lo vieran desde abajo.

Los jugadores se movían con destreza y precisión, y la pelota iba de un lado al otro de la cancha. Lali corrió hacia el frente, y atajó la pelota con suavidad, enviándola al rincón. El hombre que jugaba con ella se quejó frustrado. Lali se rió.

-Mi turno -dijo ella sonriente, sacando con su raqueta.

Estaba vestida con uno short blanco y un polo, el pelo recogido. De pie, lista para recibir la pelota, sus pechos erguidos se marcaban debajo de la ropa. Tenía el cuello sudado y las piernas algo musculosas. El cuerpo de Peter, involuntariamente reaccionó.

Dirigió su mirada a José Rojas. Era más alto que Lali, con pelo castaño y ondulado, y muy atractivo, más joven que Peter, y aparentemente en mejor forma. A Peter no le cayó bien.

Los jugadores estaban igualados. Lali jugaba con inteligencia cuando no podía llegar hasta la pelota. Después de verlos jugar durante diez minutos, Peter desapareció tan sigilosamente como había llegado.

Ella jugaba para ganar, pero también parecía disfrutar del juego. Y jugando al tenis era tan seductora como lo había sido en sus sueños eróticos.

Salió en el auto hacia su oficina. Lo más sensato sería decirle que no a su propuesta. Un no radical. Así no tendría que verla nuevamente. Porque lo peor que podía hacer era andar deseando a una mujer que seguramente salía con otro. Sobre todo una mujer como ella, tan inteligente, tan intensa, tan hermosa como Mariana Espósito.

Una mujer así debía alejarla desde el principio.

Una vez en su oficina, se preparó un café, y extendió los planos de la fachada del puerto, haciendo un esfuerzo por concentrarse; los años de estudio en ese sentido hicieron el resto. A las diez y veinticinco, se dio cuenta de qué era lo que no iba bien en el proyecto del puerto. Se trataba del estacionamiento, y finalmente se le ocurrió una forma de solucionarlo. Se sintió satisfecho consigo mismo, y bajó rápidamente a encontrarse con Lali.

La lluvia había cesado, y un pálido sol bañaba las calles entibiando apenas el día. Le diría que había evaluado la propuesta y que no le convencía la idea. Sería una manera de ahorrarles la visita a los dos lugares. Y después se olvidaría de ella. En dos semanas estaría de vuelta en Buenos Aires, su lugar.

Se hicieron las diez y media rápidamente. Luego las diez y cuarenta. Se empezó a impacientar. De alguna forma sospechaba que ella no era una mujer impuntual. A las diez y cuarenta y tres minutos llegó un camión verde pequeño, con el logo de Paisajes Espósito en letras doradas.

-Siento mucho llegar tarde. Nunca llego tarde. Mi madre tenía la obsesión de la puntualidad, y parece que la he heredado. No puedo soportar la idea de que alguien me esté esperando... Le pido disculpas, señor Lanzani.

El tenía la idea de quedarse a un lado del auto, soltarle su discurso, y volver a la oficina. Pero en cambio se vio subiendo a la camioneta, y mirando su bello rostro como si no pudiera alejar la vista de él. Ella tenía aspecto de estar cansada, una mujer muy diferente de la que había conocido el día anterior, y definitivamente de la que había visto tres horas antes en el club. Aunque hubiera sido más justo decir, de la que había espiado antes.

-¿Te pasa algo, Mariana? -le preguntó.

-¡Nada! ¡Ya le dije que odio llegar tarde! El motivo por el que he llegué tarde, es que mi mejor amiga tuvo está mañana a su segundo hijo. Recibí el mensaje cuando llegué al trabajo, así que he tenido que correr a la clínica, y luego ya se me hizo tarde para mi otra entrevista -se rió nerviosamente-. Con un inspector retirado cuyas ideas sobre la puntualidad podrían competir con mi madre... y llámeme Lali por favor.

-¿Y su amiga? ¿Ha salido todo bien?

-¡Sí! Felizmente.

-No parece precisamente contenta.

-Claro que estoy contenta -él parecía brujo, se daba cuenta de todo por lo visto.

-¿Sí? No parecía...

-Estoy muy contenta -dijo ella en voz alta, remarcándolo-. Ha sido un niño hermoso. Y estoy muy contenta -miró por el espejo del auto, y avanzó por entre el tráfico-. Iremos a lo del estacionamiento primero.

Peter no tenía idea de lo que pasaba. Pero ella parecía un volcán a punto de estallar.

-¿Sabe? Es la primera vez desde que nos conocemos que no está siendo sincera conmigo.

-Señor Lanzani, yo...

Continuará…