Capítulo 30

Buenas!!! Cómo estuvo el día por sus lares?! Acá día movidito, movidito! Por eso les subo de una vez y sigo correteando!!!! Gracias :D y mañana nos leemos! Que terminen bien el jueves! Besos ;)

Twitter: @Caparatodos

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–No puedo. Me hirió mucho saber que Guillermo me amaba por mi dinero y no por mí, y fue muy difícil quitármelo de encima.

Era la primera vez que hablaba del tema.

–¿Te recuerdo a él?

Capítulo 30:

–¿Crees que estaría contigo si fuera así?

–He sido yo quien te ha hecho la pregunta.

–No, no me recuerdas a Guillermo.

–Bueno, eso es algo –dijo Peter atentamente, y abrió la botella de zumo.

Lali se sentía enojada, y no sabía por qué. Tal vez porque sentía una curiosidad inmensa por saber por qué Peter no le proponía casarse con ella en ese mismo momento.

–No debería comer papas fritas... Voy a bañarme otra vez –y se puso de pie, en un intento por no demostrar su curiosidad.

Peter la observó meterse al mar. «Un hijo», pensó. Y Lali era la madre de su hijo.

«¿La amo?», se preguntaba. «Y si es así, ¿qué voy a hacer?».

–Iremos a cenar a Las Tinajas. Tienen un ambiente muy lindo, y la mejor ensalada que hayas probado. Y hablaremos de cualquier cosa, mientras no sea matrimonio y embarazo. ¿Qué te parece?

El cuerpo de él brillaba al sol, y su sonrisa era irresistible.

–Una cena temprano. Tengo que volver a mis libros de contabilidad esta noche. Mi contador ya está bastante molesto porque voy retrasada.

–Te llevaré a casa a las ocho y media.

–Me parece genial.

Peter se levantó con la toalla en la mano.

–Quédate quieta –y comenzó a secarle las gotas de agua salada sensualmente.

–Te diré una sola cosa, y luego, no volveré a hablar más del tema: el embarazo no adormece la libido –dijo ella.

Peter se rió, y la miró con deseo.

–Siempre puedes decirle a tu contador que has tenido que asistir a una cita importante. En la cama.

–No tiene el más mínimo sentido del humor –y le acarició el pecho con la punta del dedo, hasta el ombligo.

–¡Para! No se puede hacer el amor en público. Es delito.

–Los abogados tampoco tienen sentido del humor.

Volvieron a casa contentos. Lali se dio una ducha en el baño de abajo, y mandó a Peter al de arriba. Cuando pasó por la habitación de Lali, Peter sonrió, porque sabía que terminarían allí, a pesar del contador.

Entonces miró la habitación de enfrente.

Se le borró la sonrisa.

Lali la había decorado para el niño. Olía a recién pintado. Las paredes eran amarillo claro, y ella había agregado una cenefa con dibujos de Disney, y las cortinas a juego. La cuna era un modelo igual al de Milagros, observó con el corazón encogido.

En cuatro meses tendría un hijo. Ya no podía hacer nada para detener el proceso. Y entonces él volvería a ser vulnerable, vulnerable al dolor que su pequeña le había hecho sentir.

Se iría en el primer avión a Buenos Aires. No cenaría con Lali. Se metió en el baño, cerró la puerta y abrió la ducha caliente a tope. Luego se duchó con agua fría. Una vez que estuvo vestido fue abajo para ver si encontraba un peine.

La televisión estaba encendida en la sala. Lali estaba apoyada en la puerta de la cocina secándose el pelo, y mirando las noticias de las seis. Su bata era del mismo color que su traje de baño, y su pelo era una nube brillante que rodeaba su cabeza.

–¿Puedes dejarme tu cepillo cuando termines? –le preguntó secamente.

–Sí, claro –contestó ella pestañeando–. Te secaré el pelo, si quieres.

¿Que se iba a tomar el primer avión a Buenos Aires? ¿A quién quería engañar?

De pronto ella hizo un gesto de disgusto mirando la pantalla, y él desvió la mirada hacia el televisor también. Había habido un accidente en la carretera. Acababan de mostrar las imágenes de las ambulancias, la patrulla de policía... Peter se puso pálido.

Jimena había estado al volante de su nueva camioneta aquel fatídico día de febrero. Si no hubiera estado tan ocupado en el trabajo, habría conducido él. Tal vez él habría podido esquivar al camión cuando le fallaron los frenos en la colina. El era mejor conductor que Jimena.

–Peter, ¿qué te pasa, Peter? ¡Peter, no pongas esa cara!

Peter hizo un esfuerzo por volver al presente, a la mujer afligida que se le colgaba del brazo. Era Lali, pensó. No Jimena. Jimena estaba muerta.

–¿Qué pasó? Por favor, tienes que contármelo – le dijo Lali aliviada cuando él volvió en sí.

Ella había apagado la televisión.

–Mi mujer y mi hija de tres años murieron en un accidente de auto. Hace dos años y medio. Le fallaron los frenos a un camión. Yo estaba en la oficina cuando ocurrió.

¿Qué más iba a decir? Y hubiera deseado esfumarse de esa habitación.

–¿Es... por eso por lo que no quieres casarte otra vez, no es así? –dijo Lali insegura. Cuando él asintió, ella agregó–. ¿Y es por eso por lo que aceptaste el embarazo, no?

–No ha sido muy inteligente de mi parte –dijo él, quitándose la mano de ella de su brazo y yendo hacia la ventana–. Pensé que si tú quedabas embarazada, sabría que había un niño mío en el mundo, a quien cuidarían bien, sin tener que implicarme –luego agregó con amargura–. Cuando se trata de cuestiones emocionales, me temo que soy como un niño de kínder, como podrás darte cuenta.

–Peter –le dijo Lali con firmeza–, eres un ser humano. Como todos los demás. Lo debes aceptar.

–Sí, seguro.

Peter tenía la cara en sombras porque estaba de espaldas a la luz.

–Nadie que esté en el nivel de niño de kínder podría haber hecho el amor conmigo del modo que lo has hecho. Cuando hicimos el amor, tú te preocupaste por mí, me hiciste sentir libre, me hiciste sentir yo misma. Has sido sensible y apasionado. Me has hecho reír. No me digas que eso no tiene que ver con la madurez emocional.

Peter se metió las manos en los bolsillos. Jimena no había aceptado esos ofrecimientos de su cuerpo, y por ella, porque la amaba, él se había resignado. Lali era totalmente lo opuesto. Le hacía brotar una pasión que apenas conocía en sí mismo.

–Será mejor que nos vayamos, si no, no vas a poder trabajar esta noche – le dijo él con un sentimiento de temor y estremecimiento.

Ella dio un golpe con el pie.

–¡Al diablo los libros!

–Lali –le dijo Peter, sabiendo cuál iba a ser su respuesta, ¿quieres casarte conmigo?

Continuará…