Capítulo 28

Holillas!!! Por acá me tienen nuevamente, porque siempre me pueden! Jajajaajaj Gracias, gracias y gracias!!! Las quiero y soy feliz leyendo sus comentarios :D besos y ahora sí, hasta mañana!!!

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Era una escena de quietud, y Peter se sintió orgulloso de haber sido parte de ese proyecto. Pero el mérito era fundamentalmente de Lali. Había sido idea suya.

No todas sus ideas eran locas, pensó Peter. Y preguntó por Lali a la primera persona que apareció, un hombre mayor.

Capítulo 28:

–Dijo que se iba a casa. Hace demasiado calor para que esté aquí, me parece a mí –respondió el hombre apoyándose en su pala.

Peter pensó que más calor iba a pasar cuando se encontrase con él.

Agradeció al hombre y fue directamente a casa de  Lali, donde encontró su auto estacionado en la puerta. Las persianas estaban abajo en la sala, probablemente para que no entrara tanto calor.

Pero no contestó nadie. El se quedó dudando qué hacer. Se preguntaba si ella evitaba verlo a propósito. Pero de pronto oyó un ruido detrás de la casa. Se metió por el camino de piedra que llevaba al jardín del fondo. Lali estaba a punto de levantar una de las tres bolsas de tierra que estaban amontonadas.

–Yo lo haré. No tienes que levantar peso. –dijo Peter interrumpiéndola.

Ella se sobresaltó como si le hubieran disparado, y se dio la vuelta para mirarlo.

–¿Quién te invitó a mi casa?

–Soy grande ya, he venido solo, sin que me inviten. ¿Tienes a Agustín escondido en la casa?

–¿Tienes acaso una orden judicial para revisar? –respondió ella, y se inclinó hacia la bolsa de arriba.

–Lali, yo las voy a levantar –le repitió suavemente.

–No son pesadas, puedo sola.

Pero él la alejó para levantarlas.

–¿Dónde quieres que la ponga?

–Donde están la parte de piedras. Voy a plantar más bulbos –. Ella lo observó mover las bolsas sin esfuerzo, como si no pesaran nada, siguiendo el movimiento de sus músculos–. Gracias –luego hizo una pausa, para ver qué hacía él.

–¿Quieres que peleemos aquí o adentro? –dijo él amablemente.

Lali deseó estar vestida con algo más digno que un short premamá y polo grande con el dibujo de Silvestre a punto de cazar a Piolín.

–Hace demasiado calor para pelear. Donde sea.

–Lamentablemente esto no puede esperar hasta el próximo invierno –dijo Peter, y la tomó del brazo.

Peter se había levantado los lentes y las llevaba sobre la cabeza. En ellos se reflejaba el sol. Le parecía más grande de lo que lo recordaba. Y al tocarla se había dado cuenta de que no le importaría nada volver a hacer el amor con él. Nunca se había imaginado que el codo podría ser una zona erógena, pero parecía que con Peter siempre había algo por descubrir.

–Prefiero que sea aquí –contestó ella al fin.

–Entonces, por lo menos que sea a la sombra.

Ella lo siguió hacia el manzano silvestre, que no sólo los protegería del sol sino de la vista de los vecinos.

–Si el levantar peso no es bueno para mí, no creo que lo sea pelearme.

–Podrías haberlo pensado hace cinco meses. ¿Hace cuánto que conoces a Agustín?

–Cinco años.

–¿Por qué no le pediste a él que fuera el padre de tu hijo?

–No se me ocurrió –dijo Lali, con sinceridad–. ¿Por qué estás tan enojado, Peter?

–Tú llevas un hijo mío... No me parece que sea el momento oportuno para salir con nadie.

Pero Peter sabía que era sólo parte de la verdad. ¿Pero cómo iba a decirle que la idea de que otro hombre criara a su hijo cuando naciera le dolía tanto como la pérdida de Milagros?

–¿Estás celoso? –preguntó ella con enfurecida calma.

–Sí, estoy celoso.

Si él era sincero con ella, ella también podía ser sincera con él.

–Me hubiera puesto furiosa encontrarte en el concierto con otra persona que no fuese tu madre...

–¿Sabes qué? ¡No soporto a las mujeres que andan jugando con los hombres! –y como no iba a tocarla, apretó una rama a la altura de la cabeza, y jugó con ella violentamente

–¿Vas a casarte con él?

–¡No! ¡En absoluto!

–¡Bien! ¡Me olvidaba de que tú no querías casarte! ¿Cuándo va a venir a vivir contigo?

–¡No va a vivir conmigo! Él...

–¿Te has acostado con él? –las uñas de Peter se hundían en la corteza del tronco.

Lali respiró hondo.

–¡Me puedes escuchar! Está casado. Y...

–¡Lali! Lo primero que me preguntaste cuando nos conocimos hace cinco meses era si yo estaba casado. ¿Por qué no te importa que esté casado él?

–¿Podrías dejarme hablar? –dijo ella, tensa–. Agustín está casado con mi mejor amiga, Candela, quien tenía un terrible dolor de cabeza anoche. Y ése es el motivo por el que fui al concierto con Agustín.

Peter se quedó sorprendido.

–Candela... la que tuvo el bebe...

–Exactamente.

Lali se sentía cómoda con Agustín porque eran amigos, no porque fueran amantes, pensó Peter.

–¿Estás saliendo con alguien más?

–Peter, llevo una empresa cuyo trabajo se hace fundamentalmente en verano; tenemos una ola de calor insoportable, y estoy embarazada de cinco meses. Sé sensato.

–Yo tampoco salgo con nadie en Buenos Aires. No tengo ganas. Pienso mucho en ti, Lali.

–Siento mucho la escena con Agustín –dijo ella, ruborizada y arrepentida– Si hubiera sabido, cuando nos conocimos, que esto iba a transformarse en algo tan complicado, no te habría propuesto anda. ¿Pero qué otra cosa podría haber hecho delante de tu madre que no fuese tirarle toda la responsabilidad a Agustín y esperar que él fingiera también?

Continuará…