Capítulo 13

Hola chicas!!! Cómo están?! Espero que todo bien!!! Que tengan un buen fin de semana y lo disfruten mucho! Besos y gracias por sus comentarios :D Mañana se viene maratón, así que nos leemos!

Twitter: @Caparatodos

____________________________________________________

Al verla salir, se dio cuenta de que probablemente, en un par de días, se iría a la cama con ella. Y no sabía bien qué sensación le producía. Simplemente se sentía bien.

Capítulo 13:

La siguiente noche, Peter manejó su auto alquilado hasta la casa de Lali. La excusa fue que no quería escuchar su respuesta teléfono mediante. Pero otra razón fue que quería saber dónde y cómo vivía. Había sido un día soleado, y sus hormonas, como las de David, estaban alborotadas. Había ido a correr al parque después del trabajo, y luego se había duchado y cambiado de ropa. Tenía puesto su jean favorito, una camisa de algodón, y casaca para protegerse del frío.

La casa de Lali estaba en una esquina. Era pequeña, pintada de gris, y con los marcos en azul y gris. Una puerta de cedro separaba la calle del jardín delantero, que se preveía hermoso a la luz del farol. Distintos verdes, y varios colores se distinguían entre sombras.

En el jardín del fondo, se podían divisar rosas, y una especie de terraza, con cercos a los lados. Seguramente sería muy agradable sentarse allí una noche de verano, pensó Peter.

Pero sabía que él nunca disfrutaría de aquel jardín.

Subió la pequeña escalera hacia la puerta de entrada, y tocó el timbre

Lali había tenido una cita con una pareja joven, y dos hermanos mellizos de dos años tan vivaces y dispuestos como sus padres. Querían un jardín, una área de juegos, y una especie de huerta. Lali se había entusiasmado con la idea, y había dado rienda suelta a su imaginación hasta alargar la cita más de la cuenta.

Cuando trabajaba hasta tarde, generalmente se daba un baño, se cambiaba y se ponía cómoda. Así que, cuando llegó Peter, se había puesto uno de sus atuendos favoritos: un vestido de manga larga, largo hasta los tobillos, ajustado en el pecho y el resto suelto. Uno de los motivos por los que se lo había puesto era para sentirse segura al momento de hablar con Peter por teléfono. El no la vería. Pero ella se sentiría guapa. Antes de abrir la puerta se pasó una escobilla por el pelo. Pensaba que podría ser el repartidor del periódico. El día anterior no había estado en casa, y se había quedado sin este.

Abrió la puerta.

–¡Peter! Eres tú... –dijo sorprendida.

Peter se quedó inmóvil. Parecía que el corazón se le iba a salir del pecho. El vestido de Lali era verde jade, el pelo castaño le brillaba. Tenía los pies descalzos. Y él quiso imaginarse que estaría desnuda debajo de la tela que la cubría.

Peter tragó saliva.

–Espero que no te moleste mi visita. La decisión que vamos a tomar es muy importante como para que hablemos por teléfono.

–No, no. Para nada –mintió ella–. Pasa... Pasa. –Peter cerró la puerta–. Estaba por encender la chimenea en la sala. ¿Te provoca algo para tomar?

–Café solo, gracias. ¿Por qué no dejas que me encargue de la chimenea?

Lali salió disparada hacia la cocina.

En ese momento, y a pesar de su deseo de tener un hijo, hubiera dado cualquier cosa por borrar de la cena del día anterior todas sus palabras acerca de querer quedar embarazada. Desparramó granos de café por la encimera, por el suelo, y casi bota la jarra de cristal al piso. Se oía el crujir de la leña en la sala.

Loca. Tenía que estar loca.

Preparó dos tazas y sirvió algunas galletas en una bandeja. Y entonces Peter apareció en la cocina.

–Es una cocina muy bonita –dijo él afectuosamente, mirando los muebles de madera, el suelo de mayólicas, la mesa de pino–. No encontré los fósforos, Lali.

–Están debajo del lavadero –murmuró ella. Pero en el momento en que ella se agachó, él se agachó también. Sus caras se encontraron. Estaban tan cerca que ella podía ver la pequeña herida que él se había hecho al afeitarse el mentón. Se le aflojaron las piernas, y no pudo evitar ruborizarse.

Peter no pudo resistir la tentación de tocarle el pelo.

–Nunca te había visto con el pelo suelto –dijo él–. Tienes un pelo hermoso, debieras de llevarlo suelto siempre.

–Me molesta cuando estoy trabajando. Se mete por todas partes –murmuró ella.

Y esa vez, cuando él se acercó para besarla, ella estaba preparada para recibir su beso. Los labios de Peter estaban tibios, y se movían con una seguridad que a ella la hizo temblar internamente. Tal vez, pensó Lali, no estuviera tan mal. Después de todo, Peter no era Guillermo. Tenía que acordarse de eso.

Cuando él por fin dejó de besarla, Lali no supo si alegrarse o lamentarse.

–Los fósforos –susurró–. Están en el armario a tu lado.

–¿Seguimos, Lali? –preguntó Peter, de repente.

–Yo... Por favor, Peter. Vamos a la sala. No puedo pensar cuando estás tan cerca de mí.

–Está bien –dijo él riendo pícaramente. Le hacía gracia que ella se hubiera puesto tan nerviosa.

–Anda y prende la chimenea –dijo ella, levantándose. Sirvió el café y fue a la sala. Al entrar escuchó el crepitar del fuego. Notó que él había corrido las cortinas y bajado las luces. La llama bailaba en la sombra del techo. Ella se sentó en un sillón a un lado del fuego. Y él frente a ella. Le alcanzó el café y las galletas–. No entiendo por qué quieres ponerte en contacto conmigo una vez al año.

–Simplemente para asegurarme de que todo esté bien. No estoy seguro de que si necesitas ayuda vayas a llamarme. Eres demasiado independiente.

Era cierto, pensó Lali.

–¿Y si me caso o estoy con otra persona, vas a seguir manteniendo ese contacto conmigo?

El estómago de Peter se contrajo.

Continuará…