Capítulo 12

Hola, hola!!! Qué tal empezaron el viernes?! Yo feliz, feliz así que les subo de una vez! :D Gracias por sus comentarios y por estar siempre!!!! GENIAS! Un beso y que disfruten el finde! Nos leemos mañana y el domingo se viene la maratón! y Hola, Meli!!! Que lindo tenerte de nuevo por acá ;) ajajaja

¡FELIZ CUMPLE @FLORDEMARIIA! :D Que la pases lindo, capítulo dedicado a tí! 

Twitter: @Caparatodos

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–De la misma forma que tú tratas el nacimiento del bebé... Yo quiero saber cuándo nazca.

–Lo voy a pensar –dijo ella brevemente.

Capítulo 12:

–Te dije que el trato tenía ciertas condiciones, Lali. Hay tres más. Una, que si alguna vez necesitas ayuda, me avises. La segunda, que me pondré en contacto contigo una vez al año para saber cómo va todo. Y la tercera, una vez que sepa que estás embarazada, cambiaré mi testamento para que el bebé y tú sean beneficiarios.

Lali dejó de comer.

–¿Sabes cómo me siento? Como una mosca en una telaraña. Cuanto más intento defenderme, más atrapada estoy.

–No estamos hablando de algo sin importancia, como un partido de tenis, por ejemplo –dijo Peter en tono serio–. Estamos hablando de una nueva vida que vamos a traer al mundo. No es algo que podamos tomar a la ligera. Si uno de los motivos por el cual me has elegido es porque tengo principios, no esperarás que desaparezcan por arte de magia cuando te convenga.

El problema era que él tenía razón.

–Creo que es mejor olvidarnos de este asunto. Cada vez se vuelve más complicado –ella jugó con el cuchillo–. Peter, ¿estoy equivocada al querer tener un bebé? Sé que se supone que la gente se deba casar primero y después tener hijos. ¡Pero detesto la idea de casarme! Es como si hubiera quedado curada contra el amor. No quiero enamorarme. Sólo quiero tener un hijo.

No hablaba por hablar. Realmente quería que Peter le dijera algo. Pero se equivocaba al elegirlo a él para que le diera una respuesta. El estaba curado contra el matrimonio y contra los niños.

–Ser madre soltera no te será fácil –dijo él cuidadosamente.

Lali había deshecho el pepino con el cuchillo.

–Todas las mujeres que conozco están casadas, han formado una familia, o están constantemente cambiando de relación, enamorándose y desamorándose. Yo no encajo en ninguno de esos grupos. Ese es el problema.

–¿No has pensado en la adopción?

–Hay una larga lista de espera. Tendría que esperar años. No tengo tanta paciencia, Peter. Quiero tener un hijo ahora. Y sé que tienes razón. Ser madre soltera y seguir con mi trabajo no será fácil. Pero estoy aprendiendo a delegar parte del trabajo a otros. David, mi ayudante, puede manejar la empresa durante uno o dos años, sobre todo si me dedico a las plantas perennes.

El gesto en la mandíbula de Peter no era celos, por supuesto.

–¿Por qué no le pides a David que sea el padre, entonces?

Ella se rió suavemente.

–¡No, no! No es porque no le interesen las mujeres, eso te lo aseguro. Solo que le interesan demasiado. Tiene las hormonas masculinas siempre alertas. Cuando empezó a trabajar conmigo tuve que dejarle las cosas muy claras, y ahora somos buenos compañeros. –Lali se puso seria, y alejó una papa frita que quedaba en el plato. Luego continuó–. Tengo algo de dinero ahorrado, el que me queda de la agencia, y de lo que me dejó mi tía. Y sé que Candela me pasará la ropa de bebé que ya no vaya a usar, y todas las cosas que me hagan falta –entonces lo miró a los ojos, y dijo apasionadamente–: ¡Tengo tanto amor para dar, Peter! Seré una buena madre, lo sé.

Entre otras emociones, Peter sintió compasión.

–Si no creyera que vas a serlo, ni siquiera estaría aquí teniendo esta charla contigo –los ojos de Lali se llenaron de lágrimas. Peter se las secó cuando se escaparon sin permiso–. Eres una buena persona, Lali. Claro que vas a ser una buena madre.

Por la mejilla de Lali se deslizaron dos lágrimas más, que cayeron en el plato.

–No sé por qué lloro –murmuró ella–. Mejor dicho, sí, lo sé. Porque eres un hombre sincero y honrado, y cuando me dices esto, me conmueves. Gracias, Peter.

Peter sintió que si seguía con esa conversación, terminaría hablando de lo que no quería, así que dio un mordisco a su hamburguesa antes de hablar.

–Creo que deberías irte a casa y pensar en las condiciones. Puede ser que no te interesen. En ese caso dejaremos todo como está.

–¿Quiere decir que si acepto las condiciones, aceptas el trato?

–Sí, eso es lo que trato de decirte.

Lali le puso más sal a sus papas.

–En lugar de sentirme feliz, estoy aterrorizada –confesó ella.

–Te llamaré mañana por la noche, para que me digas que decisión tomaste. ¿Estarás en tu casa?

–A las ocho y media. Tengo una cita con unos clientes, después de la cena.

El asintió. Ella miró el plato de sobras de hamburguesa con desagrado.

–No tengo más hambre. ¿Te importa si me voy a casa ahora? Me siento como si me hubiera pasado cuarenta y ocho horas peleando con alguien.

–No hay problema –dijo él, retrocediendo su silla.

Al verla salir, se dio cuenta de que probablemente, en un par de días, se iría a la cama con ella. Y no sabía bien qué sensación le producía. Simplemente se sentía bien.

Continuará…