Capítulo 18

Buenas, buenas chicuelas!!! Cómo pasaron el día??? Y con este si nos despedimos hasta mañana! Gracias por estar hoy en la maratón :D Me alegro que les guste la nove!!! Besos y nos leemos mañana, que empiecen bien la semana!

Twitter: @Caparatodos

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Lali se quedó en medio de la sala. Las cenizas de la chimenea estaban frías y grises. El fuego de la chimenea se había apagado sin lugar a dudas.

¿Pero cómo haría para apagar el fuego que había surgido entre ella y Peter?

Capítulo 18:

Peter tenía que ir al hotel a cambiarse, así que iba a llegar tarde a la oficina.

–Un fax urgente de Mendoza, señor Lanzani. Se lo he dejado sobre el escritorio –le dijo la señora Torres mirándolo con curiosidad.

Peter leyó el fax, hizo dos llamadas, y le pidió a la señora Torres que fuera a su oficina.

–El señor Lozano, del contrato en Mendoza, quiere que esté allí esta tarde a más tardar. No habrá manera de postergarlo. No llegaría el fax. Tendré que ir. ¿Podría reservar el pasaje, por favor? Puede cancelar mi reserva en el hotel aquí. Y necesitaré un carro para ir al aeropuerto.

Raúl Lozano era el presidente de una Asociación internacional de Conglomerados con el cual Peter quería hacer un negocio.

–Sí, por supuesto, señor –respondió la señora Torres antes de salir de la oficina.

Peter buscó en la guía telefónica el número de Paisajes Espósito. Un hombre contestó la llamada. Sería David, pensó Peter, la mano derecha de Lali, el hombre de las hormonas a flor de piel.

–Buenas, ¿me podría comunicar con Lali? por favor.

–No se encuentra en la oficina en estos momentos. Estará aquí a las once más aproximadamente. Puedo darle el teléfono de su cliente si quiere...

No quería interrumpir a Lali en una reunión de trabajo para decirle que se tenía que ir y que no volvería.

Lozano tenía fama de ser una persona perseverante e incansable para los negocios, así que posiblemente no podría estar con ella el fin de semana. La semana siguiente tendría que estar en Mar del Plata, además.

–Dígale que la llamó Juan Pedro Lanzani, y que me llame en cuanto llegue. ¿Me puede hacer ese favor?

–Sí, por supuesto.

La señora Torres tocó la puerta para consultarle los horarios de los vuelos. Peter eligió el más temprano, y durante las dos horas siguientes dejó organizado el trabajo en Rosario. Cuando sonó el teléfono, le pidió a la señora Torres que por favor lo dejara solo.

–¿Peter? –dijo ella con voz cálida del otro lado.

–Sí, soy yo, Lali. Lo siento mucho, pero tengo que irme esta tarde –y le explicó brevemente el asunto–. El problema es que voy a estar en Mar del Plata toda la semana que viene, con la posibilidad de que tenga que viajar a Hong Kong después.

–¡Oh! Entiendo –contestó ella.

–He tenido que trabajar mucho para conseguir el contrato en Mendoza, de no ser así le hubiera dicho que era imposible ir.

–No creo que le hubieras dicho eso.

–Hablas con mucha educación. ¿No te molesta que se haya truncado nuestro encuentro?

–Claro que sí –dijo ella; pero a él no le pareció muy cierta su respuesta.

–¡Sabes lo mucho que deseaba pasar el fin de semana contigo! –ella contestó con un sonido indefinido. Peter se sintió totalmente frustrado y explotó–. ¡Hay veces que odio el teléfono! Pero no tengo tiempo ni siquiera de que comamos juntos, Lali. Me pasan a buscar en media hora.

–De todas formas tenía una reunión al mediodía.

Peter dio un puñetazo en el escritorio.

–Le enviaré un fax a Lozano y le diré que no puedo ir hasta mañana.

–¡No! ¡No! No puedes hacer eso.

Era la primera frase que Lali expresaba con emoción, le pareció a Peter.

–No te interesa, es eso ¿no? –dijo él enojado–. Después de todo, ya lograste lo que querías, ahora ya no me necesitas más.

–Peter, no es que...

El estaba demasiado molesto como para escuchar.

–Dentro de un mes te llamo para saber si estás embarazada. Y espero que así sea, por el bien de los dos. Porque no quiero imponerte mi presencia más tiempo del necesario.

–Eso no es lo que dijiste anoche –dijo ella.

Alguien tocó la puerta de la oficina de Peter.

–Tengo que irme ahora. Te llamaré el próximo mes –Peter colgó el teléfono con violencia anormal.

La señora Torres entró con otro fax de Lozano, en el que le confirmaba la entrevista que tenían a las tres y media esa tarde. La suerte estaba echada, pensó Peter. Era una manera de salir de todo aquello también. Mariana Espósito le provocaba emociones que sería mejor evitar.

Indirectamente Raúl Lozano le hacía un favor.

Continuará…