Capítulo 19

Hola chicas!!! Cómo empezaron la semana??? Espero que bien, pero sobre todo que sea buena para ustedes! Gracias por el aguante ayer, me encanta leerlas :D Gracias!!! Besos y nos leemos mañana!

P.D.: Vieron Solamente Vos??? Qué les pareció?!

Twitter: @Caparatodos

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La señora Torres entró con otro fax de Lozano, en el que le confirmaba la entrevista que tenían a las tres y media esa tarde. La suerte estaba echada, pensó Peter. Era una manera de salir de todo aquello también. Mariana Espósito le provocaba emociones que sería mejor evitar.

Indirectamente Raúl Lozano le hacía un favor.

Capítulo 19:

Lali colgó el teléfono. Debería haberle explicado a Peter que David había estado a su lado durante toda la conversación. Pero se había quedado en tal estado de shock al escuchar que Peter se marchaba, que no iba a verlo de nuevo, que su cerebro parecía haberse bloqueado.

Mendoza, Mar del Plata, Hong Kong, encuentros con presidentes de la asociación internacional. El estaba fuera de su círculo social.

De todas maneras ella quería que Peter desapareciera de su vida. ¿Entonces por qué le afectaba tanto el saber que se iba?

David se acercó a Lali con unas macetas del almacén de su oficina.

–¿Quieres éstas, Lali? ¿Te sientes bien?

David tenía los ojos azules, el pelo rubio con rulos, y la cara bronceada, lo que contrastaba con sus dientes blancos, algo que a las mujeres las volvía locas. Era un mujeriego. Pero también era un excelente empleado, y muy buena persona. Por eso ella estaba feliz de trabajar con él.

–Estoy bien. Un... un amigo cambió los planes, solo eso.

–¿Un hombre, no?

–Bueno, sí.

–Hay muchos otros en el mundo –dijo David.

Tenía razón. Aunque desde que Guillermo se había ido no se había molestado en buscar a ninguno.

–Tengo que estar en Cinco Esquinas a las doce y media –dijo Lali–. ¿Vas a ir al planetario? –David asintió–. Genial, entonces nos vemos cuando vuelva.

Lali cerró la puerta de la oficina. Aún le quedaba media hora antes de partir. Media hora para quitarse esa sensación horrible que tenía en el estómago, y para quitarse la tristeza. No tenía por qué sentirse así. En absoluto.

Pasaron cuatro semanas, durante las cuales el comentario de Peter acerca de la relatividad del tiempo se confirmó completamente.

Peter había conseguido el contrato con Lozano, y sin embargo no se sentía entusiasmado. En Mar del Plata había llovido sin cesar, y en el viaje a Hong Kong se la había pasado mirando rascacielos todo el tiempo, y con una agenda agitada, lo que no había sido muy gratificante. Y en Buenos Aires se había encontrado con una ola de calor anticipada.

Durante esas cuatro semanas Peter había trabajado arduamente y se había entretenido yendo al cine en sus tiempos libres. Había visto películas de todo tipo. También había jugado al tenis, y caminado por la ciudad para cansarse y no pensar antes de dormir.

A pesar de todo eso, no había podido sacarse a Lali de la cabeza. Incluso dormía mal.

Se había pasado dos años sin una mujer. Pero había aparecido Lali con su pelo castaño y su loca idea, y había derrumbado la fortaleza que él había construido. Y no podía volverla a construir.

Había estado loco al hacer el amor con una mujer que apenas conocía.

Ahora la cama le parecía grande, y un lugar donde su soledad aumentaba. Había sido un tonto al pensar que acostándose con Lali el deseo que sentía por ella iba a desaparecer. ¡Los recuerdos de Lali estaban siempre presentes! Y lo peor no era la frustración de su cuerpo que la añoraba, sino sus propios pensamientos obsesivos. Era posible que hubiesen concebido un hijo... ¿Cómo había podido ser tan irresponsable? ¿Tan indecente? Pero también era posible que ella no hubiese quedado embarazada...

En ese caso no pensaba repetir la experiencia...

Una y otra vez acudían a su mente las imágenes de Lali en la cama, como una pesadilla que se repetía. Parecía ser que la abstinencia, ya no iba con él. Y lo peor de todo era que no podía contárselo a nadie. Y menos a su mamá. Ella estaría feliz de tener otro nieto...

¿La habría dejado embarazada o no?

Lo que estaba claro era que había dejado de ser el hombre que dejaba pasar la vida por delante de sus ojos. Se sentía vivo otra vez.

Al llegar a su departamento, decidió que no iba a esperar más para saber la verdad. Fue hacia el teléfono. Tenía que saber la verdad. No tuvo que buscar el número de Lali. Estaba grabado en su memoria.

Al oír el sonido de la llamada su corazón se aceleró. Imaginó la cocina de Lali, donde estaba el teléfono. También había un teléfono en su cuarto, recordó.

Sonó dos, tres veces. Y entonces saltó el contestador.

–En este momento no podemos atenderlo. Por favor, deje su mensaje después de la señal. Lo llamaremos a la brevedad.

El pronombre plural, sospechó, era una precaución de una mujer que vivía sola.

« ¿Pero, y qué pasaría si conocemos a alguien?», le había dicho ella cuando él le había hablado de sus condiciones. ¿Estaría con otro?

–Lali, por favor, llámame a cualquier hora antes de medianoche, soy Peter –dijo, dejando finalmente el mensaje y colgó el teléfono.

¿Con quién estaría?

¿Dónde estaba?

Continuará…