Capítulo 29

Hola!!! Cómo les va?! Espero que bien, y hayan tenido un buen día! Y las que están estudiando… nada, MÉTANLE así aprueban todo y disfrutan las merecidas vacaciones ;) GRACIAS por todo son lo máximo!!! Besos y hasta mañana!

Twitter: @Caparatodos

____________________________________________________

–Siento mucho la escena con Agustín –dijo ella, ruborizada y arrepentida– Si hubiera sabido, cuando nos conocimos, que esto iba a transformarse en algo tan complicado, no te habría propuesto anda. ¿Pero qué otra cosa podría haber hecho delante de tu madre que no fuese tirarle toda la responsabilidad a Agustín y esperar que él fingiera también?

Capítulo 29:

–Si lo echan alguna vez del trabajo, podría dedicarse a actor –dijo él sarcásticamente.

–Por si te interesa, se enojó mucho después. El piensa que los niños deben tener a los dos padres.

Ella estaba jugando con una hoja roja, rompiéndola. Se le veía cansada y triste.

–Cuando fui a la oficina a buscarte, David dijo más o menos lo mismo, aunque en un tono un poco más subido...

–He hecho todo lo posible por mantenerlos al margen.

–Lali, ¿por qué no nos vamos a bañar a la playa? Ahora.

La cara de Lali se encendió.

–¿De verdad lo dices?

–A lo mejor hasta te compro helado de cerezas.

–¿Te acuerdas de eso?

–Me acuerdo de todo lo que dijiste e hiciste...

Ella también se había acordado de él muy a su pesar

–Me encanta ir a la playa –dijo ella.

Peter fue a casa de su madre a buscar su traje de baño y una toalla y luego fue a recoger a Lali. Entonces se dirigieron a la playa y pararon en un lugar apartado de la gente.

Pusieron una toalla y él se quedó solo con el traje de baño.

–¿Vamos a nadar?

Ella observó su cuerpo masculino, bien formado.

–Los trajes de baño para embarazadas son tan sexy como un... hipopótamo.

–¿Me estás diciendo que te sientes como un hipopótamo?

–Más o menos.

–Lali, tú me pareces muy hermosa.

–Pero estoy perdiendo mí figura...

–No tienes por qué estar siempre como una modelo de revista. Tú eres tú, simplemente.

Entonces ella siguió desabrochándose los botones del vestido.

Su traje de baño era turquesa, púrpura y verde. Sus pechos estaban más grandes, igual que su vientre, lo que a Peter le despertó una sensación de posesión inigualable.

Él la besó, sin saber de qué otra manera expresar lo que sentía. Y entonces ella extendió los brazos y le acarició el pelo y hundió sus dedos en él, y luego lo besó. Entonces desde lo más profundo de su ser a su mente acudieron las palabras: «Te amo, Lali, te amo».

Sintió como si el mundo se le diera vuelta.

–Peter, ¿qué te pasa, Peter? –la oyó decir, interrumpiendo sus pensamientos.

No podía decírselo. Todavía no. Porque no sabía si tenía el coraje de que esas dos palabras cambiaran su vida por completo. O incluso si de verdad las sentía.

–Después de un beso tuyo, necesito un baño con urgencia.

–Sé lo que se siente... –respondió ella sonriente.

Entraron en el mar, entre las olas. Lali se sentía viva en el mar.

–¡El último en zambullirse es una gallina! –exclamó ella.

Peter la zambulló suavemente, y luego se metió él, nadando.

–Dime que ha sido una buena idea –dijo al salir.

–Te ganaste el primer premio –dijo Lali. Jugaron con las olas, buscaron conchitas, y rieron como niños en el recreo–. Me siento tan bien –agregó al salir, y se sentó en la toalla. Y buscó una bolsa de papas fritas que llevaba en una canasta

Peter se sentó a su lado, con las piernas estiradas. Tenía una cicatriz en la rodilla.

–¿Qué te pasó ahí? –preguntó ella despreocupadamente, mientras abría la bolsa de papas.

–Me caí de la bicicleta a los nueve años.

Él le puso la mano en el vientre. Le pareció que se movía algo.

–Lali...

Ella le tomó la otra mano, y la puso también sobre su vientre.

–Es tu hijo, Peter.

–¿Mi hijo? –murmuró él.

–Me hicieron una ecografía hace dos semanas.

El cerró los ojos, y sintió los movimientos suaves de su panza, rompiéndole todas las defensas construidas a lo largo de esos dos años. Puso la cabeza sobre el pecho de ella. Sentía ganas de llorar de la emoción.

Estaba envuelto en un tumulto de emociones, tan violentas y enérgicas como las olas. Ella le acarició la cabeza.

Entonces ella pensó que no sólo el niño crecía. Siempre que estaban juntos pasaba algo entre ellos. «Y no puedo evitarlo», pensó.

«No debí contarle lo de la última ecografía. No debí volver a verlo», siguió.

–¿Estás bien? –preguntó ella, mientras jugaba con su pelo.

–Gracias, Lali, por decírmelo.

–El doctor dice que estamos muy bien los dos, y que todo va bien.

–¿Estás contenta de que sea un hombre?

–Un bebé saludable es todo lo que quiero. Pero supongo que, como madre soltera, con una hija sería más fácil.

–David y Agustín piensan que tú y yo deberíamos casamos –le dijo él apartándose.

–Estoy segura de que tu madre pensaría lo mismo.

–Pero tú, no.

Ella se metió unas cuantas papas fritas en la boca.

–Me juré después de que se fuera Guillermo, que jamás me casaría otra vez.

–Entonces para qué voy a molestarme en intentar hacerte cambiar de opinión...

No estaba decidido, sintió ella.

–Tú tampoco estás convencido.

–Pero es una hipótesis.

–No puedo. Me hirió mucho saber que Guillermo me amaba por mi dinero y no por mí, y fue muy difícil quitármelo de encima.

Era la primera vez que hablaba del tema.

–¿Te recuerdo a él?

Continuará…