Capítulo 82

Hola, hola!!!! Cómo les va?! Y... llegó el final nomás! Muchas, muchísimas GRACIAS por acompañarme en esta historia! Me encanta que les haya gustado y espero se enganchen con la que viene! Gracias por estar y por el aguante, con ustedes del otro lado no solo da gusto subir sino que lo hago con ganas! Las quiero y nos leemos, quién sabe si más tarde :?, con "Propuesta arriesgada! Besos

Les dejo el link de descarga de "Con un poco de espíritu": http://www.4shared.com/office/NSuUowjZ/Con_un_poco_de_espritu.html y ya saben, sí alguna tiene problemas con la descarga me avisa por acá o por el mail: caparatodos@hotmail.com así le mando la nove! ;) 

GRACIAS Isa por la portada :) y María fíjate que Titel te respondió!

Twitter: @Caparatodos

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—No me ha hecho daño —protestó Lali—. Sólo estoy enojada.

Su madre le dio una palmadita en la mano.

—A veces no hay diferencia.

Capítulo 82:

Peter entró en Delica’s el día de Navidad, sin saber qué iba a encontrarse. Eugenia lo había llamado para confirmarle la invitación, e incluso había invitado a sus padres, pero era evidente que Lali estaría allí y que no le dirigiría la palabra. La única vez que había contestado el teléfono en los dos últimos días había colgado en cuanto había escuchado su voz.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó una voz gélida a sus espaldas.

—Eugenia insistió en que viniera —respondió él, mirándola de arriba abajo. Parecía furiosa, pero las manchas oscuras bajo los ojos sugerían que no había dormido mucho mejor que él.

—Otra persona que me ignora para tomar decisiones que me afectan personalmente —dijo ella en tono amargo—. Tendría que haberle dicho que no quería que vinieras.

—Parece que Eugenia es más generosa que tú.

—Por mí puedes quedarte o marcharte, pero no te quedes si vas a aguarle la fiesta a todo el mundo.

—No es mi intención —declaró él—. De hecho, esperaba pasar un minuto a solas contigo.

—¿Por qué?

—Tengo un regalo para ti.

Por un instante, ella pareció desconcertada.

—Yo no te he comprado nada. Bueno, sí lo hice, pero lo devolví ayer.

—En realidad, ya me has hecho un regalo —le aseguró él—. Me has dado algo que nunca hubiera esperado. Escúchame, ya sé que lo arruiné todo, pero te juro que quería hablar contigo del trabajo en cuanto llegara a tu casa la otra noche. Creía que podía hacerte ver que era una magnífica oferta.

—Sí, eso ya lo sé. Tal vez no la hayas aceptado aún, pero es obvio que piensas hacerlo.

—Quería hacerlo —corrigió él—. Hay una diferencia. Por favor, dime que sabes que para mí eres más importante que cualquier trabajo.

Ella negó con la cabeza.

—Lo siento, pero no te creo. Lo que haces habla por sí solo.

—¿Y si lo que hago es esto? —preguntó él, sacando del bolsillo el pequeño paquete envuelto en papel de regalo y con una cinta roja—. ¿Bastará para convencerte?

Ella dio un paso atrás, sin quitar la vista del paquete.

—¿Qué significa esto?

—Lo sabrás si lo abres —respondió él, riendo.

Ella lo miró con los ojos entrecerrados.

—¿Todavía quieres el trabajo en Pilar?

—Sí, pero es negociable.

Lali parpadeó al oírlo.

—¿En serio?

—Tú eres más importante que cualquier trabajo. Tendría que haberlo discutido antes contigo, pero todo sucedió muy rápido. Lo siento.

—Así que me dejaste al margen.

—De verdad lo siento.

—Si vamos a estar juntos, tenemos que tomar las decisiones juntos.

—Lo sé. Y si después de haberte hablado de este trabajo sigues pensando que no vale la pena, les diré que no voy a aceptarlo.

—Pero tú quieres ese trabajo —dijo ella, aparentemente resignada—. ¿No es así?

—Sí.

—Entonces, ¿por qué ibas a dejarlo por mí?

—Porque tú me importas más —le puso un dedo bajo la barbilla para obligarla a mirarlo—. Lo digo en serio, Lali. Tú eres lo que más me importa en el mundo.

Lali pareció sorprendida por su insistencia.

—Muy bien, ¿y qué pasaría con tus padres? Ahora que estábamos haciendo algún progreso…

—Llegarán de un momento a otro para seguir haciendo progresos.

Los ojos de Lali se abrieron como platos.

—¿Tus padres van a venir?

—Dentro de… —miró su reloj— quince minutos, más o menos.

—¿Sabe Eugenia que los invitaste?

—Fue idea suya —respondió él—. Yo no fui lo bastante inteligente ni valiente para pensar en ello.

—Ya veo.

—Podemos hacer que funcione, Lali. Estoy convencido de ello.

—No me voy a ir de Monte Grande —dijo ella, todavía insegura.

—¿Te pedí que lo hagas?

—El trabajo que quieres está en Pilar.

—Pero no tenemos por qué vivir ahí. Puedo ir y venir todos los días. O podemos organizar nuestros horarios para dividir el tiempo entre ambos sitios. En Pilar tenemos la casa de invitados de mis papás, y aquí tenemos tu casa.

—Has pensado en todo, ¿no?

—Por eso soy tan bueno en mi trabajo…

—Un marido tan minucioso puede ser muy pesado.

—Cambiaré —le prometió él—. Pensaré solamente en una cosa, si eso es lo que quieres.

—No.

—Entonces dime qué quieres.

—Lo quiero todo —admitió ella—. A ti. Monte Grande. Mi casa. Y que tú seas feliz con lo que haces.

—Tú me haces feliz.

—Pero también necesitas tu trabajo —aceptó ella con un suspiro—. Supongo que tendrás que trasladarte todos los días a Pilar.

—Gracias. ¿Algo más que tengamos que negociar antes de que aceptes mi propuesta?

Ella lo pensó un momento.

—¿Volverás a gruñir por la navidad?

—Nunca más —prometió él—. A no ser que tenga que soportar a Osvaldo en otro comité.

—Me parece justo.

—¿Lista para abrir tu regalo?

—Aún no —respondió ella con una mirada traviesa—. Mi padre está por ahí. Creo que los dos deberían hablar de un par de cosas.

—¿Quieres que le pida a tu padre permiso para casarnos?

—No. Quiero que hables con un hombre que acaba de redescubrir el significado de la navidad. Ahora está haciendo de Papa Noel.

—¿Papa Noel? Pero…

—A él tampoco le entusiasmó mucho la idea —dijo ella con una sonrisa—. Pero Osvaldo se llevó a María, Fiorella y Sebastián a Mar del Plata para celebrar la reconciliación de su hijo y María. Alguien tenía que reemplazarlo para hacer de Papa Noel. Y las Poderosas me ayudaron a convencerlo —buscó a su padre con la mirada y lo vio rodeado por dos docenas de críos.

—Tu padre parece estar feliz de la vida —comentó Peter.

—Siempre ha tenido debilidad por los niños y por la navidad —sonrió—. Deberías estarle agradecido. Osvaldo había pensado en ti para hacer de Papa Noel.

—Por supuesto que le daré las gracias —dijo Peter, aunque la perspectiva de ser Papa Noel no le parecía tan horrible como antes. Le retiró a Lali un mechón de pelo de la mejilla—. Parece que tenemos mucho que celebrar.

Ella se puso en puntitas de pie para besarlo.

—¿Empiezas a sentir el espíritu navideño?

Peter comenzó a reír.

—Creo que estoy sintiendo algo, sí.

—¡Hey!, ten cuidado. Estamos en Navidad y esto está lleno de niños. Y tus padres están por llegar… No querrás que nos sorprendan en un arrebato pasional, ¿no?

—Lo dejaremos para después —dijo él.

—Eso es… Feliz Navidad, Peter.

—Feliz Navidad, mi amor.

FIN