Capítulo 22

Hola!!!! Cómo les va?! Espero que bien y haya sido un buen día! Gracias (y no me canso ni cansaré de agradecerles) por sus comentarios!!! Son unas genias y me encanta leerlas!!!! Las quiero y nos leemos mañana! Besos

Twitter: @Caparatodos

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–Buenísimo –y pensó que le gustaría que alguien se alegrase de su embarazo sinceramente, y sin peros.

Capítulo 22:

Pasaron los meses, y llegó el principio del verano. Candela y Agustín habían sido de gran apoyo y compañía para Lali. Y David la cuidaba permanentemente en el trabajo. No había vuelto a ver a Peter, a pesar de su comentario amenazador, pero soñaba muchas veces con él, y su cuerpo lo recordaba con desesperación.

Ella había creído que el embarazo iba a sofocar su deseo por él, pero se había equivocado. Otro inconveniente eran las náuseas matutinas, que a ella solían darle por las tardes, por lo que había decidido trabajar desde su casa con la computadora en los momentos que más malestar sentía, y arreglar las citas con los clientes para las mañanas.

Una mañana a principios de diciembre Lali llegó a la casa de una tal señora Claudia Molinari. Era pequeña pero acogedora, y el jardín un trozo de terreno sin gracia. La mujer que le abrió la puerta tenía los ojos grises una melena canosa, y una cara que dejaba ver un gran carácter. A Lali le cayó bien de inmediato.

–¿Por qué no vamos directamente al jardín? –Dijo la señora Molinari–. Si es que se lo puede llamar así... Me recuerda más un cementerio a la espera de su primer cliente. Y como no tengo intenciones de morirme, he decido arreglarlo. Mi querido esposo Francisco era un apasionado del jardín, y lo extraño tanto que, al venirme a vivir aquí no fui capaz de plantar ni un pensamiento. Pero pienso que a él le gustaría que yo tuviera un jardín. ¿Cuánto tiempo puede llevar el trabajo?

–Puedo diseñar y plantar el jardín en pocos días, y por una cuota mensual se lo mantendremos también.

–¡Genial! Mañana es mi cumpleaños, así que es una buena oportunidad... ¡Qué mejor regalo para hacerme a mí misma!

–Suena bien –sonrió Lali–. Cuénteme sobre su otro jardín.

Mientras la mujer hablaba, Lali se hacía una idea del matrimonio feliz que había tenido y de su jardín. Fue a buscar una soga anaranjada a su auto, para dividir el jardín en zonas y hacerse a una idea.

–Me parece que han tocado el timbre. Enseguida vuelvo. Debe ser el cartero, espero un paquete de Buenos Aires para mi cumpleaños –exclamó de pronto la señora Molinari.

Lali se quedó donde estaba. Luego siguió su trabajo, haciendo un esquema de los árboles que pondrían, y observando los árboles vecinos. Entonces escuchó voces que provenían de la puerta trasera. Era una voz de hombre que se entremezclaba con la de la señora Molinari.

–Me alegro de verte, mi amor. Éste es un regalo que me haré. Voy a arreglar el jardín.

–¿Te aburriste de la hierba, no? Me alegro de que lo hagas.

Lali Conocía esa voz, y sintió pánico. Era la voz de Peter. Pero no era posible. Peter estaba en Buenos Aires.

No podía estar en Rosario visitando a una de sus clientas.

Lali se quedó inmóvil, debajo de las ramas de uno de los árboles, con el corazón en la boca, y el rostro entre sombras. Llevaba una blusa de manga corta color beige y un short verde, una especie de uniforme de verano. En el momento en que la señora Molinari apareció nuevamente trató de recomponerse y poner un gesto de amabilidad y cortesía.

–Justamente esta mañana llamé a una persona para que me aconseje... Ella es Mariana Espósito, Peter. Es diseñadora de jardines. Lali, quiero presentarte a mi hijo, Juan Pedro Lanzani.

Lali sintió que se hundía la tierra bajo sus pies.

–Encantada, señor Lanzani –dijo ella balbuceando.

El estaba parado detrás de su madre, con un gesto lleno de rabia, que hizo a Lali dar un paso atrás instintivamente.

–Es un placer... –dijo él, haciendo un esfuerzo sobrehumano por guardar la compostura.

–La próxima vez que vengas no vas a reconocer el jardín, Peter. ¡No te imaginas qué ideas tan buenas tiene Lali!

–¿De verdad? –dijo él irónicamente.

–¿Se conocen? –dijo Claudia mirándolo desconcertada.

–¡No! –dijo Lali.

–¡Qué ocurrencia!

–Por un momento su hijo me recordó a alguien que conozco, alguien con quien tenía bastante relación –dijo Lali, acercándose a la verdad.

–¡Ah! –dijo la señora Molinari–. Lali, ¿por qué no le cuentas a Peter cuáles son tus planes para el jardín? De paso me lo repites a mí.

Lali le explicó sus planes con todo detalle, haciendo un esfuerzo para que su voz no delatara la conmoción que sentía.

–Señora Molinari, lo que haré será dibujar un par de planos y le adjuntaré el presupuesto. Se los traeré mañana por la tarde –comentó luego de haber terminado de describir los arbustos, plantas y flores que harían del jardín una belleza.

–¡Me parece perfecto! No te olvides de un banco en la sombra... Y quisiera una pequeña fuente para los pájaros.

–Algunas de las plantas y flores que pondremos serán especiales para atraer a los pájaros –dijo Lali–. Y por favor, llámeme si se le ocurre alguna idea o sugerencia, o para cualquier cosa que quiera preguntarme. Es más fácil hacer los cambios ahora que comenzamos, que más adelante.

–Muchísimas gracias –sonrió la señora Molinari.

Lali sonrió también, saludó a Peter con un gesto con la cabeza, y se fue de prisa por el corredor de la casa hacia la calle. Tenía el auto estacionado cerca de ahí. Corrió, cruzó la calle, y se metió en el auto desesperada por alejarse.

Continuará…