Capítulo 23

Hola chicocas!!!! Y llegó el viernes :D cómo las trata??? Espero tengan un lindo día y sobre todo que empiecen bien el fin de semana!!! Besos y gracias por estar siempre!!!! Nos leemos mañana!

Twitter: @Caparatodos

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Lali sonrió también, saludó a Peter con un gesto con la cabeza, y se fue de prisa por el corredor de la casa hacia la calle. Tenía el auto estacionado cerca de ahí. Corrió, cruzó la calle, y se metió en el auto desesperada por alejarse.

Capítulo 23:

En el camino de vuelta a la oficina pasó por un jardín en la zona sur, para ver cómo iba. Se alegró de que los estudiantes que había contratado para ocuparse de él trabajaran perfectamente.

En la oficina la esperaban dos mensajes, a los que contestó eficientemente en cuanto llegó. Luego volvió a casa.

Cerró la puerta como si de una fortaleza se tratase, y se sentó en la cocina. La madre de Peter vivía en Rosario. Ella llevaba en su vientre al nieto de una clienta la cual le había caído bien y con la que se avecinaba una relación comercial a largo plazo...

Eso tampoco estaba en el trato al que habían llegado...

¿Por qué no se lo había advertido a su madre? Y más aún, ¿por qué no le había dicho a ella que estaba en Rosario?

Lali empezó a sentir rabia.

Comió un sándwich, tomó un vaso de leche, y se puso a trabajar en la computadora. Empezaría con el proyecto del jardín de la señora Molinari, así lo terminaría cuanto antes, y se quitaría de la cabeza al proyecto, a la señora Molinari, y a su hijo.

Cuando estaba imprimiendo los bocetos tridimensionales, alguien tocó el timbre insistentemente. Apagó la computadora y fue abrir, resignada a encontrarse con alguna escena inquietante. Tanto, que no se extrañó de encontrar a Peter, al otro lado de la puerta...

–Pasa –dijo fríamente–. Me imaginé que podrías ser tú.

–¿Qué haces intentando captar a mi madre como clienta? ¿Estás loca?

–¡No sabía que era tu madre!

–¡Por favor! Si has averiguado tantas cosas de mí como me has dicho, seguramente sabrías su nombre. Mi padrastro era un conocido coleccionista. Lo suelen nombrar cuando escriben artículos sobre mí.

–¿Insinúas que soy una mentirosa? –le dijo ella clavándole la mirada.

–No creo en las coincidencias.

–Fue una coincidencia. Me llamó para su cumpleaños, y ése es el motivo por el que tú también estás aquí, en Rosario. Además, ¿para qué iba a querer relacionarme con tu madre?

–A pesar de que viva en esa casa pequeñas es una mujer bastante adinerada.

–¡Ay, qué lindo comentario de tu parte! ¡El padre de mi hijo piensa que soy codiciosa, mentirosa y retorcida! –lo interrumpió Lali furiosamente–. La señora Molinari es una clienta que me llamó hace un par de días para pedirme un presupuesto. Y si se trata de sacarnos cosas en cara, ¿por qué no me dijiste que tu mamá vivía en Rosario? Peter, llevo un nieto suyo en mi vientre...  ¡Por el amor de Dios!

De pronto, como si sus propias palabras le hubieran evocado su estado, sintió mareos. Salió corriendo al baño de la planta baja, y cerró la puerta.

Peter se quedó solo, tratando de ordenar sus pensamientos, por primera vez desde que había llegado al jardín de su madre. La recordaba debajo del árbol, con su belleza de siempre... Lo único que se le ocurría de todo aquello era que Lali tenía que haber planeado todo eso.

¿Y ahora? ¿Dónde estaba? ¿Qué pasaba?

Fue por el corredor llamándola.

–¿Estás bien, Lali?

–¡No! ¡Ándate!

–¿Qué pasa?

–Peter, por favor, ¿puedes irte?

El abrió la puerta a propósito. Ella estaba agachada frente al inodoro, con la cara pálida, los ojos ojerosos y una expresión de vergüenza.

–¿Qué pasa? –repitió él.

–Son las náuseas matutinas, sólo que a mí me dan por la tarde, y a veces se alargan durante parte de la noche. Realmente es horrible. En la próxima reencarnación, seré un hombre.

No sería así, si de él dependiera, pensó Peter. Lali no parecía muy receptiva a sus palabras. Jimena, su esposa, no lo había dejado ver los inconvenientes de estar embarazada. Había sido enfermizamente reservada en lo que tenía que ver con su cuerpo.

–¿Puedo ayudarte en algo? –preguntó con torpeza.

–¡Ándate! –gritó ella, y se inclinó nuevamente sobre el inodoro.

Al inclinarse se le vio la nuca entre el pelo. Dudando, Peter la tomó por los hombros. Parecía estar más delgada que hacía dos meses. Ella volvió a sentir náuseas. Y él trató de tranquilizarla. Luego, cuando ella por fin se hundió en sus brazos, Peter extendió la mano hacia la toalla más cercana, la humedeció y se la pasó por la cara. Tenía lágrimas. Luego sonrió, cansada.

–No es muy lindo, ¿no? –dijo Peter.

–Lo peor es que, además, tengo antojo de cosas que después me caen mal, como helado de cerezas y pepinillos encurtidos...

–Has adelgazado –le dijo Peter abrazándola.

–Pero como todo lo que necesito comer, y tomo mucha leche.

–Lali, sé que harás todo lo que esté a tu alcance para que el bebé esté bien –le comentó él amablemente.

La expresión en la cara de Peter, le despertaba una mezcla de pena y deseo.

–Tengo que lavarme los dientes –murmuró ella.

–No sabías que era mi madre, ¿no?

–No. Ya te lo he dicho. Y también te he dicho que prefiero decir la verdad.

Peter recordó a Lali, pequeña, encerrada en el armario.

–Entonces te debo una disculpa, Lali. Lo siento. Y no pienso que tengas nada de codiciosa.

–Me hubiera gustado que me contaras sobre tu madre. No habría aceptado el trabajo de haberlo sabido.

–Cuando se mudó a esa casa, me dijo que no pensaba molestarse en arreglar el jardín. Así que no se me ocurrió que podrías conocerla.

–Bueno, igual a partir de ahora mandaré a David en mi lugar.

El miró involuntariamente su cintura.

–Todavía te deseo. Eso no ha cambiado.

Y ella le hubiera contestado que también lo deseaba aún. Por un momento, pensó que lo había dicho en voz alta.

Entonces, de pronto, él le tomó el rostro, y la besó profundamente. Ella se sintió como si fuera un cubo de hielo derretido con el primer rayo de sol, como una flor sedienta de agua... Y lo abrazó y besó con ferocidad...

Continuará…