Capítulo 74

Hola!!!! Qué tal?! Cómo pasaron el día??? Espero que bien y disfrutando de los primeros días de enero ;) Gracias por sus comentarios!!!! Besos y nos leemos mañana! 

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Después de todos los errores que había cometido no iba a resultar fácil demostrarle que lo amaba con todo su corazón. Pero estaba decidida a recuperarlo, costase lo que costase. Y sabía que el esfuerzo valdría la pena.

Capítulo 74:

Si Osvaldo volvía a entrar a su oficina para preguntarle si todo estaba listo para la inauguración del festival aquella noche, Peter no dudaría en meterle la cabeza en uno de los enormes recipientes para daiquiri que habían llegado horas antes. Al intendente no parecían importarle los riesgos de servir una bebida alcohólica por mucho que se prohibiera el consumo a menores, y todos los intentos de Peter por explicárselo habían sido en vano.

—Es la tradición —le había dicho Osvaldo—. Además, nadie se ha emborrachado nunca por un brindis. Solo hay que mirar el tamaño tan ridículo de las copas.

Lali entró a su oficina justo cuando Osvaldo se iba y notó la expresión de Peter.

—¿Qué hizo ahora nuestro intendente?

—Recipientes con daiquiri —respondió Peter secamente.

—Es la tradición —dijo ella con una sonrisa.

—Lo mismo dice él. Pero no quiero ni imaginarme los problemas que tendríamos si alguien tiene un accidente con el auto de camino a casa.

—Ya lo hablamos. El daiquiri apenas tiene alcohol. Habría que beber litros y litros para emborracharse, y no creo que a nadie le guste tanto. Está absolutamente prohibido servírselo a los niños… Te estás angustiando por puro gusto.

—Mi trabajo es velar por la gente de este lugar —le recordó él.

—Y todos apreciamos tus esfuerzos —dijo ella. Le rodeó la cintura con los brazos y se puso de puntillas para darle un beso.

El malhumor de Peter se esfumó al instante, y cuando ella le pasó la lengua por los labios se olvidó de qué estaban hablando.

—Sabes muy bien —le dijo él.

—Me comí un bastón de caramelo antes de venir.

—¿Están repartiendo bastones de caramelo? —preguntó él con una mueca—. ¿Están envueltos correctamente? ¿Sabía yo algo de esto?

—Manuela Flores lleva setenta años vendiendo bastones de caramelo en Navidad, nadie se ha intoxicado hasta ahora y están envueltos correctamente. ¿Puedes relajarte un poco?

—No, no puedo. Tengo demasiadas cosas en las que pensar. ¿Los vendedores…?

—Se están registrando en estos momentos. A las cuatro en punto estarán todos instalados en los espacios asignados, preparados para la inauguración. ¿Algo más?

—Los coros…

—María ha hablado con los directores y no hay el menor problema con ninguno de los coros. Ignacio tocará el piano como siempre. El piano ha sido afinado y ya está en el escenario. Los programas han sido impresos y Sebastián estará aquí a las cuatro y media para repartirlos.

Peter se pasó la mano por el pelo.

—Odio todo esto —murmuró—. ¿Te lo había dicho alguna vez?

—Bastantes —respondió ella—. Vas a ver. Los adornos son los más lindos que se hayan visto en Monte Grande. Nicolás ha comprobado toda la instalación eléctrica y el árbol se encenderá a la hora exacta. ¿Por qué tienes tanto miedo?

—No tengo miedo. Simplemente estoy enojado por tener que encargarme de todo esto. No me contrataron para hacerme cargo de la navidad, sino del lugar.

—En Monte Grande, la navidad forma parte del trabajo.

—Eso no significa que tenga que gustarme.

Ella lo miró con preocupación.

—Me gustaría que pudieras relajarte y disfrutar de la celebración. Me prometiste que lo intentarías.

—Tienes razón. Dame un par de horas y te prometo que seré el hombre más animado que hayas conocido.

—¿Por la navidad o porque tu papel en los preparativos habrá terminado?

—¿Tengo que responder a eso? —preguntó él con una sonrisa.

Lali suspiró de frustración.

—Lo que yo pensaba. Te veré fuera.

—Guárdame un poco de daiquiri —le dijo él mientras ella salía.

Su intención era hacerla sonreír, pero Lali se dio la vuelta y lo miró con expresión muy triste, como si él le hubiera arruinado la fiesta.

Tendría que encontrar la manera de compensarla por aquello.

Los gigantescos copos de nieve brillaban en los faroles del centro, los puestos y kioscos se alineaban en las calles y los niños comían algodón dulce y hot dogs, esperando la llegada de Papa Noel. En cualquier momento llegaría en el camión de bomberos y un coro entonaría Jingle Bells, el árbol de la plaza sería iluminado y la época navideña habría comenzado oficialmente en Monte Grande.

Junto a Lali, Candela sonrió y le apretó la mano.

—Hiciste un buen trabajo. Nunca había visto tantos puestos de artesanía y mermeladas caseras. Me muero de impaciencia porque el coro empiece a cantar. Y los niños están como locos por ver a Papa Noel, aunque Laura y Martín ya sean demasiado grandes para creer en él.

—¿Dónde está Rocío? —preguntó Lali—. Pensé que estaría aquí con Sol.

—La última vez que la vi estaba en la cocina de Delica’s, diciéndole a Gastón cómo decorar las galletas de Navidad que luego repartirá Papa Noel. Y Gastón, naturalmente, lo hace a su manera —se volteó hacia Lali y se puso seria—. Últimamente no hemos tenido mucho tiempo para hablar. Tendremos que discutir la expansión del centro después de Año Nuevo. Mientras tanto cuéntame, ¿qué hay entre Peter y tú? Apostamos a que te pedirá casamiento el día de Navidad, o en San Valentín como mucho. Puede que sea muy precipitado, pero no me parece que sea un hombre al que le guste esperar. Y ya te dijo que te quiere.

Lali no estaba tan segura como Candela de que ella y Peter estuvieran preparados para un compromiso semejante. Habían dado un gran paso al estar juntos, y ella había dado un paso aún mayor al hablar con su padre. Pero ¿casamiento? Era demasiado pronto para hablar de ello.

Continuará…