Capítulo 14

 

Hola, hola!!! Cómo empezaron el domingo??? Ojalá que bien y pasen un buen día! Gracias por sus comentarios y arrancamos la maratón ;) Besos y nos leemos en un rato! Ya saben 35 y más!

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–¿Y si me caso o estoy con otra persona, vas a seguir manteniendo ese contacto conmigo?

El estómago de Peter se contrajo.

Capítulo 14:

–Supongo que es un tema del que tendremos que hablar en su momento –contestó Peter.

–Lo que yo quiero realmente es que desaparezcas, que te vayas a Buenos Aires y que me dejes sola –dijo ella violentamente, tanto que incluso a ella le pareció exagerado.

Peter reprimió su enojo.

–¿Crees que no lo sé? No soy estúpido, Lali. Pero ésas son mis condiciones. Las tomas o las dejas, no hay más.

Ella quería que el padre de su hijo fuera un hombre de principios. Y el precio por ello estaba claro. Ella tendría al bebé trescientos sesenta y cinco días al año.

Una vez al año no era muy seguido. Se enderezó en la silla.

–Está bien, Peter. Acepto tus condiciones.

Peter dejó a un lado el café, se puso de pie, posó sus manos debajo de los codos de Lali, y la alzó.

–¿O sea que seguimos adelante? Va a salir todo bien, te lo aseguro.

Él iba a besarla nuevamente. Ella le había dado su palabra.

Lali cerró los ojos y sintió la insistencia del nuevo beso. Él parecía quererla sólo para él. ¿Y por qué no? Ella le había dado derecho a hacerlo. ¡Oh! ¿Qué había hecho?, se preguntaba Lali.

–Relájate –murmuró él cerca de su boca, rozándole los labios–. ¿Por qué no vamos arriba?

–¿Ahora?

–¿Por qué no?

–Yo... Pensé que habíamos dicho el fin de semana.

–Postergaré mi vuelo hasta el domingo por la noche. Así que tendremos desde ahora hasta entonces.

–Pero...

El alzó la cabeza.

–¿Quieres quedar embarazada o no?

–Sí, sí, claro que sí. Creo que lo que me pasa es que había imaginado estar en tu hotel, nada más.

–Esta casa parece el centro de tu vida, ¿dónde mejor que acá?

Su casa era el lugar donde ella se relajaba. El lugar donde descansaba de las exigencias de su trabajo.

–No te gusta que esté aquí, es eso ¿no? – dijo Peter de pronto.

–Es verdad. Nunca traje a nadie a esta casa.

–Estás asustada... –dijo él.

–¿Asustada? Sí, obvio. En medio de todo, eres un desconocido para mí, Peter.

–Entonces hagamos algo para solucionar eso. Porque hacer el amor con alguien es una de las mejores maneras de conocerse –dijo él.

Si su propósito era tranquilizarla, no había escogido la mejor forma. Ella no quería revelar sus secretos a un hombre como Peter.

Tenía que hacer el amor con él o renunciar a todo su plan, pensó Lali. Porque nunca más iba a tener el valor de volver a amar. Ni a Peter ni a ningún otro hombre.

–No deberíamos dejar encendido el fuego –dijo Lali.

–No hay peligro –contestó Peter. Le agarró la mano y la llevó hacia arriba–. Lali, puede que no estemos enamorados, pero tú me importas mucho, y haré todo lo posible por ser algo bueno para ti. No tienes que tenerme miedo.

A él le parecía muy sencillo. Pero ella sabía que no era así.

–Mi habitación está frente a las escaleras.

Ella tomó la delantera. La habitación estaba pintada en colores claros y alegres. Los muebles eran antiguos, y la colcha hecha a mano. Sobre la mesa caía una planta.

–La habitación se parece a ti –dijo él, sentándose en la cama y quitándose las medias.

Lali se fue al otro lado de la cama. No sabía qué hacer. Porque no tenía medias puestas, ni nada más aparte del vestido. ¡Y no podía quitárselo!

Peter tiró sus medias en una silla, y luego la camisa. Después siguió con la correa. Pero el silencio de la habitación lo previno. Levantó la mirada. La mujer que tenía enfrente parecía de piedra. Era incapaz de moverse.

–Echémonos en la cama.

Lali no dijo nada cuando Peter la hizo recostarse. Pero era evidente la resistencia que ponía. El la envolvió con sus brazos para tranquilizarla. Respiró el aroma de su pelo, sintió el contacto con sus pechos llenos. Y se dijo:

«Peter no la asustes». E hizo todo lo posible por resistir la excitación que le producía su belleza y su cercanía.

Ella estaba tiesa. Él le acarició la espalda suavemente. Luego, sus hombros tensos, y siguió por la columna vertebral hasta sus caderas. La besó con besos suaves y pequeños, en el pelo, en la frente, tratando de que ella fuera perdiendo el miedo, como si se tratase de un cachorrito desconfiado de quien tuviera que ganarse la confianza. Aunque como cachorro era el mejor que había tenido, pensó él con picardía.

Las manos de Lali estaban sobre el pecho de él hechas un nudo. Luego fueron soltándose lentamente, como rosas abiertas por el calor del sol. El la besó en la mejilla. Ella se fue relajando, y su respiración se hizo más profunda. El cuerpo de Lali se fue acoplando al de Peter sin darse cuenta. El apenas podía resistir su deseo. Pero se conformó con acariciarle el pelo.

–Cuando tenía doce años adopté un cachorrito. Su pelo era del mismo color que el tuyo –dijo él.

Entonces le contó en voz baja cómo lo había encontrado, y la besó en medio del relato, una y una otra vez.

Ella lo escuchaba. De repente él le acarició los pechos a través de la tela del vestido. Y ella no pudo resistir al placer que él le provocaba. Aunque en ese momento le hubiera gustado quitarle el vestido rápidamente, dejar de contarle la historia y demostrarle con el cuerpo cuánto la deseaba… decidió continuar con la caricia aumentando la velocidad, más y más.

–Peter... –murmuró Lali.

Él la besó profundamente. Su lengua se abrió paso entre los dientes de ella.  Peter se decía que debía ir despacio. Pero finalmente notó que ella lo besaba también. Era un beso tímido, un beso que, de no saber que había estado casada, él habría tildado de inexperto.

¿Sería por eso que ella estaba inmunizada contra el amor?

Continuará…