Capítulo 53

Hola Hola!!! Volví!!! ;) Sorry por no haberles podido avisar como siempre pero tuve unos dias pesados y recién hoy pude zafar aunque mañana siguen :S jajajaj les juro que "el blog inteligente" es lo más! me RECONTRA sirve esto! Aguante el blog jajajaja Bueno ahora sí, basta de chácharas... Les dejo nove y más tarde les subo otro capi! Besos y MIL GRACIAS por el aguante!!!!

Twitter: @Caparatodos

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–Dos. Todo ese azúcar es malo para ti, y escuchar esa música vuelve a uno estúpido. –La tensión se palpaba en el ambiente, aunque Peter parecía no darse cuenta. O eso, o era muy hábil para pasarlo por alto. Se volteó para echar un vistazo a la comida–. Un día, si aún conserva todos tus dientes y tu cerebro no se ha hecho gelatina por tanto bullicio, me darás las gracias.

Por la cara que puso Alelí, ese día iba a tardar una eternidad en llegar.

Capítulo 53:

Cuando se sentaron a la mesa del comedor, Alelí había enmudecido. A pesar de haber sido también una adolescente, Lali no había tenido hermano alguno que le dijera que le iba demasiado ajustado el pantalón o que la música que escuchaba era una porquería. Sólo había contado con un padre que solía sacarla de quicio y humillarla sencillamente por ser una mujer.

Peter se sentó a un extremo de la mesa, y Lali y Alelí a los lados. Había sendos vasos de leche junto a los tres platos, a pesar de que Lali había dicho a Peter que no bebía leche. Nadie le había servido leche a la hora de la comida desde que estudiaba en primaria, pensó mientras colocaba su servilleta en el regazo. Muchos hombres habían intentado que bebiese alcohol, pero ninguno que bebiera leche.

Peter no sólo se las había ingeniado para conseguir que lo que había cocinado tuviera buena pinta, sino que también tenía buen sabor. Así pues ¿existía un tipo tan guapo como para comérselo y capaz de cocinar bien? De no haber sido por su colección de “Barbies”, y por obligarla a tomar la leche, habría sido demasiado bueno para ser verdad.

–El pollo está delicioso –dijo Lali.

–Gracias. El secreto está en el zumo de naranja.

–¿Has hecho tú la salsa?

–Claro, el asunto...

–¿Sabes una cosa? –lo interrumpió Alelí–. Los delfines son los únicos mamíferos, aparte de los humanos, que hacen el amor por placer.

Peter frunció el entrecejo y miró a su hermana. Alelí estaba intentando molestarlo adrede, y Lali quería oír su respuesta, para comprobar si se había irritado y reaccionaba como ella deseaba que lo hiciera.

–¿Dónde has oído eso? –le preguntó.

–Me lo dijo la profesora de biología. Y un chico que había ido al acuario, y que había nadado con los delfines, dijo que realmente estaban on fire.

–No recuerdo haber oído nada de delfines calentones cuando iba al colegio. Nos limitábamos a diseccionar ranas –dijo Peter. Se giró hacia Lali y añadió–: Me siento estafado. ¿Y tú, Lali? ¿Tuviste que aprender algo sobre delfines y sus relaciones sexuales?

Lali negó con la cabeza e intentó no sonreír.

–No, pero en Discovery Channel vi un reportaje en el que afirmaban haber encontrado monos homosexuales en África. Así que, sin duda, algunas especies de monos también se enrollan por placer.

Peter enarcó las cejas.

–¿Monos homosexuales? ¿Cómo lo han descubierto?

Lali rió meneando la cabeza. Él también sonrió y se le formaron unas pequeñas arrugas en las comisuras de los ojos.

–¿Llevaban lentes de montura negra y pijamas con vaquitas?

–No empieces otra vez.

–¿De qué hablan? –quiso saber Alelí.

–Cree que mis lentes son horrorosas –contestó Lali con una sonrisa.

–Y tu pijama.

–¿Cómo sabes qué pijama lleva?

Peter miró a su hermana.

–La encontré en el pasillo del hotel de Córdoba con el más espantoso pijama de vaquitas que puedas imaginar.

–Quería algo de chocolate –explicó Lali–. Creía que todos los jugadores ya estaban en sus habitaciones.

–Peter no sabe lo que significa necesitar chocolate. –Alelí puso los ojos en blanco–. Sólo come cosas sanas.

–Mi cuerpo es un templo –dijo él tras pinchar un buen trozo de coliflor.

–Y cualquier mujer con las piernas largas y un buen par de melones merece que lo adoren –apuntó Lali, arrepintiéndose de inmediato.

Alelí se echó a reír.

Peter sonrió.

Lali cambió de tema antes de que él pudiese hacer algún comentario.

–¿Quién es Felicitas?

–La vieja que se queda conmigo cuando Peter está de viaje –respondió Alelí.

–Felicitas García es una profesora retirada –aclaró Peter–, una mujer muy agradable.

–Es vieja. –dijo Alelí–. También come muy despacio.

–Ahí lo tienes, ésa sí que es una buena razón para odiarla.

–No odio a Feli. Lo que pasa es que creo que no necesito una niñera.

Peter soltó un suspiro de exasperación, como si hubiesen hablado de ese tema con anterioridad, lo que de hecho había ocurrido varias veces. Cogió su vaso de leche y bebió un buen trago. Cuando volvió a dejarlo sobre la mesa, apareció sobre su labio un bigote blanco que él no tardó en limpiar con la lengua.

–¿Por qué no te bebes la leche? –le preguntó a Lali.

–Ya te he dicho que no me gusta la leche.

–Lo sé, pero necesitas calcio. Es bueno para los huesos.

–No me digas que estás preocupado por mis huesos...

–Preocupado, no. –Peter esbozó una atractiva sonrisa–. Sólo siento curiosidad.

Sus palabras, así como aquella mirada, se metieron dentro de Lali, calentando puntos de su cuerpo que era mejor dejar enfriar.

–Será mejor que te la tomes, Lali –le advirtió Alelí, manteniéndose al margen de las insinuaciones sexuales que estaban intercambiando los adultos–. Peter siempre consigue lo que quiere.

–¿Siempre? –preguntó Lali.

–No. –Peter negó con la cabeza–. No siempre.

–La mayoría de las veces –insistió Alelí.

–No me gusta perder. –Peter deslizó la mirada hasta la boca de Lali–. Quiero conseguir todo lo que me propongo.

Lali miró a Alelí, que estaba ocupada intentando pinchar un trozo de col.

–¿Cueste lo que cueste? –preguntó, y volvió a mirar a Peter.

–Sin duda.

–¿Y qué hay de la sutileza?

–Depende de las probabilidades. –Peter la miró a los ojos–. A veces me veo obligado a jugar sucio.

–¿Obligado?

Peter esbozó una sonrisa maliciosa.

–A veces me gusta jugar sucio.

Sí, Lali sabía algo de eso. Le había visto golpear y tacklear a los contrarios. Pero sabía que no estaba hablando de rugby.

Alelí irrumpió la conversación cambiando de tema.

–¿Cuándo podré sacarme la licencia de conducir?

Los dos adultos la miraron, entonces Peter se retrepó en su silla y Lali recuperó en parte la serenidad.

Continuará…