Capítulo 36

Jellouuuuu!!!! :P Cómo empezaron la semana??? Ojalá que bien y sobre todo que tengan una buena semana! Gracias por leer la nove y estar ahí!!!! Lo más, son! La maratón, Juli, se las estaría debiendo! Espero pronto poder hacerla ;) Besos y nos leemos mañana!!!!

Twitter: @Caparatodos

____________________________________________________

—Siempre presto atención a las cosas importantes, Lali —respondió él seriamente.

—¿Qué más crees saber de mí?

Capítulo 36:

—Pedimos y después te cuento —dijo él, haciéndole un gesto a la mesera para que se acercara. Pidió pizza y bebidas y miró a Lali—. Sin ensalada, ¿no?

—Con las verduras de la pizza es suficiente.

—En unos minutos les traigo las bebidas —dijo Cristina, la hija de los dueños. Era una joven bonita y morena que iba a la universidad y que ayudaba en el restaurante los fines de semana—. La pizza estará lista dentro de quince minutos.

—Gracias —dijo Lali, y clavó una mirada interrogativa en Peter—. Muy bien. Dispara.

La expresión de Peter se volvió pensativa.

—Vamos a ver… Hueles a lavanda. Te gustan las facturas rellenas y el crocante de manzana de Delica’s. Normalmente eres una persona tranquila y discreta, pero no dudas en sacar las uñas cuando alguien te ataca. Y hay algo que te impide acercarte a mí… Algo que no le has contado a nadie, ni siquiera a tus mejores amigas.

Lali estuvo a punto de corregir la última impresión, pero él le puso un dedo en los labios.

—Ya sé lo que dijiste, pero no tiene nada que ver con mi ida de Monte Grande. Es algo mucho más profundo que eso.

Ella se recostó en la silla, sorprendida por la astucia de Peter.

—¿Qué tal lo hice? —preguntó él.

—Bastante bien —admitió ella—. Sobre todo para ser alguien que apenas me conoce.

—Eso es lo que me resulta más intrigante. Ni siquiera las personas más cercanas a ti conocen más de lo que tú les permites ver. Es evidente que ocultas una parte de tu pasado. Una parte muy importante que te ha hecho ser quien eres.

Lali no sabía qué pensar de la sorprendente capacidad analítica de Peter.

—No es exactamente así —discutió—. Hay cosas de las que no me gusta hablar ni recordar.

—Si te cuesta hablar de ellas y te hace mal recordarlas, deben de ser cosas muy importantes. No creo que sea sano mantenerlas en secreto. La carga es más llevadera cuando se comparte con los amigos, y tú tienes muy buenos amigos.

—¿Dónde tiene su consultorio, doctor Lanzani? —le preguntó ella—. No sabía que fueras a psicoanalizarme esta noche.

Para su alivio, Peter dejó de averiguar y sonrió.

—No tengo consultorio —dijo exagerando—. Ni siquiera tengo casa.

Agradecida por el cambio de tema y por la llegada de su comida, aprovechó el momento para reordenar sus pensamientos antes de volver a hablar.

—¿Dónde vives? ¿Sigues alojado en el hotel?

Él asintió.

—Esas habitaciones son enanas —dijo ella—. Yo también me quedé en ese hotel cuando vine al pueblo, pero al instante empecé a buscar algo mejor —se sirvió una porción de pizza en el plato, inhaló complacida y sopló para enfriarla.

La mirada de Peter parecía fija en su boca, tan intensa que resultaba inquietante.

—Peter —lo llamó ella, pero no recibió respuesta—. ¡Peter!

—¿Mmm? —murmuró él—. Lo siento. Me distraje.

—Ya me di cuenta.

—¿De qué estábamos hablando?

—Me dijiste que te hospedabas en el hotel, y yo te dije que también me alojé allí cuando me vine a vivir acá. ¿Tienes pensado quedarte ahí? Me dejaste muy claro que no tenías intención de permanecer mucho tiempo en Monte Grande, así que, ¿para qué perder tiempo en buscar una casa?

Peter frunció el ceño.

—En realidad, sí he estado buscando casa.

—Estoy segura de que María te ayudaría feliz de la vida.

—Se ofreció a hacerlo —dijo él, sin parecer muy contento—. Creo que puedo encontrarla yo solo —hizo una pequeña pausa—. A menos que tú quieras ayudarme…

—Mañana por la tarde tengo un par de horas libres, si de verdad quieres otra opinión —dijo ella sin pensarlo.

Peter pareció tan sorprendido como ella por el ofrecimiento.

—¿Estás segura?

—Sí, ¿por qué no? —al fin y al cabo, ¿qué significaba un par de horas? Estarían manejando por la zona, sin detenerse para tener una conversación íntima y prolongada. Además, Lali estaba pensando en dejar su departamento alquilado y comprarse una casa. Sería la ocasión perfecta para ver algunas que estaban a la venta.

—¿Te recojo del centro de belleza? —preguntó él.

—Sí. Ganaremos tiempo si no tengo que ir a casa después del trabajo.

—¿A qué hora quieres que vaya?

—Habré terminado con mi última clienta a las cuatro menos cuarto. Puedo estar lista a las cuatro. No tendremos mucho tiempo, pero sí el suficiente para ver un par de casas.

—Llevaré el periódico con los avisos más interesantes marcados —sugirió él.

—Buena idea.

—Muy bien. Entonces tenemos una cita.

Lali tuvo la sensación de que había elegido la palabra adrede, pero prefirió no hacer ningún comentario.

—Ya que estamos hablando de viviendas —siguió él—, hoy me di cuenta de que no sé dónde vives ni cómo ponerme en contacto contigo cuando no estás en el spa. Al no encontrar tu teléfono en la guía, me arriesgué a buscarte en la cancha.

—¿Me estabas buscando a mí? —preguntó ella, ignorando la clara petición que le había hecho de su dirección y número de teléfono—. Creía que Candela le había pedido a Agustín que te invitara. Ya sabes cómo es…

—Sí, me lo imagino, pero Candela no ha tenido nada que ver. Fue una decisión repentina, después de no poder ubicarte en el trabajo —la miró atentamente—. ¿Vas a darme tu número, o piensas hacer todo lo posible por mantener el misterio?

Ella sopesó la pregunta y sonrió.

—La verdad es que el misterio parece dar resultado, si así consigo que me busques por toda la localidad.

—Una llamada sería más rápido y gratificante —comentó él.

—Puede que para ti lo sea, pero yo prefiero saber que vas a esforzarte más.

—Ese lado macabro es todo un desafío —le advirtió él.

—¿Y tu vida no sería sumamente aburrida sin unos cuantos desafíos? Imagino que casi todas las mujeres caen rendidas a tus pies nada más con verte. Eres guapo, inteligente…

—Pero a ti no te intereso —concluyó él con un brillo de malicia en los ojos.

—Sí me interesas —admitió ella—. Pero tendrás que hacer mucho más para enamorarme.

—Cuidado, Lali. Ya sabes que nunca renuncio a un desafío. ¿De verdad estás preparada?

El tono de su voz y la tensión que vibraba entre ellos hicieron que Lali se estremeciera.

—Adelante.

Nada más decirlo, vio el peligroso brillo de su mirada y supo que había cruzado la línea. Pero, extrañamente, no se arrepentía en absoluto.

Extrañaba aquellas sensaciones y alborotos en la boca del estómago, y quería que durasen un poco más. Eugenia tenía razón. La cautela la mantenía a salvo, pero le impedía vivir de verdad. Hacía mucho tiempo que un hombre no la miraba como Peter la estaba mirando ahora. ¿Y qué si no era algo duradero? Había superado más fracasos emocionales de los que podía recordar.

Peter le agarró la mano y se la llevó a los labios para besarla, como en las películas en blanco y negro que tanto le gustaban a Lali. Ella suspiró y se dejó arrastrar por la naciente ola de amor que comenzaba a sentir. Ignoró todas las señales de advertencia, incluida la imagen de la madre de Peter, y rezó en silencio para que esta vez todo saliera bien y su corazón permaneciera intacto.

Continuará…