Capítulo 38

Hola chicuelas!!!! Cómo las trató el día?! Espero que bien y sigan así la semana!!! Merd y muchos éxitos para todas las que rinden o ya terminan clases, métanle que ya termina ;) Y seguramente, aunque es triste cerrar etapas, empiecen una mejor y que les guste más y las llene por completo! De eso se trata un poco crecer y salir de cole no?! Elegir e ir trazando el camino por el cual vamos a querer ir para construir nuestro futuro. Ahí está el reto, pero sobre todo el miedo y la duda de que hacer… solo queda confiar en uno mismo y lo que creemos va a estar bien! ;) Besos y muchas gracias!!!! Nos leemos mañana!

Twitter: @Caparatodos

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Tres personas distintas le habían dicho que la noche anterior se habían besado en un partido, pero María no había creído una palabra. Y sin embargo allí estaban, buscando casa juntos un sábado por la tarde. No era extraño que Lali hubiese guardado silencio cuando ella sugirió que Peter era gay. Sabía que no lo era. Lo sabía porque había estado viéndolo a escondidas… Esa mujer había hecho una buena jugada.

Capítulo 38:

Lali reconoció el auto de María estacionado junto a la casa que ella y Peter estaban por ir a visitar. La puerta principal se encontraba entreabierta y había globos de colores amarrados a un letrero promocional en el jardín delantero. Las flores y el jardín ofrecían un aspecto muy cuidado, y las persianas habían sido pintadas de blanco para contrastar con las cortinas grises.

Pero por muy bonita que fuera la casa, a Lali se le formó un nudo de pánico en el estómago.

—Es la agencia inmobiliaria de María —le dijo a Peter—. Está aquí…

—¿Eso es un problema para ti?

—Para mí no, pero los dos sabemos que está detrás de ti. No creo que le haga ninguna gracia vernos juntos —especialmente si había escuchado chismes sobre el beso de la noche anterior.

—¿Estás preocupada, chiquita? —le preguntó Peter con una sonrisa.

—No, pero tú sí deberías estarlo. No es una mujer que acepte el rechazo así como si nada.

En aquel momento apareció María con una radiante sonrisa.

—¡Qué sorpresa!, no esperaba verlos por acá. Menos a los dos juntos, y en una de mis casas.

—Ha sido algo de último momento —dijo Peter, lo que no era del todo cierto—. Lali aceptó acompañarme mientras iba a ver algunas casas.

María se transformó al instante en una agente inmobiliaria y le tendió a Peter una hoja informativa.

—Creo que esta casa te va a encantar. Es ideal para un hombre soltero —dijo alegremente—. O para una joven pareja que está pensando en formar una familia —añadió, mirando a Lali—. Las habitaciones son muy acogedoras.

Con el mismo tono alegre y animado les enseñó la planta baja, conformada por dos dormitorios, un baño y una gran cocina, más una sala repleta de muebles. La decoración era tan exagerada que Peter se horrorizó, pero Lali pudo ver el potencial de un hogar cálido y acogedor, tal y como María había asegurado.

—Hay otra habitación y otro baño en el piso superior. Ahora mismo no es gran cosa, pero con unos cuantos retoques sería el dormitorio perfecto —dijo mientras los dirigía por la escalera.

Era obvio que, al no poder tener a Peter, la intención de María era salvar con una venta aquel encuentro tan incómodo.

—No está mal —comentó Peter después de haber visto el dormitorio—. El precio me parece un poco alto. ¿Es negociable?

María lo miró con una expresión de complicidad.

—Ya sabes que trabajo para la vendedora, Peter. Pero entre tú y yo… este precio es un robo.

—Puede ser —afirmó Lali—. Pero conozco a Natalia Poblete y sé que está impaciente por venderla y mudarse a Mendoza para estar con sus hijos. Seguro que aceptará una oferta más razonable.

María la miró disgustada, y Lali se encogió de hombros.

—Es lógico que Peter quiera conseguir la mejor negociación posible, pero yo también tengo que velar por los intereses de Natalia.

Después de ver el piso superior, María los llevó al jardín trasero, lleno de flores y con una pequeña caída de agua en una esquina. Y fue allí donde Lali se quedó encantada por completo. La calma y la serenidad que se respiraban en el jardín la cautivaron de una manera que nunca había creído posible. Si Peter quería aquella casa, iba a tener que luchar por ella.

—A Natalia le gustaba mucho la jardinería —explicó María—. Se pasaba mucho tiempo aquí después de jubilarse. No encontrarás un lugar más encantador en todo Monte Grande —le sonrió a Peter—. Pero seguro que tú prefieres los asados y esas cosas, ¿no es así?

—De vez en cuando —respondió él—. Pero me gusta la tranquilidad que se respira aquí —miró a Lali—. ¿Qué te parece?

Ella dudó. Lo último que quería era convencerlo para que comprara aquella casa. Pero tampoco podía mentir.

—Me encanta. Me hace acordar al jardín trasero del spa.

—No sé si podré mantenerlo en este estado —admitió Peter.

—Para eso es que la gente contrata a los jardineros —sugirió María—. Te puedo recomendar algunos de confianza para que no tengas que mover ni un dedo y puedas relajarte aquí por las tardes con una copa.

Peter se volteó para mirar a Lali.

—Y una amiga.

Lali vio como María ponía los ojos en blanco por la insinuación. Tal vez estuviera manejando la situación con mucho profesionalismo, pero era evidente que no le hacía ninguna gracia.

Afortunadamente, la llegada de otra pareja en aquel momento salvó a María de una situación muy incómoda y vergonzosa.

—¡Ah, volvieron! —les dijo, repentinamente más animada. Parecía ansiosa por alejarse, pero aun así se volteó hacia Peter—. ¿Les importa quedarse solos unos minutos?

—No. No hay problema —le aseguró él.

María se alejó para recibir a la joven pareja y Peter se giró para mirar a Lali.

—Bueno, dime la verdad. ¿Qué te parece esta casa?

—Creo que es muy acogedora, como dijo ella —admitió Lali con cautela.

—¿Pero?

Continuará…