Capítulo 65

Hola, hola!!!!! Cómo les va?! Qué tal empezaron la semana festiva??? Espero que bien, pero sobre todo que hoy pasen una linda noche en compañía de sus seres queridos! Que este momento compartido los llene de amor, paz y felicidad… tanto a ustedes como a la gente que los rodea!!!!  Les deseo lo mejor! Disfruten mucho de estos momentos clásicos, tal vez marketeros, pero que al final nos unen y permiten pasar una noche especial rodeados de gente que queremos! Les mando un beso enorme!!!! Y para no perder la costumbre, nos leemos mañana ;) 

Twitter: @Caparatodos

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—¿Para que puedan protegerlo?

—No, no. Para que podamos verlo.

Capítulo 65:

Peter ya había dado la primera mano de azul marino a la habitación de invitados cuando Lali irrumpió como un huracán y se detuvo en seco, con los ojos muy abiertos.

—¿Qué crees que estás haciendo? —le preguntó en tono furioso e indignado.

—¿No es obvio?

—¿Azul marino? ¿Quién quiere dormir en una habitación tan oscura?

—Yo —respondió él.

—Tú no vas a dormir en esta habitación. Ni en ninguna otra de esta casa.

—Eso no es lo que sugeriste el otro día —le recordó él.

—Un caballero no volvería a sacar ese tema.

—Entonces ya sabemos lo que soy —replicó él mientras seguía pintando.

—Un cerdo asqueroso —sugirió ella dulcemente.

Peter reprimió una sonrisa. Al menos Lali le estaba hablando.

Ella se acercó y lo miró fijamente.

—¿Estás sonriendo? Por favor… dime que no estás sonriendo.

—No estoy sonriendo —dijo él, aunque sus labios decían lo contrario.

—Juan Pedro Lanzani, esto no tiene la más mínima gota de gracia. No quiero que te hagas ideas equivocadas sobre mí o sobre esta habitación.

—Demasiado tarde. Tengo muchas ideas… Tú me las acabas de dar casi todas.

—Bueno… ¡Olvídate!

—Lo siento, chiquita. No puedo. Y menos si estás frente a mí, tirando fuego por los ojos. Esa mirada hace que quiera besarte.

Ella retrocedió un paso, horrorizada.

—Nada de besos.

Peter la miró muy serio.

—Últimamente, parece que te cuesta mucho decidirte.

—¡Púdrete! —soltó ella, y salió de la habitación.

Esa vez, Peter ni siquiera se molestó en intentar reprimir la sonrisa. Las cosas habían salido mucho mejor de lo que esperaba.

Había pensado mucho en la estupidez que cometió días atrás. La próxima vez que Lali le hiciera una proposición la aceptaría sin pensarlo, aunque, viendo el resultado anterior, no era muy probable que eso fuera a repetirse en un futuro cercano.

Y como él no era un hombre paciente, tendría que hacer todo lo posible por acelerar el proceso…

Los muebles que tenía Lali no eran suficientes para llenar la casa, pero sus muebles habían sido estratégicamente colocados y todo se lucía como si fuera nuevo. Los pisos de parqué habían sido encerados y toda la planta baja estaba recién pintada, incluida la habitación de invitados con aquel ridículo azul marino. En realidad había quedado bastante bien, y el color combinaba a la perfección con la madera blanca, pero no estaba dispuesta a admitirlo ante nadie. De hecho, había elegido aquella habitación para almacenar las cajas y de esa forma dejarle claro a Peter que no podía instalarse ahí. Estaba tan llena que era casi imposible cruzar la puerta.

Las cajas de pizza y botellas de cerveza vacías habían sido recogidas con el primer cargamento de basura y cajas de embalaje, y Lali estaba finalmente sola en su nuevo hogar. Miró a su alrededor y los ojos se le llenaron de lágrimas. Se sentía un poco abrumada al saber que aquella casa le pertenecía, que allí podría construir la clase de vida que deseara.

El último de los CD llegó a su fin y el silencio inundó la sala. Después de tantos años viviendo en minúsculos departamentos, separada de vecinos ruidosos por un simple muro, la sensación de calma y soledad le resultaba emocionante. Entonces tocaron la puerta y dio un respingo.

Corrió la cortina de encaje de la puerta para poder mirar por la ventana. Peter estaba en la entrada, con una botella de champagne en una mano y un ramo de flores en la otra. A Lali se le aceleró el corazón al verlo, pero se atrevió a abrir una rendija.

—¿Qué haces aquí?

—Quería celebrar contigo que ya estás en tu nuevo hogar.

—Ya estuviste aquí antes, cuando brindamos todos.

—Pensé que sería mejor celebrar con algo más íntimo —sus ojos brillaban de esperanza.

—Me confundes —murmuró ella.

—Y tú a mí —respondió él con una ligera sonrisa.

Lali reflexionó un instante y se arrimó para dejarlo pasar.

—Puedes quedarte un rato. El tiempo que nos tome beber una copa de champagne y ya.

—Está bien.

—¿Qué hay en esa bolsa?

—Copas de champán. No sabía si tendrías algunas, o si las habías desembalado —sacó dos elegantes copas de cristal de la bolsa. Parecían ser muy antiguas y valiosas.

—¿Saqueaste la casa de tu madre?

Él comenzó a reír.

—Algo parecido.

Lali vio el logo característico de una conocida marca en la base de la copa.

—Buen gusto.

—Me alegra que te guste —dijo él mientras descorchaba la botella y llenaba las copas hasta el borde, sonriendo al ver su reacción—. Ya que sólo me permites una copa, quiero que dure el mayor tiempo posible —le tendió una copa y levantó la suya—. Porque encuentres la felicidad que mereces en tu nuevo hogar.

—Gracias —dijo ella. Tomó un sorbo de champagne y se arriesgó finalmente a mirarlo a los ojos para hacerle la pregunta que llevaba atormentándola todo el día—. ¿Qué estás haciendo aquí de verdad? No me refiero a este momento, sino a todo el día.

Continuará…