Capítulo 71

Holillas!!! Cómo les va?! Espero hayan tenido un buen día ;) Muchas gracias por estar ahí del otro lado! Las quiero y nos leemos mañana! Seguro no puedo avisar, pero seguro subo temprano ;) Besos y hasta mañana!!! Se viene, ya llega… el nuevo año!!!! Inmilla, capítulo para ti! Que siempre mi toque es como de varias horas :$ sorry!!! 

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Salió de la oficina y dejó a Lali con la boca abierta. Aquel encuentro no habría podido ser más significativo. Si alguien le hubiera dicho una hora antes que podría caerle bien un hombre que intentara sobornarla, no hubiera podido evitar reír. Pero el señor Lanzani la había conquistado con su franqueza y al parecer ella se había ganado su respeto. Lo único que quedaba por ver era si aquello supondría alguna diferencia de ahora en adelante.

Capítulo 71:

Peter llevaba varias horas intentando hablar con Lali, pero ella no respondía el celular. Frustrado, fue al centro de belleza y vio que la luz de su oficina seguía prendida. Tocó la puerta principal, y al no recibir respuesta, rodeó el edificio y dio unos golpecitos en la ventana de la oficina. Lali tenía una pesa de cinco kilos en la mano, y la sostenía amenazadoramente en alto cuando subió la persiana para mirar al exterior.

—¡Tú! —exclamó, bajando la pesa y dejándola en una silla—. ¿Quieres matarme de un susto?

Peter señaló hacia la fachada frontal del edificio.

—Déjame entrar.

—Estoy ocupada —dijo ella con el ceño fruncido.

—Cinco minutos —insistió él—. Tenemos que hablar.

—Tengo que trabajar —replicó ella—. Candela necesita estos informes por la mañana y tengo que encargar un montón de insumos. El trabajo se me ha acumulado mientras estaba en el hospital con mi papá.

—Todo eso puede esperar. Nuestra conversación no.

—De acuerdo —aceptó ella finalmente—. Cinco minutos. Nos vemos en la entrada.

La última vez que la había visto estaba mucho más receptiva, por lo que era evidente que algo le había pasado… y que no había sido nada bueno.

Ella abrió la puerta principal y se quedó en el umbral, bloqueándole el paso.

—Dime.

—Venía con la intención de discutir una cosa, pero creo que deberíamos aclarar por qué estás de malhumor.

Ella lo miró con indignación.

—Yo no estoy de malhumor.

—¿En serio?

Lali se pasó una mano por el pelo, dejándoselo despeinado. Tenía un aspecto tan juvenil y sugerente que Peter se sintió tentado de zanjar aquella discusión absurda y besarla de una vez. Pero en las circunstancias actuales corría el riesgo de recibir una cachetada a cambio.

—Oye, estoy ocupada —dijo ella—. ¿Podemos hablar en otro momento?

Él ignoró la pregunta e intentó arreglar la situación.

—¿Ya comiste? —le preguntó. Tal vez la falta de azúcar fuera el motivo de su enojo.

—No. Comeré algo cuando llegue a casa.

—Nada de eso. La cena no puede esperar. Vamos. Necesitas comer algo.

—¿Desde cuándo eres tan autoritario?

—Desde que llegué a este lugar —respondió él—. Podemos ir a Delica’s a cenar y a hablar como se debe. Si después tienes que seguir trabajando, te traeré de vuelta.

—¿Hablar como se debe? —repitió ella con el ceño fruncido—. ¿Qué estás insinuando?

—Lali, ¿te importaría decirme por qué estás tan enojada conmigo?

—¿Y qué si lo estoy? Lo que no quiero es empezar a discutir en Delica’s, delante de Eugenia.

—Muy bien —aceptó él con exagerada paciencia—. Nos llevaremos la comida a tu casa, o podemos pedir una pizza, si prefieres.

—¿A qué viene tanto interés en alimentarme?

Peter estaba perdiendo la paciencia, pero aun así eligió sus siguientes palabras con mucho cuidado.

—Me gustaría animarte un poco antes de preguntarte lo que quería preguntarte en primer lugar.

Ella entornó la mirada.

—Estoy muy bien de ánimo, o lo estaría si dejaras de fastidiarme. ¿Es por la cena en casa de tus padres?

Peter hizo una mueca. De repente todas las piezas encajaban.

—¿Mi madre ha hablado contigo? ¿Qué te ha dicho? ¿Te ha molestado? ¿Te ha dicho que te alejes de mí? ¿Por eso te estás portando de esta manera?

Ella se puso colorada.

—No he hablado con tu madre.

—Entonces, ¿cómo sabes lo de esa cena? —preguntó él, y de repente lo asaltó la certeza más obvia. Sabía muy bien cómo actuaba su madre. Cuando no podía meterse sin provocar la ira de Peter, delegaba la tarea en su padre.

Se dio la vuelta y empezó a caminar por la entrada, intentando calmarse. Cuando creyó haber recuperado el control, se detuvo frente a Lali y decidió llegar al fondo del asunto.

—Mandó a mi padre para que hablara contigo, ¿no? Es eso. Por favor, dime que mi padre no ha venido a intentar chantajearte.

—Peter, no pasa nada. Olvídate —dijo ella con voz suplicante.

—¿Cómo puedo olvidarlo? No voy a permitir que se metan en mi vida ni que intenten intimidarte.

—Supe cómo tratar a tu padre —dijo ella con un toque de orgullo—. De hecho, creo que ahora nos entendemos muy bien.

Peter se asustó al imaginárselo.

—¿Igual que trataste a mi madre?

Por primera vez desde su llegada, Lali sonrió.

—Fui un poco más diplomática. Y él también lo fue… al final, al menos.

—¿Qué te dijo?

—No importa. Y tu reacción es precisamente el motivo por el que le prometí que no te diría nada de su visita —se ruborizó—. Ahora no cumplí mi palabra.

—No tendrías que haberle dado tu palabra, eso para empezar —dijo Peter, sacando su celular del bolsillo y marcando un número.

—¿Qué haces?

—Llamarlo, obviamente.

Ella le arrancó el teléfono de la mano.

—No, no puedes hacerlo. Él y yo hemos firmado una especie de acuerdo de paz. Si lo llamas ahora, la tregua terminará y nunca más volverá a confiar en mí.

Peter tenía que admitir aquella lógica, pero no le gustaba. No le gustaba lo más mínimo.

—De acuerdo —concedió de mala gana—. Pero está claro que ya no podemos ir a esa cena.

—Sí podemos —respondió ella—. También le di mi palabra sobre eso. Quiero arreglar las cosas con tus padres, Peter. Hoy he dado un gran paso para conseguirlo.

Él la miró, absolutamente confundido.

—¿Con mi madre también?

Ella asintió.

—Ahora la entiendo mucho mejor.

—¿Cómo es posible?

—Tu padre y yo mantuvimos una charla muy interesante. Hay mucho que tú no sabes.

—¿Sobre mi familia? —preguntó él con incredulidad.

—Sí. Los tres tienen que sentarse y hablar de ciertas cosas. Creo que les vendría bien a todos.

—¿Por qué no me lo cuentas tú?

—No puedo meterme en su relación. Son ustedes quienes tienen que solucionarlo.

—Esto sí que es un cambio de actitud —comentó él, sin saber cómo sentirse al respecto. ¿Podría ser todo tan fácil como ella estaba sugiriendo? Lo dudaba, pero estaba dispuesto a intentarlo—. ¿Estás segura?

—Lo estoy —corroboró ella, mirándolo muy seria—. No quiero interponerme entre tú y tus padres, Peter. Sé cómo son los conflictos familiares, y no quiero ser la causa de ningún problema en tu familia. Si va a haber algo entre tú y yo, tenemos que intentar llevarnos bien con tus padres —le puso una mano en la mejilla—. Además… lo prometiste.

Aquel simple roce bastó para hacerle olvidar lo que estaban discutiendo.

—¿Qué prometí?

—Que estas navidades serían diferentes y que harías lo posible por empaparte del espíritu navideño.

—No me esperaba algo como esto —gruñó él.

—Seguro que sí. Al fin y al cabo, estamos hablando de tus papás. Tenías que saber que no sería tan fácil. Si yo puedo darles una oportunidad, tú también.

Peter sacudió la cabeza.

—No sé si estás loca o si eres una santa.

—Ninguna de las dos cosas —dijo ella, sonriendo—. Pero sí me muero de hambre, así que vamos por una pizza a Rosalina's.

Peter estaba absolutamente asombrado por la determinación de Lali en olvidar el incidente con su padre, pero no podía pensar en ello con el estómago vacío.

—¿Y todo ese papeleo que tanto te angustiaba?

—Puede esperar.

Peter la miró a los ojos.

—En ese caso, ¿puedo hacerte una sugerencia?

—Claro.

—Si pedimos que nos lleven la pizza a tu casa, podría encender la chimenea y abrir una botella de vino… ¿Qué te parece?

Ella dudó un momento, aunque por su expresión parecía interesada.

—Romántico.

—¿Y?

—No vas a instalarte en mi casa.

—Claro que no —bajó la cabeza y le cubrió la boca con la suya hasta provocarle un suspiro—. Pero tal vez podríamos llegar a un acuerdo para una sola noche… —le acarició el labio con el pulgar—. ¿Qué dices?

—Creo que estamos perdiendo un tiempo muy valioso en hablar, cuando ya podíamos estar de camino a mi casa.

Continuará…