Capítulo 68

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Pero si le confesaba todo lo que estaba sintiendo por él, lo más probable era que pusiera una barrera entre ellos y pasara las navidades tan lejos de Monte Grande, y de ella, como le fuera posible.

Capítulo 68:

La invitación llegó con la correspondencia de la tarde. Peter miró la elegante caligrafía del sobre y no tuvo que mirar el remitente para saber que procedía de sus padres. Siempre comenzaban la época navideña el segundo sábado de diciembre con una fiesta a la que él debía asistir. Pero la fecha coincidía con la inauguración del festival navideño en Monte Grande, de manera que aquel año tendría que rechazar la invitación. Las consecuencias no serían nada buenas, así que lo mejor sería afrontar el asunto lo antes posible.

Agarró el teléfono y marcó el número privado de su mamá. Durante la temporada social, era una secretaria quien atendía las llamadas de su madre y organizaba su agenda.

—Hola, ma —la saludó cuando ella respondió al instante.

—Hola, amor, ¿cómo estás? —le preguntó ella, muy complacida—. Esperaba que me llamaras hoy. ¿Recibiste la invitación?

—Acaba de llegar.

—Y vas a venir, por supuesto. ¿Piensas traer a alguien… o debo empezar a buscarte una pareja para la cena? —la sugerencia tenía un tono inconfundiblemente esperanzador.

—Lo siento mucho, mamá, pero este año no podré ir.

Un silencio sepulcral recibió la noticia.

—¿Cómo que no podrás venir? Celebramos la fiesta en la misma fecha todos los años. Obviamente que vas a venir. Ningún otro compromiso puede ser más importante que esto, así que ya puedes ir cancelando lo que tengas previsto.

—No puedo cancelarlo, mamá. Es una obligación profesional. El festival navideño de Monte Grande se inaugura esa misma noche. Tengo que estar presente.

—¿Para hacer qué? ¿Asegurarte de que se enciendan las luces del árbol? —preguntó ella con desprecio.

—Sí, y para comprobar que todo transcurra sin problemas.

—Eso es absurdo. No tienes por qué ser tú quien lo haga. Delega la tarea a otra persona. Que se encargue esa amiguita tuya.

—Si te refieres a Lali, ella tiene sus propias obligaciones y no puede hacerse cargo de las mías.

—Juan Pedro Lanzani, no puedo creer que una ridícula ceremonia en un lugarsucho de mala muerte sea más importante para ti que tu propia madre.

Peter se esperaba las críticas de su madre, pero aun así tuvo que respirar hondo antes de responder.

—No se trata de una competencia. Es mi trabajo. Si pudiera, iría a tu fiesta y lo sabes muy bien. Sé lo importante que es para ti.

—Espera a que se lo diga a tu padre —se quejó ella—. Tendrá una o dos cosas que decir al respecto.

—No lo dudo —murmuró Peter.

Su padre había sido el matón de su madre desde que él tenía memoria. Nunca había entendido cómo funcionaba ese matrimonio, ni cómo una persona tan fuerte como su padre se doblegaba de esa manera a la voluntad de su madre.

—¿Qué has dicho? —preguntó ella en tono violento.

—Nada, mamá. Mira, lo siento mucho, pero no puedo hacer nada. Nos reuniremos en otra ocasión.

—El próximo fin de semana —decidió ella al instante—. Ese viernes tenemos otra fiesta, algo más pequeño e íntimo para algunos socios de tu padre.

A Peter no le hacía ninguna gracia aceptar aquella otra invitación, pero sabía que no podía dar más excusas. Si quería que su madre respetara lo que era importante para él, tenía que demostrarle la misma cortesía.

—Allí estaremos —respondió.

—¿Quiénes?

—Lali y yo.

—Peter, eso es del todo inapropiado.

—¿Inapropiado? —repitió él con voz gélida—. Si Lali no es bienvenida en tu casa, quizás debería de fijarme bien si yo lo soy.

—Ay, por amor de Dios. Tráela —dijo su madre impacientemente—. Pero después no me eches la culpa si no encaja aquí.

—Te echaré la culpa si no haces todo lo posible para que se sienta bien —le advirtió él—. Por favor, mamá. Hazlo por mí.

—¡No sé qué puedo hacer! —protestó ella.

—Ma, los dos sabemos que tus invitados te seguirán la corriente. Si no te comportas como es debido, ya puedes ir olvidándote de mí para el resto de fiestas y celebraciones.

—Eres más terco que una mula —lo acusó su madre, pero sin mucho enojo.

—Tuve a dos buenos maestros —respondió él—. Saluda a papá de mi parte, ¿si?

—Claro, aunque no creo que le mencione lo terco que eres.

Peter se comenzó a reír.

—Claro que se lo dirás. Eres incapaz de resistirte. Te quiero, mamá.

Ella soltó un dramático suspiro.

—Y yo a ti.

A pesar de sus palabras, era evidente que Peter había puesto ese amor a prueba. Y así sería mientras Lali estuviera en su vida.

Lo que no entendía era la profunda antipatía que su madre le tenía a Lali, pero estaba seguro de que no se debía al episodio ocurrido en Ce’Bella. Tenía el presentimiento de que su antipatía no se debía a motivos personales, sino más bien a lo que Lali representaba.

Pero ¿qué tenía que ver con sus padres su relación con Lali? ¿Acaso temían que lo alejara de ellos? Eso sólo ocurriría si continuaban con su actitud hostil hacia ella.

Si su relación con Lali progresaba como él esperaba, tendría que sentarse con sus padres y exponerles la situación. Quería que la apreciaran igual que él. Y si no podían hacerlo… Bueno, ya se ocuparía de eso cuando llegara el momento.

Continuará…