Capítulo 59

Hola, hola, hola!!!! Cómo pasaron el día?! Espero que bien! ;) Gracias por sus comentarios, por el apoyo y estar siempre!!! Las quiero y nos leemos mañana! Besitos

Twitter: @Caparatodos

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—Gracias por tu apoyo, pero no tienes que seguir viniendo si no quieres. Sólo voy a quedarme un par de días más y luego volveré al trabajo. Te agradezco también el tiempo libre que me has dado. Sé que ha debido de notarse en el centro.

Capítulo 59:

—De hecho, tengo que hablarte de eso —dijo Candela—. Iba a esperar a que volvieras, pero ya que sacaste el tema, te lo cuento ahora. Eugenia, Rocío y yo estamos pensando en contratar a otra persona.

Lali la miró horrorizada.

—Puedo volver antes, si es necesario.

—Ese no es el tema. La demanda no para de crecer y nos vemos obligadas a rechazar clientas. Es hora de expandirse. Rocío y yo pensamos que deberíamos abrir otro centro. Y obviamente tú estarías a cargo del proyecto.

—No sabía que estuvieran pensando en un nuevo centro. ¿Ya pensaron dónde?

—No, aún no lo hemos hablado en serio. Tenemos que sentarnos todas, tú incluida, y discutirlo a fondo. Mientras tanto, ¿conoces a alguien a quien te gustaría contratar? ¿O quieres poner un aviso? No tienes que decírmelo ahora, pero que sea pronto, ¿está bien?

—Por supuesto —respondió ella, sintiendo como le daba vueltas la cabeza.

—¿Estás bien, Lali? —le preguntó Candela al notar su reacción—. ¿No te parece que sean buenas noticias?

Sí, tal vez lo fueran. Pero una vez más el suelo parecía tambalearse bajo sus pies. En Monte Grande había encontrado la estabilidad que buscaba. Tenía una casa y buenos amigos. Y ahora…

—No quiero irme a vivir a otra parte —declaró.

Candela se sobresaltó al oírla.

—Amigo, no te vas a ir a ninguna parte. No era lo que estaba insinuando. Sólo quería decir que vamos a contar contigo para que nos ayudes a prepararlo todo. Tal vez tengas que viajar un poco, pero de ninguna manera vamos a dejarte escapar. Creía que lo habíamos dejado claro cuando celebramos la compra de tu nueva casa.

Un alivio inmenso invadió a Lali.

—Lo siento… Creo que saqué conclusiones precipitadas. Estos días me cuesta pensar con claridad.

—Por eso puedes contar con nosotras para lo que necesites —dijo Candela—. Y también con Peter, creo.

—Se ha portado increíble conmigo —corroboró Lali, pensando en las largas horas que Peter había pasado en el hospital, la amabilidad que había mostrado con su madre, la comida que les había llevado de Delica’s y de los mejores restaurantes…

—No todos los hombres son tan maravillosos en un momento de crisis —observó Candela—. Es algo para tener en cuenta, ¿no te parece?

Lali sonrió por la falta de sutileza de su amiga.

—Por supuesto que sí, Cande. Está ganando muchos puntos.

—Los suficientes, espero.

—Aún no los he contado —dijo Lali.

Candela se inclinó hacia ella y le dejó un beso en el cachete.

—Pues deberías —le aconsejó—. Te veré en un par de días. Llámame si necesitas algo.

—Gracias.

—Y no olvides que estás invitada a mi casa para el día de la madre. Y Peter también, siempre que no pase ese día con su familia. Dejaré que lo invites tú…

Lali se comenzó a reír.

—Me sorprende que me lo dejes a mí, si estás tan ansiosa por vernos juntos.

—No puedo controlar tu vida por ti —respondió Candela—. Sólo puedo darle un pequeño empujoncito.

Lali se despidió riendo de su amiga y fue a ver a su padre. Lo habían trasladado a una habitación después de su mejoría y su madre se había ido a descansar durante el día.

Encontró a su padre viendo televisión, aunque no parecía estar prestando atención al programa de entrevistas que estaban pasando.

—¡Hola, pa! —lo saludó alegremente, arrastrando una silla junto a la cama.

Su padre apenas le dedicó una mirada fugaz.

Lali intentó no dejarse intimidar por su falta de recibimiento. Se fijó en que había recuperado el color y que había intentado peinarse un poco. Alguien lo había afeitado, de modo que sus mejillas chupadas ya no estaban oscurecidas por la barba incipiente.

—El médico dice que estás mucho mejor. Seguramente empieces a ir a rehabilitación dentro de un par de días. Así podrán ayudarte a que vuelvas a caminar.

Aquello atrajo la atención de su padre, quien se volteó para mirarla con el ceño fruncido.

—No voy a ir a ninguna rehabilitación. Tu madre puede cuidarme en casa.

—No, no podrá hacerlo hasta que no puedas moverte por ti solo —dijo Lali con firmeza. También había tenido que discutir con su madre por ello—. No es lo bastante fuerte para levantarte o para ayudarte a ir al baño, y mucho menos para subir y bajar las escaleras contigo.

—No importa —murmuró él, y golpeó su yeso con el puño—. Esto no debería haber pasado.

—¿Cómo ocurrió? —preguntó ella—. Siempre habías tenido mucho cuidado con las máquinas.

—Me distraje, eso es todo —dijo su padre a la defensiva—. Sólo fueron unos segundos, y de repente me encontré en una zanja con el tractor encima —los ojos se le humedecieron—. Seguramente le pasó lo mismo a Joaquín… Sólo hace falta un instante para cambiar tu vida… o para acabar con ella.

Lali alargó la mano hacia la suya, pero él la apartó.

—No necesito tu compasión.

—No te compadezco, papá —dijo ella, indignada—. Te quiero. Y siento que estés sufriendo.

—No estoy sufriendo —dijo él.

—No me refiero al dolor físico… Tu corazón sigue sufriendo por Joaco.

Continuará…