Capítulo 47

Holillas!!! Cómo pasaron el domingo?! Gracias por estar ahí!!! Son lo más y me alegro que les esté gustando!!! Besos ;)

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Aquella expresión le recordó a María lo despreocupada que fue una vez con los sentimientos de Sebastián. El corazón se le encogió de remordimiento, pero al mismo tiempo decidió que haría lo posible por repararlo. Tal vez fuera demasiado tarde para su matrimonio, pero quizá pudieran salvar su amistad.

Capítulo 47:

Lali llevaba una semana con un humor de perros, contestándoles a sus amigas de mala manera e incluso siendo grosera con sus clientas. Y lo peor era que no sabía por qué estaba así. Normalmente era la persona más amable y tranquila que conocía.

Estaba en el jardín de Beleco, mirando un vaso de té que ni siquiera había probado, cuando aparecieron Candela, Rocío y Eugenia.

—Oh, oh —murmuró al verlas—. ¿Estoy metida en algún problema?

—Dínoslo tú —respondió Candela—. Llevas una semana siendo otra. Hoy insultaste a Esther Solano.

Lali se quedó horrorizada al escucharla.

—No, nada que ver —intentó recordar la conversación que había tenido con Esther—. En serio, Candela. No la insulté.

—Le dijiste que no importaba qué producto comprase —dijo Candela con expresión divertida.

—Eso no es un insulto —protestó Lali, mirando a las otras en busca de apoyo—. ¿Lo es?

Eugenia comenzó a reír.

—Lo es cuando estás insinuando que nada va a ayudarla.

—Y eso es lo que ella ha entendido —dijo Candela con una sonrisa.

—La verdad es tu mejor defensa —dijo Rocío, mirándola compasivamente—. Nada puede salvar la piel de esa mujer. Se pasó cincuenta años tostándose al sol y ahora espera que alguna crema haga milagros.

—Pero Esther es encantadora —dijo Lali—. Jamás pensé en herir sus sentimientos —enterró la cara entre sus manos—. No sé lo que me está pasando. De verdad que no sé.

—¿Cuándo fue la última vez que viste a Peter? —le preguntó Eugenia.

—Con hoy, es una semana —respondió Lali, sin saber a dónde quería llegar su amiga—. En la reunión del comité. Se suponía que íbamos a almorzar juntos, pero Teresa me llamó para cancelarlo.

—¿Y desde entonces no lo has visto ni has hablado con él? —insistió Eugenia.

Lali negó con la cabeza.

—Bueno, ahí lo tienes —dijo Candela—. Peter es la causa de tu confusión y tu caos interno.

—Yo no tengo ningún caos interno —protestó ella.

—Todas hemos pasado por lo mismo —le dijo Rocío—. Incluida yo. No hay nada de qué avergonzarse.

—No me avergüenzo de nada, y no estoy confundida ni dolida sólo porque un hombre no me llame.

—¿Y qué tendría de malo si así fuera? —preguntó Candela—. No pasa nada porque te guste. Por lo que hemos podido ver, Peter es un gran tipo —se giró hacia las otras—. ¿No es así?

—Por supuesto —afirmó Eugenia—. A Nicolás también le parece.

—Y a Agustín también —añadió Candela.

—Ahí lo tienes —dijo Rochi—. ¡El sello de aprobación de las Poderosas!

—¿Mi opinión no cuenta para nada? —preguntó Lali.

—Claro que sí —respondió Candela—. Pero tienes que explicarnos cuál es el problema para que podamos ayudarte.

Lali no creía que tuviera obligación de explicarse, pero hizo el esfuerzo por sus amigas.

—En pocas palabras, su carrera es más importante que yo. En cuanto le salga un trabajo mejor en otra parte se irá, y por fin he aprendido que es absurdo empezar una relación sin futuro —frunció el ceño—. Por no mencionar que su madre me odia a muerte.

Candela se rió.

—No me parece que Peter sea el tipo de hombre que le haga caso a su mamá.

—Lo mismo pensaba yo —dijo Lali—. Hasta que canceló el almuerzo.

—Llámalo —le aconsejó Rochi—. Dile de ir a comer.

—De ninguna manera —rechazó Lali—. Ni que estuviera loca.

—Entonces dinos por qué estás así —insistió Eugenia.

Lali dudó un momento antes de responder.

—Es por la nueva casa. El papeleo para el préstamo… Siento que me estoy atando a algo sin saber si va a funcionar.

—Como una especie de matrimonio —comentó Candela—. En la vida no hay garantías, amiga. Lo único que puedes hacer es informarte bien antes de tomar una decisión.

—¡Ése es el problema! Tomé la decisión de comprar la casa sin pensarlo siquiera. Fue un impulso, y yo nunca hago nada por impulso.

—Esa casa es perfecta para ti —le aseguró Candela—. Todas hemos ido cuando éramos niñas y sabemos cómo es. Si no puedes confiar en tu instinto, confía en el nuestro.

—Tú sólo quieres quedarte tranquila de que no voy a dejar el centro de belleza —la acusó Lali.

—¡Hey! —dijo Rocío, claramente ofendida—. Siempre hemos sido sinceras contigo, incluso cuando no era lo mejor para nuestros propios intereses.

Lali hizo una mueca, avergonzada.

—Lo siento. Otra vez me he dejado llevar por los nervios. Son las mejores amigas que podría tener.

—Vayamos al grano —dijo Rocío—. Mi consejo es que llames a Peter y se vean lo antes posible para tener sexo. Te ayudará a mejorar tu estado de ánimo y hará maravillas con tu piel.

Lali se rió a pesar de sí misma.

—¿El sexo como terapia? Muchas mujeres confían en nosotras para tener una piel tersa y brillante. Si supieran que pueden conseguir el mismo efecto con el sexo, no volveríamos a verles el pelo.

Rocío no pudo evitar reír.

—Está bien, entonces que quede entre nosotras. Y ahora me voy a casa con mi marido. Toda esta charla de sexo me abrió el apetito.

—A mí también —dijo Eugenia, levantándose—. Tal vez lo haga con Nicolás en el depósito de la tienda… con la puerta abierta para darle un toque de emoción.

Candela suspiró.

—Agustín y yo tenemos que pedir turno para estar juntos, con tantos niños revoloteando… Alguna que otra tarde nos vamos al hotel —confesó, poniéndose colorada.

Rocío, Eugenia y Lali la miraron asombradas.

—Me pregunto si a Gastón le parecerá buena idea —dijo Rocío, volteándose para mirar a Euge—. ¿Tiene una hora libre en el restaurante entre la hora del almuerzo y los preparativos de la comida? —Eugenia asintió con expresión divertida—. Perfecto… Una hora bastará para animar la tarde de mañana.

—Tendremos que tener cuidado —dijo Candela—. Agustín se va a asustar si comenzamos a encontrarnos con todo el mundo en el estacionamiento del hotel.

—Intenta no cruzarte con Peter para no darle ideas —advirtió Lali.

—Llámalo —repitió Rocío.

—Antes de mañana —añadió Cande—. Y pídele disculpas a Esther Solano.

Lali asintió en silencio. Era mejor no comprometerse explícitamente. Podía hablar con Esther Solano, pero hablar con Peter era impensable. Además, al día siguiente tendría que verlo para ir a buscar el árbol de Navidad. De repente ahí podría averiguar qué pasaba con él sin arriesgar su corazón.

Continuará…