Capítulo 41

Hola, hola!!! Cómo las trata el día?! Espero que bien y que tengan un buen sábado, feriado al menos acá! Besos y gracias, gracias, gracias por leer!!!!

Twitter: @Caparatodos

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Tomó un sorbo de champán y se obligó a no beber más. Lo último que necesitaba era perder la dignidad por culpa del alcohol. Era una sobreviviente, y seguiría siéndolo pasara lo que pasara.

Capítulo 41:

Lali, Peter y María estaban terminando sus porciones de torta de chocolate cuando llegaron Rocío y Candela, acompañadas de sus maridos e hijos. Al mismo tiempo, Eugenia salió de la cocina con otra botella de champán, una botella de jugo para los niños y copas para todo el mundo. Gastón y Karina salieron detrás de ella. Unos minutos después llegó Gustavo con los hijos de Karina.

—¿Qué pasa? —preguntó Lali, mirándolos con asombro—. ¿Qué hacen aquí?

—¡Compraste una casa! —exclamó Candela—. Eso hay que celebrarlo. No sólo por ti, sino por todas nosotras. Significa que no vas a irte de Monte Grande.

—Aún no hay nada definitivo —protestó Lali, sin molestarse en preguntarles cómo se habían enterado—. Todavía no he solicitado el préstamo al banco. No podré hacerlo hasta el lunes.

—¡Dale, Lali! conseguir el préstamo será pan comido —dijo Rocío—. Todas podemos servirte de avales.

—Es una gran noticia y hay que celebrarla con los buenos amigos —dijo Eugenia. La mirada despectiva que le lanzó a María sugería que su presencia no era bien recibida allí.

Lali vio el destello de dolor en los ojos de María, pero fue tan efímero que nadie más debió de notarlo.

—Los dejo para que celebren —dijo María, levantándose con una sonrisa y agarrando su cartera.

—No —dijo Lali, mirando a Eugenia con un tono de advertencia—. Tienes que quedarte. Al menos para una copa de champán.

—No sé… —murmuró María, mirando a Eugenia.

—Quédate —insistió Eugenia.

Tal vez no lo hubiera dicho con mucho entusiasmo, pero aquella única palabra bastó para que María volviera a sentarse, si bien lo hizo en el borde de la silla, preparada para irse en cualquier momento.

Casi todos los clientes habían abandonado ya el restaurante, así que Nicolás ayudó a Eugenia a juntar algunas mesas. Martín y Laura fueron asignados para cuidar que los pequeños no hicieran estragos en el local, mientras los bebés dormían plácidamente en sus cochecitos.

—Muy bien, cuéntanos todo con lujo de detalle —le ordenó Candela a Lali—. No sabía que estuvieras buscando casa.

—No la estaba buscando —admitió Lali—. Era Peter quien lo hacía. Hoy lo acompañé a mirar casas después del trabajo y le robé ésta de las manos.

—Me rompió el corazón —declaró él con un exagerado suspiro—. Me encantaba esa casa.

—¡Mentiroso! —dijo ella, mirándolo con el ceño fruncido—. Vi la cara que ponías al ver la decoración de la sala.

Peter sonrió.

—Bueno, tanto estampado de flores me incomodaba un poco, pero los muebles van todos fuera —se giró para mirar a María—. Van todos fuera, ¿no?

—¿Y a ti qué te importa? —le preguntó Lali—. No eres tú quien tiene que vivir con ellos.

—¡Hey! creí que teníamos un trato —protestó él.

Rocío lo fulminó con la mirada.

—¿Qué trato? —preguntó, y se dirigió a Lali—. Dime que no has hecho un trato con él sin que yo me encargue primero del papeleo. Todavía estoy un poco molesta por que hayas firmado un contrato sin consultármelo.

—Tenía que ser rápida si quería quedarme con la casa —le dijo Lali—. Había otra pareja dispuesta a comprarla. Pero puedes encargarte de todos los detalles de la operación. Yo no tengo ni idea de cómo se hacen esas cosas.

—Pero, ¿qué hay de ese acuerdo del que habla Peter? —insistió Rocío.

Lali miró a Peter con el ceño fruncido.

—Se le ocurrió la absurda idea de alquilar una habitación en la casa a cambio de ayudarme con los arreglos.

—Es un buen trato —dijo Peter.

Nicolás lo miró con expresión divertida, incluso con un toque de admiración.

—Es un buen plan, claramente, pero tengo que preguntar… ¿Sabes cuál es la diferencia entre un martillo y un serrucho?

—Tengo muchas habilidades.

—¿Pero alguna de ellas tiene algo que ver con arreglos? —preguntó Agustín, y se ganó un codazo en las costillas de Candela—. ¿Qué dije ahora?

—Estás avergonzando a Peter y a Lali —le dijo Candela.

—Es una pregunta válida —protestó él, mirando a Nicolás, Gustavo y Gastón—. ¿No les parece?

—Obvio que sí —corroboró Nicolás—. Pero no es una pregunta muy inteligente.

Peter miró a Nicolás.

—Puedes ponerme a prueba tú mismo, si quieres.

Lali hizo una mueca.

—No me importa si éstos te dan un diploma. Voy a contratar a alguien que sepa. ¿Puedes recomendarme a un albañil de confianza, Nicolás?

—Dalo por hecho.

—Traidor —murmuró Peter—. ¿Dónde quedó la solidaridad masculina?

—Eso díselo a los hombres que no estén casados con las Poderosas —dijo Agustín, frotándose el costado donde lo había golpeado Candela.

Continuará…