Capítulo 60

Hola chicas! Cómo les va?! Ojalá que estén bien :) Vieron la noticia de Euge?! Bueno, la que no, le cuento que va a ser mamá! ♥ Qué lindo! Espero disfrute y viva a pleno el momento y la experiencia!!! Lo mejor para ella! Gracias por sus comentarios, son lo MAS!!! Nos leemos mañana. Besos

Twitter: @Caparatodos

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—No estoy sufriendo —dijo él.

—No me refiero al dolor físico… Tu corazón sigue sufriendo por Joaco.

Capítulo 60:

—Sí, bueno, es normal —murmuró su padre—. Era mi hijo.

—Y te culpas a ti mismo por haberle permitido manejar aquella noche… —de repente lo entendió—. Papá, lo que pasó no fue tu culpa. La carretera estaba igual que siempre, no fue tu culpa que perdiera el control.

—Pero en fiestas las calles están más transitadas. Sabía que tu hermano no tenía la experiencia suficiente. Tendría que haber insistido en que dejara su auto y volviera a casa con nosotros.

—¡Ya basta, papá! Joaquín ya se había ido cuando salimos de la iglesia. No podrías haber hecho nada. ¡Nada!

—Era su padre —discutió él, cada vez más nervioso—. Mi deber era protegerlo.

Lali le agarró la mano y esa vez no dejó que se soltara.

—Papá, fuiste el mejor padre que nadie pudiera tener. Lo que sucedió fue un accidente, igual que te pasó a ti. Tienes que superarlo de una vez.

Su padre levantó la mirada hacia ella.

—Tu madre me sigue culpando.

—No, no te culpa —dijo Lali, aunque se preguntó si sería cierto. ¿Sería posible que su madre lo hubiera culpado en silencio durante todos esos años? ¿Sería otra razón que explicara el asfixiante ambiente que se respiraba en su casa?

—No sabes nada de esto —murmuró su padre, apartando la mirada.

—Sí lo sé —respondió ella tranquilamente—. Aunque fueras mínimamente responsable de lo que le pasó a Joaquín, y no creo que lo fueras, hace tiempo que pagaste por ello. Tienes que perdonarte a ti mismo. Y si mamá te sigue culpando, también ella necesita seguir adelante.

Durante unos minutos su padre permaneció en silencio.

—¿Y tú? —preguntó finalmente en voz baja, casi inaudible.

Lali lo miró horrorizada.

—Yo nunca te he culpado, papá. Jamás.

Él la miró con desconfianza.

—Pero te enojaste mucho… Te fuiste de casa y sólo venías a visitarnos de vez en cuando, como un ave de paso a la que casi era imposible ver.

Lali no creía que fuera el mejor momento para hablar de ello, pero su padre acababa de abrir una puerta que había permanecido cerrada durante años.

—Me fui porque ni a ti ni a mamá parecía importarles. Yo no les era suficiente. Sólo vivían para el hijo que habían perdido —lo miró fijamente a los ojos—. Y no te atrevas a pensar ni por un segundo que yo no quería a Joaquín. Su muerte me rompió el corazón. Necesitaba el mismo consuelo que ustedes, pero ninguno de los dos me lo ofreció. Al principio entendí que no pudieran dármelo, pero la situación no hizo más que empeorar con el tiempo —era incapaz de contener la amargura—. ¿Te acuerdas de cómo celebrábamos los cumpleaños y las navidades cuando él estaba vivo? —Su padre asintió. Por una vez parecía estar prestándole toda su atención—. Después de su muerte nunca más volví a tener una torta de cumpleaños —siguió ella, secándose las lágrimas que resbalaban de sus ojos—. No me permitías poner el árbol de Navidad ni que hubiera música en casa. El primer año lo acepté, pero todo siguió igual hasta que terminé el colegio. Ni siquiera celebramos mi graduación. Me sentía como si fuera invisible. Como si yo también hubiera muerto junto a Joaquín. —Incapaz de contener las lágrimas, enterró el rostro en sus manos. —Lo siento. No debería haberte hablado de estas cosas… Aún te estás recuperando.

Sintió la mano de su padre acariciándole el pelo. Al principio fue un roce tan ligero que creyó haberlo imaginado.

—No tenía ni idea —susurró él con voz ahogada—. Estaba sumido en mi propio dolor. Nunca imaginé lo que les estaba haciendo a ti o a tu madre.

Lali levantó la cabeza para mirarlo. Tal vez no volviera a tener aquella oportunidad.

—Papá… ¿quieres hacer algo por mí?

—Lo que sea.

—Cuéntale al doctor cómo te has sentido desde la muerte de Joaquín. Deja que intente ayudarte.

Su padre la miró con desconfianza.

—¿Ayudarme cómo?

—No sé lo que te recomendará, pero, sea lo que sea, quiero que me prometas que lo harás. No por mí, sino por ti. ¿Está bien?

El orgullo y la obstinación se reflejaron en el rostro de su padre, y durante lo que pareció una eternidad, Lali pensó que iba a negarse. Pero entonces volvió a acariciarle el pelo y su expresión se suavizó.

—Hablaré con el doctor.

—¿Y escucharás lo que te diga? —insistió ella. Necesitaba mucho más que una simple aprobación. Él se alejó y agarró con mano temblorosa la jarra de agua que tenía en la mesita de luz—. Por favor, papá…

Su padre tomó un sorbo de agua y frunció el ceño.

—¿Vas a seguir insistiendo hasta convencerme?

—Sí.

—Está bien. Entonces lo voy a escuchar.

Pero Lali aún no estaba convencida del todo.

—Déjame que te lo pida de otra forma… ¿Harás lo que te diga?

—Lo voy a escuchar —repitió él.

—¡Papá!

—Está bien —cedió su padre por fin—. Por ti, seguiré su consejo.

Ella se inclinó y posó la cabeza en su pecho.

—Gracias, papá.

Sus brazos la rodearon torpemente.

—Te quiero, mi chiquita. De verdad. Y siento mucho no habértelo dicho lo suficiente.

—Me lo has dicho ahora —susurró ella, con el corazón colmado de alegría.

Continuará…