Capítulo 37

 

Hola, hola!!! Qué tal les va?! Cómo las trató el día??? Ojalá que bien o al menos haya sido llevadero! Muchas gracias por estar siempre!!! :D Besos y nos leemos mañana!!!

Twitter: @Caparatodos

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Peter le agarró la mano y se la llevó a los labios para besarla, como en las películas en blanco y negro que tanto le gustaban a Lali. Ella suspiró y se dejó arrastrar por la naciente ola de amor que comenzaba a sentir. Ignoró todas las señales de advertencia, incluida la imagen de la madre de Peter, y rezó en silencio para que esta vez todo saliera bien y su corazón permaneciera intacto.

Capítulo 37:

Lo último que María deseaba era pedirle algo a su ex marido, pero necesitaba la ayuda de Sebastián si quería que aquella Navidad fuese especial para Fiorella. Su hija seguía molesta por la negativa de ir a Mar del Plata, así que María tendría que cumplir su promesa y conseguir que aquellas vacaciones fueran tan mágicas y especiales como años atrás.

También necesitaba dejarle muy claro a Sebastián que Fiorella no podía jugar con ellos para sacar provecho de su enfrentamiento mutuo. Tenían que trabajar como un equipo. Osvaldo le había prometido que le dejaría vía libre con Sebastián, pero si demoraba la conversación por mucho tiempo, su ex suegro acabaría metiéndose en el asunto.

Tenía que llamarlo ahora, mientras esperaba la visita de posibles compradores a la casa que acababa de ponerse en venta. Hablar con Sebastián siempre sería mejor que quedarse sentada y muerta de aburrimiento. Tan sólo unas cuantas personas habían visitado la propiedad y ninguna de ellas había mostrado mucho interés. La noche anterior se la había enseñado a una joven pareja, pero no habían vuelto como prometieron.

Marcó el número de Sebastián y se sorprendió a sí misma cuando la voz de su ex marido le provocó un pequeño vuelco en el corazón. Entre Sebastián y ella nunca hubo mucha química cuando estaban casados. Era imposible que la hubiera ahora.

Al igual que su padre, Sebastián era un tipo alegre y lleno de vida. El divorcio había sido amistoso, aunque ella se propuso no volver a verlo más de lo estrictamente necesario. Aún se sentía humillada porque hubiera sido Sebastián y no ella quien rompiera el matrimonio.

—¿Qué pasa, Mery? —le preguntó él—. ¿Nuestra chiquita tiene algún problema?

—Fiorella está bien —le aseguró María—. Pero te llamo por ella.

—¿Y eso? —preguntó Sebastián, y le murmuró algo a otra persona—. Dame un momento, ¿puedes?

María dio golpecitos con el pie mientras esperaba a que Sebastián le dedicara su total atención. Hubo un tiempo en que para él lo había sido todo. Por eso se quedó con él en la universidad cuando Nicolás Riera la rechazó. Sebastián siempre la estaba esperando, como un perrito fiel. Fue una sorpresa descubrir que ya no era así. Aunque llevaban nueve años divorciados, María siempre había creído que podría recuperarlo con un simple chasquido de sus dedos. Pero parecía que ya ni siquiera podía acaparar su atención durante una llamada telefónica. Aquel descubrimiento la indignó aún más.

—Lo siento —dijo él—. Hoy es un día de locos. Todo el mundo se ha puesto de acuerdo para comprar una camioneta nueva en este preciso instante. Te juro que nunca había tenido tanto trabajo desde que abrí el local hace veinticinco años. Dime, ¿qué pasa?

—Tenemos que hablar.

—Estamos hablando.

—En persona —aclaró María, cada vez más impaciente.

—¿Es por ese viaje que quiere hacer? Le dije a Fiorella que era decisión tuya.

—Y ya le he dicho que no puede ir. Gracias por tu apoyo —añadió con sarcasmo.

—Oye, no te la agarres conmigo —respondió él—. Fiorella no me dijo que ya te lo había preguntado.

—Obvio que no te lo dijo. ¿Todavía no la conoces? Desde que era una niña ha ido donde ti después de que yo le prohibiera algo. El otro día tuve que intervenir para que no intentara comprar a tu padre. Por una vez, Osvaldo está de mi lado. No podemos pasar navidad sin Fiorella… Me sorprende que hayas pensado en semejante posibilidad.

—Si te soy sincero, me llamó en un mal momento y sólo la escuché a medias —admitió Sebastián—. Y después de haber aceptado no podía echarme atrás.

Justo lo que María había pensado, aunque no era ningún consuelo.

—Seguro que te llamó a propósito en mitad de tu reunión, ¿no? Sería algo típico de ella.

—Sí, así fue —dijo él—. Esa chica es más viva de lo que pensaba. Tendré que estar más alerta de ahora en adelante.

—Mientras tanto, ¿podemos comer el martes por la noche para pensar lo que vamos a hacer en vacaciones? Invito yo, lógicamente —se enorgullecía de ser independiente y no haber aceptado la pensión de Sebastián. Sólo había recibido la ayuda necesaria para Fiorella y la mitad de los gastos académicos.

—¿Quieres comer conmigo?

—No voy a lanzarme sobre ti —dijo ella, enojada por el tono de sorpresa de Sebastián.

—Jamás pensaría algo así —respondió él, riendo—. Muy bien. El martes comemos, si quieres.

—¿A las siete te parece bien? Tengo que enseñar una casa a las seis.

—Entonces llegarás a las siete y media —comentó él—. Pero estaré a las siete en punto.

—Si no es mucho problema para ti —soltó ella, perdiendo la poca paciencia que le quedaba.

¿Qué le había hecho pensar que ella y Sebastián podían aportar lo suficiente para comer juntos, y mucho menos para pasar una navidad en paz y armonía por el bien de su hija?

Pero por muy irritada que estuviera con Sebastián, no fue nada comparado con lo que sintió al mirar por la ventana y ver a Peter y a Lali acercándose a la casa que ella estaba vendiendo.

Tres personas distintas le habían dicho que la noche anterior se habían besado en un partido, pero María no había creído una palabra. Y sin embargo allí estaban, buscando casa juntos un sábado por la tarde. No era extraño que Lali hubiese guardado silencio cuando ella sugirió que Peter era gay. Sabía que no lo era. Lo sabía porque había estado viéndolo a escondidas… Esa mujer había hecho una buena jugada.

Continuará…