Capítulo 51

Buenas!!!! Cómo les va??? Qué tal terminaron el día?! Sorry por la demora, pero mejor tarde que nunca! Gracias por leer y estar ahí! :D Son LO MÁS!!! Besitos y ahora sí, nos leemos mañana! Que tengan linda noche!

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También se había encargado en atraer nuevos negocios a las calles del centro. Confiaba en que una reducción inicial de impuestos animaría a los empresarios y comerciantes a instalarse en los locales disponibles. Hasta el momento dos personas se habían comprometido a abrir sus tiendas después de Año Nuevo, y otras tres estaban pensando en alquilar unos locales para otoño.

Capítulo 51:

Además había encargado un examen metódico de las infraestructuras del lugar, algo que llevaba demasiado tiempo sin hacerse. Había un par de avenidas que le preocupaban, pero los informes de los ingenieros indicaban que eran lo bastante sólida… por ahora. Las tuberías y el alcantarillado necesitaban un arreglo inmediato debido a la creciente demanda. Peter tenía un plan para aminorar los costes mediante unos cargos adicionales a las inmobiliarias.

Y por si fuera poco, había conseguido el dinero para poner en marcha la propuesta de Agustín. Había incluido la propuesta del equipo en el presupuesto de Parques y Actividades de Ocio, con la aprobación del consejo. Y había prometido entrenar al segundo equipo.

En definitiva, y a pesar del poco tiempo que llevaba allí, sentía que ya había hecho una gran contribución. Aunque con tanto trabajo apenas había tenido tiempo para buscar casa o para enamorar a Lali. Aquello contribuía a aumentar su estrés, y de ahí la urgente necesidad de salir a correr por las tardes. Normalmente atravesaba el lugar y luego rodeaba el lago, cuyas orillas estaban cubiertas de flores que llenaban de color el paisaje de primavera. Siempre saludaba a un grupo de mujeres que charlaban en las bancas a la luz de la luna, a pesar de que no conocía a ninguna de ellas. Sabía que se irían en cuanto se hiciera de noche, igual que las últimas parejas que disfrutaban de un romántico paseo al atardecer.

Estaba dando una última vuelta al lago cuando sonó tu celular. Pensó en ignorar la llamada, pero la policía y los bomberos tenían su número por si necesitaban avisarle en caso de emergencia, así que se detuvo y se dobló por la cintura para recuperar el aliento mientras miraba la pantalla. Era su madre, y aquélla era la quinta llamada en lo que iba del día. Había ignorado las otras, pero estaba claro que no iba a darse por vencida.

—Hola, mamá —contestó finalmente.

—¿Se puede saber qué te pasa? —largó ella en tono acusatorio—. Parece que te falta el aire.

—Estaba corriendo un poco. ¿Qué es lo que tanto te preocupa?

—¿Ya has encontrado alguna casa?

—No he tenido tiempo de buscar.

—Por eso quería encargarme yo de hacerlo. Pero me han prohibido meterme donde no me llaman.

—Dudo que María te lo dijera con esas palabras.

—Claro que no. Es una mujer encantadora. Y creo que está soltera.

—Sí, ya lo sé —dijo Peter. La sutileza no era el punto fuerte de su madre, desde luego.

—¿Le dijiste para salir?

—¡Mamá!

—Bueno, supongo que no estarás pensando en salir con esa fulana, Lali cómo-se-llame.

—Muy bien, ya es suficiente —dijo él—. Te llamaré más tarde —se dispuso a cortar la llamada cuando oyó que su madre lo llamaba insistentemente—. ¿Qué pasa?

—Está bien, no quería hacerte enojar… Eres como un niño. Harás exactamente lo contrario a lo que yo te diga, sólo para darme la contra.

—¿Se supone que eso es una disculpa?

Su madre suspiró dramáticamente.

—Lo siento —dijo no muy convencida de sus palabras—. No te llamaba por esto.

—¿Entonces para qué?

—Las cortinas para tu oficina están listas. Me gustaría llevártelas mañana, y tal vez pudiéramos ver juntos algunas casas.

El suspiro de Peter fue tan dramático como el de su madre.

—Tráeme las cortinas si quieres, pero no tengo tiempo para ver casas mañana.

—Bueno, espero que al menos tengas tiempo para almorzar con tu madre.

Peter lo pensó un momento. Tarde o temprano su mamá y él iban a tener que verse. No era el tipo de mujer que le permitiera a nadie ignorarla para siempre, y menos uno de sus propios hijos. Y a Peter le había costado treinta y cinco años darse cuenta de que intentaba ser una buena madre… de la única forma que sabía.

—Podemos almorzar juntos —dijo—. Con una condición.

—¿Cuál? —preguntó ella con desconfianza.

—Que invitemos a Lali y prometas ser educada con ella.

—No hay forma —respondió Claudia al instante.

—Muy bien, entonces no hay trato.

—Juan Pedro Lanzani, no puedes chantajearme para que vea a una mujer a la que no tolero.

—Prácticamente ni la conoces.

—Es lo mismo. No tengo la menor intención de conocerla.

Peter sabía que la terquedad de su madre se debía a la vanidad y al orgullo, más que a un verdadero rechazo. Seguramente estaba avergonzada por el escándalo que había hecho en Ce’Bella.

—¿Y tampoco te importa que sea importante para mí? —le preguntó tranquilamente.

—¿Cómo de importante? —preguntó su madre, horrorizada.

—No estoy del todo seguro aún, pero diría que muy importante. Y te agradecería mucho que le dieras una oportunidad. Dale, ma, no va a ser la primera vez que tengas que ser educada con alguien que no te caiga bien. Siempre lo estás haciendo en tus actos benéficos. ¿No puedes hacerlo por mí una vez?

—Si lo pones de esa forma, supongo que no tengo elección —accedió ella a regañadientes—. Estaré en tu oficina a las once y media para dejar las cortinas. Reserva una mesa para el mediodía, y dile a tu amiguita que no sea puntual.

—Sí, señora —respondió él, intentando ocultar su alegría por la actitud autoritaria de su madre.

Por desgracia, aún le quedaba por convencer a la parte más difícil.

Continuará…