Capítulo 34

Hola, hola!!!! Cómo empezaron diciembre??? Qué bestia como se pasó el año! Gracias por todos sus comentario, son GENIALES!!! :D La maratón se las voy a deber por unos días… estoy trabajando y no me dan los tiempos para todo! Por eso también sorry por la hora en la que subo… Apenas pueda la preparo y les hago maratón! A parte aprovechamos y le damos tiempo a todas de terminar exámenes y eso así todas la disfrutan y nadie se atrasa ;) Besos y nos leemos mañana!!! Que tengan linda noche de sábado! 

Twitter: @Caparatodos

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Ni siquiera su ultimátum podría impedir que Claudia siguiera buscando venganza, especialmente si conseguía que su padre, Juan, también se involucrara. Entre los dos podían destruir la vida de cualquiera. Peter lo sabía muy bien, y el miedo era la verdadera razón por la que no quería hacer esa llamada. Cuando Lali lo miraba con sus grandes ojos marrones, algo en su interior se removía y perdía la concentración, algo que nunca le había pasado en sus treinta y cinco años.

Capítulo 34:

Durante toda su vida se había mantenido libre y sin compromiso, disfrutando de la compañía de mujeres agresivas y seguras de sí mismas como María. Tal vez fuera un grande mayor para él, pero era obvio que quería una aventura. Peter se había quedado sin excusas para rechazar sus invitaciones, y en el fondo sabía que lo había hecho porque sentía algo por Lali. Nunca se había atado a una mujer, y menos a una mujer que no tuviera el menor interés en él. Las mujeres sofisticadas y poco exigentes eran lo mejor para mantenerse centrado en su carrera.

Ya le había dicho a Lali que no tenía intención de pasar el resto de su vida en Monte Grande. Era un lugar demasiado pequeño, y aunque su trabajo como secretario local era mucho mejor que sus anteriores responsabilidades administrativas, no dejaba de ser un paso más en su ascenso. Dos años en Monte Grande, tres más en otro lugar, y estaría preparado para ocupar un puesto mayor. En la municipalidad del Pilar, tal vez, lo que acabaría de matar a sus padres. Aún no le habían perdonado su decisión de trabajar como funcionario público, y si lo hacía delante de sus narices no podrían superar la humillación.

—Nunca un Lanzani ha trabajado para el servicio público —le había dicho su padre en más de una ocasión.

—Entonces yo seré el primero —había replicado Peter—. Es mi vida. Es mi elección.

—Bueno, entonces no vayas a venir a mí cuando no tengas dónde caerte muerto.

—Jamás lo haría —era siempre la orgullosa respuesta de Peter.

A veces se preguntaba si había elegido aquella carrera sólo para escupirle en la cara a su familia. Pero no. Lo había hecho porque disfrutaba ayudando al desarrollo y crecimiento del lugar.

Monte Grande lo había seducido porque estaba experimentando un enorme cambio. Hasta el momento había conservado su encanto rural, pero gracias a unas pocas personas visionarias y emprendedoras, como las mujeres que habían abierto el Beleco Spa, y Nicolás Riera y su ferretería y empresa de suministros, Monte Grande había evitado el triste destino de otros sitios en los cuales la economía local había sido absorbida por las grandes superficies comerciales.

Era irónico que una de las mayores atracciones del pueblo, el festival navideño, fuera el mayor fastidio en la vida de Peter. Y que una mujer tan poco interesada como él en la navidad tuviera el potencial de trastocar todos sus planes.

— Demonios —masculló, arrojando su lapicero sobre la mesa. Como siempre, estaba analizando demasiado las cosas. Si quería pasar la tarde con Lali, no podía quedarse encerrado en su oficina. A aquellas horas ya debía de estar pensando que él había pensado mejor las cosas y que había elegido apoyar a su madre.

Por desgracia, cuando llamó al Beleco Spa le dijeron que Lali había terminado su jornada. En la guía no aparecía el número de su casa, lo que significaba que no quería darlo a conocer. Podría llamar a alguna de sus amigas y pedírselo, pero entonces se expondría a una abalancha de consejos indeseados por parte de ese grupo conocido como las Poderosas.

Pero estaba decidido a encontrar a Lali y pasar la tarde con ella. Una de las ventajas de trabajar en la municipalidad era que tenía acceso al registro informatizado de la propiedad. Tecleó el nombre de Lali, pero no apareció nada. Eso significaba que vivía en una casa o departamento alquilados. Tanto los edificios, como casas en alquiler abundaban. Frustrado, apagó la computadora.

Sólo había unos cuantos lugares donde la gente iba los viernes por la noche. Delica’s era uno de ellos. Rosalina's era otro. No se demoraría mucho tiempo en ir a los dos.

Pero al salir a la calle oyó una especie de rugido lejano. Levantó la mirada al cielo de octubre y vio unas luces a la distancia. ¡Fútbol! Debía de estar jugándose un partido en el colegio. Seguro que allí no sólo encontraría a Agustín y a Candela, sino también a sus amigos, incluida Lali.

Llegó hasta el colegio en auto, pero tuvo que dar vueltas por varias cuadras hasta encontrar un sitio para estacionar. Los silbidos y el griterío fueron subiendo de intensidad mientras se acercaba corriendo al estadio. En el interior, compró una hamburguesa con una gaseosa y miró las gradas en busca de alguna cara conocida.

—¡Peter! ¡Aquí arriba!

Levantó la mirada y vio a Agustín haciéndole señas. Candela estaba a su lado, junto a todos sus hijos. Lali estaba sentada al final de la fila y tenía a Jessica sobre sus piernas. Ni siquiera miró a Peter, y él sonrió por la deliberada muestra de desinterés. Demostraba que había notado su ausencia y que había sacado una conclusión equivocada. Y eso quería decir que Peter le importaba…

Subió rápidamente los escalones y pasó junto a Agustín, Candela y los niños para sentarse junto a Lali.

—Pensé que te encontraría aquí —dijo, mientras Jessica agarraba la hamburguesa con sus manitos y se perdida en la mostaza.

Lali se la quitó de las manos y le devolvió el sándwich.

—Puede que ya no quieras comértelo —le dijo mientras limpiaba las manos y la cara de la niña. Con las manchas de su polo rosa ya no se podía hacer nada.

Peter se encogió de hombros, envolvió la hamburguesa y lo dejó a sus pies.

—Compraré otra más tarde. ¿Vamos ganando?

—Ahí está el marcador —dijo ella, asintiendo hacia el extremo del campo.

—¿Estás enojada conmigo?

—¿Por qué tendría que estarlo? —preguntó, evitando su mirada.

—Porque te dije que te llamaría y no lo he hecho.

—No he estado esperando tu llamada, si es lo que estas piensas.

—Eso ya lo sé… Pero aun así lo siento. Tenía muchas cosas en la cabeza.

—¿Como por ejemplo que no querías que te vieran con una mujer que ha insultado a tu mamá?

—No, no tenía nada que ver con eso —respondió Peter, sonriéndole.

Ella lo miró finalmente a los ojos.

—¿Entonces de qué se trataba?

—Me preguntaba si no estarías empezando a importarme demasiado —admitió él mientras una ola de calor lo recorría. Aquél era el problema. Una mirada de Lali bastaba para dejarlo fuera de combate. Pero por mucho que odiara aquella sensación, no quería dejar de sentirla—. ¿Podemos hablar en otro sitio?

Continuará…