Capítulo 53

Hola, hola!!! Cómo empezaron el día?! Ya es viernes y se nos viene el finde! :O Disfruten del día y que empiecen con todo el fin de semana!!! Gracias por siempre estar! :D Besos y nos leemos más tarde, ¿Quieren?

P.D.: Alguna de ustedes se anota para ayudarme con la carátula de una sorpresa???

Twitter: @Caparatodos

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—Muy bien. Entonces nos vemos en Café, Café.

Satisfecha, María lo besó impulsivamente en la mejilla y salió del auto. No estaba del todo segura de lo que había pasado entre ella y Sebastián, pero de repente parecía algo más que una cita para almorzar juntos.

Capítulo 53:

Al día siguiente, María respiró hondo y entró a Café, Café para sentarse en una mesa frente a la ventana. Si Sebastián y ella iban a comer juntos, era mejor hacerlo a la vista de todos. Esconderse en el fondo del local sólo serviría para generar más rumores.

—No se puede decir que vengas mucho por aquí —le dijo Grace mientras le acercaba la carta a la mesa—. Al menos tú sola.

—He quedado con alguien —respondió María. De pronto no le parecía tan buena idea haber ido allí. Osvaldo y varios de sus amgios solían comer en aquel restaurante.

—Un cliente, supongo —dijo Grace, colocando otro menú en la mesa.

María levantó la mirada hacia ella. Grace era una mujer encantadora que se enorgullecía de saber todo lo que pasaba en Monte Grande, gracias a su oído biónico y su curiosidad innata. Sorprendentemente, parecía no importarle a nadie. Pero eso no significaba que María tuviera que cooperar de buena manera.

—Tráeme un vaso de té helado, por favor. Y un jugo para mi amigo.

Normalmente, la actitud esquiva de María habría provocado más preguntas por parte de Grace, pero por alguna razón, se alejó rápidamente para traerle el pedido.

Dos minutos después, mientras Grace dejaba las bebidas en la mesa, entró Sebastián en el restaurante. Estaba ligeramente despeinado, con la camisa arremangada y abierta por el cuello. A María siempre le había parecido muy sexy con aquel look informal, y una vez más sintió una pequeña sacudida interna.

—Vaya, vaya, mira quién acaba de entrar —dijo Grace—. Seguramente quedó en encontrarse con su padre.

María no respondió, en parte porque el inesperado nudo en la garganta le impedía articular palabra. Sebastián siempre le había parecido extremadamente atractivo, pero nunca se le había acelerado el pulso de esa forma.

Cuando Sebastián se dirigió directamente a la mesa de María, Grace ahogó un grito de sorpresa y se marchó a toda velocidad, sin duda para difundir la noticia de que María y Sebastián Laos iban a comer juntos. Al cabo de media hora, Café, Café estaría lleno de curiosos deseando verlo por sí mismos y apostando por las consecuencias de aquella cita.

—Tenías razón —dijo María con un suspiro—. Seguramente haya sido mala idea.

Él se encogió de hombros, tan despreocupado como ella había estado el día anterior.

—Estamos en Monte Grande. Es normal que la gente hable.

—¿De verdad quieres que hablen de nosotros?

—No sería la primera vez —le recordó él—. Vamos a pedir. Tengo una reunión de ventas.

Estaban decidiéndose por las hamburguesas con queso y papas fritas, cuando Osvaldo entró en el local. Al verlos allí se quedó boquiabierto.

—Esto sí que es una sorpresa —dijo—. ¿Han quedado para hablar sobre lo que vamos a hacer en Navidad con Fiorella?

María dejó que Sebastián se encargara de las explicaciones.

—No —le dijo él a su padre—. Es una cita.

A María le dio un vuelco el corazón y miró a su ex marido con el ceño fruncido.

—No es una cita.

—¿Entonces cómo lo llamarías? —preguntó él con una sonrisa.

—Un error.

Osvaldo les sonrió a ambos.

—Bueno, sea lo que sea, me alegro de verlos a los dos juntos. Fiorella se pondría feliz si pudiera verlos.

—No le digas nada a Fiorella —le advirtió María.

—Es verdad, papá —añadió Sebastián—. No queremos que se haga una idea equivocada. Se llevaría una triste decepción.

Osvaldo clavó la mirada en su hijo.

—¿Estás seguro? Nunca entendí por qué se separaron. No me diste ninguna explicación con sentido.

—Porque no era tema tuyo —dijo Sebastián—. Ve con tus amigos, papá. No nos quitan los ojos de encima. Podrías decirles lo que estamos haciendo.

—No sé lo que están haciendo exactamente —protestó Osvaldo.

María le dedicó su más dulce sonrisa.

—Entonces no tendrás mucho que decirles, ¿no es así? Podemos hablar de otra cosa más interesante.

—Sigues tan insolente como siempre, ¿eh? —por una vez el tono de Osvaldo parecía lleno de admiración.

—Lo intento —respondió ella.

—Bueno, sea como sea, que se diviertan —dijo Osvaldo, y se retiró para volver con sus amigos.

—¡Qué situación! —murmuró María, pero los ojos de Sebastián brillaban de satisfacción.

—Tendrás que admitir es muy divertido desconcertar a mi padre. Odia que la familia le oculte cosas, y ahora está convencido de que le ocultamos algo.

—Visto así, es una perspectiva interesante —coincidió María—. Después de todas las críticas que recibí de tu padre, incluyendo las críticas que puso a nuestro matrimonio, es lindo saber que alberga esperanzas de que volvamos a estar juntos.

Por un instante, Sebastián pareció completamente distraído.

—¿Crees que eso es lo que quiere? ¿Que volvamos a estar juntos?

—Creo que quiere lo mejor para su nieta, y su nieta quiere que volvamos a estar juntos.

—Oh, oh —murmuró Sebastián, y María comenzó a reír por su expresión.

—¿Te asusta que tu padre empiece a meterse?

—Yo que tu no me lo tomaría como una broma —le advirtió Sebastián—. Mi padre siempre consigue lo que se propone.

María sintió un estremecimiento, y no supo si era de miedo… o de ilusión.

Continuará…