miércoles, 5 de marzo de 2014

Capítulo 28


Twitter: @Caparatodos
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—Supongo que son cosas de hombres, ¿no? —preguntó.

Capítulo 28:

—¡Auch! —Pablo Martínez trató de apartar la cara.

—No seas llorón. —Lali le agarró de la barbilla y lo obligó a girar la cabeza para seguir limpiándole la herida de la frente. Ya casi había dejado de sangrar—. Pensé que los vaqueros eran unos tipos duros.

—No soy un vaquero —se quejó mientras Lali terminaba de limpiarle la herida—. No soy más que un pobre infeliz que se metió en unos cursos sobre cría de animales porque te daban créditos para la universidad. —Pero sonreía sentado en la enorme mesa de la cocina y dejando que Lali lo curara. Peter también sonreía... más o menos.

«¡Hombres!», pensó Lali con desesperación. Hacía un cuarto de hora estaban tratando de matarse, igualitos a cualquiera de sus alumnos más inquietos de siete años, y míralos ahora.
Lali tomó la mano de Martínez y le examinó los nudillos. Se encontró con los ojos de Peter.

—¿Cuándo limpiaron por última vez ese cuarto?

—Está limpio. —Peter frunció el ceño, ofendido—. Mis hombres hacen turnos para limpiar minuciosamente todo. Limpian los establos y luego la casa. A Pablo no se le va a infectar ese rasguño, te lo aseguro. Y, de todas formas, es inmune a todo, incluso al sentido común.

—Si tú lo dices. —Lali observó los cortes sin estar muy convencida—. Aun así, me quedaría más tranquila si se lo desinfecto. ¿Tu kit de primeros auxilios sigue en la camioneta?
Peter apretó los labios.

—Es mejor que le pongas una crema con antibiótico que usamos para los caballos, está en la refrigeradora.

Lali se quedó mirando a Peter unos segundos, sin saber si estaba bromeando o no, pero como ni siquiera sabía si era capaz de bromear, se dirigió hacia la gigantesca refrigeradora industrial, abrió las enormes puertas de acero y se quedó mirando lo que había dentro.
Tenía amigas en Buenos Aires con departamentos más pequeños que el interior de aquella refrigeradora.

—¿Quién cocina aquí? —preguntó mirándolos por encima del hombro—. ¿El hombre de las cavernas?

—Los hombres hacen...

—Turnos, entendido. —Lali volvió a centrarse en la refrigeradora y examinó lo que había dentro—. ¿Dónde está el ungüento?

—En un recipiente.

—Aquí hay dos, Peter.

—El verde.
Lali miró el rojo y abrió los ojos de par en par.

—¿Y qué hay en el rojo?
Peter se encogió de hombros.

—¿Comida?

—Ni fregando —dijo Lali con firmeza. Se retiró de la refrigeradora con el recipiente verde en la mano y cerró la pesada puerta con la cadera, pensando que deberían poner un sticker de peligro biológico en la puerta—. Eso no puede ser comida, ni en broma. Una forma de vida mutante, tal vez, o un experimento fallido; pero definitivamente no puede ser comida. —Respiró hondo y tosió. Una de dos, o lo que había en el cuenco verde curaba al padre de Rafael, o lo mataba.

—Espero que esté preparado para esto, señor Martínez.

—Pablo.

—Perfecto, Pablo. Es hora de separar a los hombres de los niños. Listo o no, allá voy. —Le cubrió la frente y los nudillos con una capa del apestoso ungüento—. No puedo creer que de verdad llegaran a los puños. Como niños de siete años. ¿No les han enseñado que para solucionar las cosas nunca se usa la violencia? Es un comportamiento completamente inaceptable en dos adultos. —Lali se estaba calentando con ese tema. El uso de la violencia era un tema que le afectaba especialmente en aquellos momentos. Alzó la voz—: La violencia es para los bárbaros. ¿Qué querían lograr? Debería darles vergüenza.

—Sí, señora —respondieron los dos al unísono.

Lali comenzó a reír al darse cuenta de que había levantado el dedo en tono desafiante, como hacía con sus chiquitos de primaria cuando se enojaba con ellos.

—Me parece que eso sonó demasiado a profesora de primaria, ¿no es así? Hablando de lo cual... —Lali trató de no pensar en lo poquísimo preparada que estaba para decir lo que tenía que decir—: Mmm..., hablando de lo cual, señor... Pablo, he traído algunos de los trabajos de Rafael que quiero enseñarte. Es un alumno excepcional, de verdad, y ha sacado muy buenas notas, pero estas dos últimas semanas su trabajo no ha sido el mismo. No presta atención en clase y, sinceramente, le he encontrado llorando más de una vez.
Pablo suspiró.

—Tiene razón, señorita Rinaldi...

—Daniela —dijo Lali, odiando el nombre con todas sus fuerzas. Aunque la verdad, ahora que lo pensaba, una Daniela Rinaldi cualquiera probablemente se encontrara tan tranquila en una casa aislada del mundo, vendando a un hombre herido. Mariana Espósito no habría podido hacerlo.

—La historia es la siguiente: mi esposa y yo estamos... estábamos... —Pablo empezó a respirar pesadamente—. No... no nos... —Pablo se detuvo, incapaz de proseguir.

—¿Llevábamos bien? —sugirió Lali con suavidad.
Pablo asintió con pesar.

—Me lo había imaginado. Y Rafael sufría, ¿no?
Pablo volvió a asentir; a Lali le partía el alma verlo así.
No había vivido un divorcio en carne propia, pero imaginaba que debía de ser horrible.

Se giró para mirar a Peter. Su mujer también lo había abandonado. ¿Habría sufrido igual? No parecía ser el caso; no parecía tener demasiados sentimientos. Su rostro podría estar tallado en piedra, pues el único signo de vida eran esos ojos verdes y brillantes; y aun así a Lali le costaba Dios y ayuda apartar la vista de su cara.

—Pablo. —Lali volvió a girarse para mirar al padre de su alumno, que era precisamente a quien tenía que mirar, y no a un hombre con un parecido extraordinario a una piedra—. Creo que alguien debería vigilar las tareas de Rafael; tal vez convendría que alguien pasara un par de tardes con él, para asegurarse de que vuelve a acostumbrarse a hacer las tareas, que vuelva a agarrar práctica. No creo que le cueste mucho, es un niño muy inteligente.
Pablo levantó la mirada, confundido; de pronto se le iluminó el rostro.

—Tienes razón —exclamó. Alargó la mano y estrechó la de Lali, agradecido—. Tienes toda la razón.
Agitó la mano de Lali con entusiasmo hasta que vio el ceño fruncido de Peter y la dejó caer.

—¿Por qué no se me había ocurrido antes? Es una idea maravillosa. Gracias, Daniela. Muchísimas gracias.

—Ah, no —dijo Lali con consternación—. No me refería a que...

—Es justo lo que necesita Rafael. —Pablo se pasó la mano por el pelo despeinado y soltó un suspiro de alivio—. Un tutor.

—Tutor. Es genial; genial.

—No, la verdad... —empezó a decir Lali.

—Un toque femenino —meditó Pablo—. Suavidad, amabilidad y disciplina, por supuesto. Mano dura en un puño de terciopelo...

—En un guante —dijo Lali.

—Eso —asintió Pablo—. Eso es lo que Rafael necesita.

—Eh, Pablo, de verdad que no creo...

—Alguien que le haga caso. De hecho... —Pablo hizo una mueca—... Lucrecia no era demasiado buena en eso. Nadie le habría dado el Premio a la Mejor Madre del Año, te lo aseguro. Pero tú, Lali, eres justo lo que Rafael necesita. Te adora. Siempre está hablando de ti; «la señorita Rinaldi esto», «la señorita Rinaldi aquello».

—Escucha...
Pablo miró a Lali con agradecimiento.

—No puedo expresar lo mucho que significa para mí, y para Rafael, claro...

—Mira, Pablo...

—Eres un ángel —dijo sencillamente—. Gracias.

—Está bien. —Lali levantó las manos y, sacudiendo la cabeza, se dio por vencida—. Si eso es lo que quieres.

Pensándolo bien, tampoco le importaba tanto. De todas formas, ¿qué otra cosa iba a hacer por las tardes, aparte de volverse loca? A lo mejor así pensaba menos en sus problemas.
Pablo se llevó la mano al bolsillo trasero del pantalón.

—Bien, ¿cuánto quiere por las clases?

—No quiero dinero. —Lali entrecerró los ojos y se llevó un dedo a los labios, pensando. Se giró hacia Peter—: ¿Qué tal es Rafael con los animales?

—Muy bueno —respondió Peter—. Quiere ser veterinario de grande.

—¡Buenísimo! —Lali se giró hacia Pablo—. Ese es mi precio. Quiero que Rafael me ayude a bañar a mi perro, Frodo. —«Mi perro», pensó sorprendida. Sonaba tan raro—. Quiero tenerlo limpio y peinado y... —Pensó en la bola de pelo sucia y enmarañada—... espulgado. A cambio, Rafael puede venir un par de tardes a la semana y lo ayudaré a ponerse de nuevo al día. —De pronto le vino una idea a la cabeza que hizo que mirara a Peter con horror—. Pero alguien tiene que recoger a Rafael para traerlo acá. Yo no puedo... no, ni en broma...

—Bueno, podría... —empezó a decir Pablo.

—Yo voy —interrumpió la voz profunda de Peter.


Continuará…

10 comentarios:

  1. Jaja no quiere que le escupan el asado.

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  2. Ni lerdo ni perezoso peter, no deja pasar una oportunidad!! Más!!

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  3. Jajajaaja,o Peter se adelantaba a ofrecerse ,o veía peligrar su "relación "con Daniela.
    Pablo ,parce muy ingenuo,pero puede estar mas k interesado ,y Peter lo conoce muy bien.

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  4. Buen cap, quiero que pase algo entre peter y Lali jajaja muy buena nove, espero con ansias el siguiente cap

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  5. Lina (@Lina_AR12)5 de marzo de 2014, 17:12

    Menos mal q Peter salto si no ya me veia A lali con Pablo,con la necesidad q tiene este ultimo de una mujer iba a tratar de engancharla de una!

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  6. Pablo no le dio a Lali otra opcion que aceptar ser la tutora de Rafael jajajaja y me encanta!!!! sobre todo porque asi ella y Peter estaran mas tiempo juntos... a Peter le ha faltado el tiempo para ofrecerse para llevar y traer al niño =)=)=)

    espero masss

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