jueves, 13 de marzo de 2014

Capítulo 36



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Pero su suerte quiso que no encontrara nada que decir para seducirla y tranquilizarla; absolutamente nada. No sería capaz ni en sus mejores tiempos, menos aún ahora que tenía la mente llena de lujuria. Era un milagro que hubiera logrado decir algo.

Capítulo 36:

Peter soltó la silla. Necesitaba desnudarla ya mismo y, para ello, necesitaba las dos manos. Le desabrochó los pantalones, bajó el cierre y se los abrió; soltó un gruñido cuando rozó su suave y plano vientre con el dorso de la mano. Peter le pasó una mano por la espalda y la levantó sin esfuerzo, quitándole los pantalones y la ropa interior en un sólo movimiento con la otra mano y llevándose, con ello, las medias y los zapatos. Por fin estaba desnuda.
«Dios».

Peter la empujó suavemente hacia atrás en la silla, sin apartar la mano del muslo, y se quedó mirando fijamente los rizos oscuros que había junto a su mano. Levantó la cabeza para mirarla a los ojos.

—Eres morocha —dijo sin aliento.

Daniela Rinaldi era morocha y él era, oficialmente, hombre muerto. Si albergaba alguna esperanza de no caer rendido a los pies de Daniela Rinaldi, podía olvidarse de ella. Era increíblemente guapa, inteligente, amable, cálida. Y con pelo castaño. Era hombre muerto.

—Sí. Sí, ehh... Soy morocha. —Respiró hondo y lo miró directamente a los ojos—. Ehh... ¿es un problema? —Por raro que pareciera, Lali se quedó helada, sin saber muy bien qué hacer, e incluso con algo de miedo. ¿Pensaba que no le gustaba el pelo oscuro?

—No. —Peter se aclaró la garganta—. Las morochas me encantan, me son irresistibles.

—Ah. —Más que una palabra, parecía una suave exhalación de aire—. Eso... eso es bueno entonces.

—Mmmm. —No podía responder. Había demasiado ruido en su cabeza y estaba demasiado concentrado estudiando el contraste entre su mano y los muslos de ella; su piel, áspera y bronceada, frente a la de ella, suave y pálida. Sus manos se alzaron como si no le pertenecieran, como si tuvieran vida propia, y cubrieron la zona en la que sus cuerpos se unirían.

La recorrió y acarició con delicadeza; las mujeres en las zonas más eróticas eran tan suaves y aquello era tan pequeño... Si no prestabas atención, si en vez de manos tenías mazos, te perdías las pequeñas señales que emitía el cuerpo de la mujer.

El sexo de una mujer era como la boca de un caballo. Antes de contratar a un caballista, Peter se fijaba en cómo lo alimentaba. Los caballos podían ser animales grandes y fuertes, pero tenían una boca muy delicada. Si los tratabas mal podías herirlos, pero si los tratabas bien, te los ganabas por completo.

La fuerza no servía de nada ahí. Había visto a caballistas fuertes y grandes arruinar todo con la boca de los caballos. Y a hombres fuertes y grandes arruinar todo con las mujeres.

Los caballos necesitaban una caricia de vez en cuando; lo mismo pasaba con las mujeres. Peter la acarició con el dedo, mirándola fijamente. Vio que se ruborizaba, que abría ligeramente la boca en busca de aire; que su respiración se aceleraba.

Peter presionó el dedo dentro de ella, sintiendo que su suave piel se abría a su paso. Movió el dedo con cuidado. La mayoría de las mujeres tenían un punto débil, justo ahí...

Gimió y abrió las piernas aún más; los músculos del estómago se le tensaron. Peter se detuvo, paralizado unos instantes y sin mover la mano. Sintió que su cuerpo llegaba al límite, que ya no podía esperar más.
Lali le puso una mano temblorosa en la cara; ya no tenía las manos heladas sino al revés, parecían hervir contra su piel.

—¿Peter? —Lo miró a los ojos—. ¿Quieres... quieres que vayamos a la cama?

—Más que nada en el mundo —logró articular. Tenía la garganta seca y rasposa; las palabras salían de su garganta como piedras, lenta y dolorosamente—. Pero en cuanto estemos en la cama y me haya quitado los pantalones, estaré dentro de ti en menos de medio segundo. No habrá nada que me detenga. Así que los únicos preliminares que vas a obtener son estos, aquí y ahora. En esta silla.

—Oh. —Lali formó una O perfecta con su boca. Casi podía ver cómo procesaba en su cabeza lo que acababa de decirle. Abrió la boca para volver a decir algo, pero Peter le acarició el clítoris con el dedo, haciendo círculos, y los pulmones de Lali se vaciaron de aire con un silbido audible. Sentía su excitación por la forma en que sus músculos internos le apretaban el dedo y podía verlo en su pecho y en el cuello, donde se le marcaba el pulso acelerado. Apretó los dientes. Si seguía por ese camino no iba a poder contenerse.
Respiró con dificultad, dentro y fuera, tratando de controlarse.

—Hay algo más —le advirtió Peter. Tenía que decirlo mientras aún le quedara algo de sangre en la cabeza—. Sólo tengo un condón en la billetera. Por razones sentimentales, supongo, porque hace más de dos años que no me acuesto con nadie. Probablemente ya no sirva. Y uno no va a ser suficiente; por cómo me siento ahora mismo, no nos bastaría ni con diez. No sé cómo vamos a solucionar eso.
Se puso roja como un tomate, y pasó del rosado claro al rosa chillón en medio minuto.

—No pasa nada —susurró. Y al mirarla a los ojos se perdió en ellos—. Mis periodos eran irregulares y la ginecóloga me recetó la píldora. No hace falta...
Lo que fuera a decir se ahogó en la boca de Peter; la levantó en brazos y se la llevó.


Continuará…

9 comentarios:

  1. Wow que directo es Peter jajajaja Lali le dio solución a su unico problema y ya no hay nada que lo detenga

    espero masss

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  2. Problema solucionado el de Peter! ahora si van a pasar un momento de mucha pansion y lujuria.. y porque no? Agregar la palabra amor!! Espero el proximo!!

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  3. Ahora olvídate... los perdimos por un tiempo y según declaraciones de Peter va a ser bastante largo! Me encanta más!!

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  4. Jajajaja,con lo k le dijo Lali ,le dio carta blanca

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  5. Chau ,parece q van a entretenerse largo nomás,por lo menos eso planea Peter y no veo q ella intente resistirse,JAJA

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