Capítulo 48

Hello!!!!! ¿cómo las trató el día? Ojalá que todo bien y les haya servido para relajarse, reír y disfrutar! :) Gracias por estar ahí, son geniales en serio!!!! Besos

Twitter: @Caparatodos

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—De la maldición de los Lanzani, claro. —Abrió mucho los ojos al mirar detrás de Lali—. ¿Qué tal Peter? Estás guapísimo. ¿Te vestiste así para casarte o para que te entierren?

Capítulo 48:

—Ha subido la apuesta medio millón más. —Andrés Ballón le tiró una cinta de audio a su jefe.

Héctor Lavalle no se molestó en quitar la mirada del archivo que estaba leyendo; alargó la mano y tomó la cinta al vuelo. Lavalle levantó la mirada a tiempo para ver el gesto de sorpresa de su ayudante y trató de no reír. Puede que ya no tuviera la cintura de antes, pero su coordinación ojo-mano seguía siendo la misma.

—¿Quién —preguntó— ha subido el qué?

—Fadul. —Andrés Ballón hizo una mueca de disgusto—. Está todo ahí, en la cinta—. Su portavoz acaba de proclamar a los cuatro vientos de parte de Fadul que el precio por la cabeza de Mariana Espósito se ha incrementado en otros quinientos mil.

Lavalle dejó de tamborilear los dedos sobre la cinta y se lo quedó mirando.

—¡Por Dios! —dijo sin aliento—. Fadul está ofreciendo... —Lavalle se detuvo un segundo, sin poder creer lo que decía—... dos millones de dólares por... por...

—Por la cabeza de Mariana Espósito —dijo Ballón con voz sombría—. Esa parte no ha cambiado.

—Pero es... es de locos. —Lavalle se oyó a sí mismo—. Hombre... de locos. ¿Qué significado tiene eso cuando estamos hablando de un psicópata como Fadul? ¿Y qué más le da lo que se gaste? Con Espósito muerta, saldrá de rositas y tendrá otros 348 millones en el banco. Aun así esto va... va en contra de las reglas. Vamos a tener a todos los aspirantes a ambiciosos del país deseando forjarse un nombre y hacer su agosto de golpe. Esto va a ser la jungla. ¿Qué ha pasado? Pensaba que Ferrero estaba haciendo bien su trabajo.

Ballón apoyó una cadera en la mesa de Lavalle.

—Sí, pero la jueza ha decidido que, mientras espera al juicio, Fadul quede recluido. La jueza tiene sus teorías acerca de los mafiosos y ha tomado esa decisión, tal vez en beneficio de Ferrero. Su chico quiere librarse y ella pretende hacérselo pagar caro. —Ballón se estremeció—. Si le digo la verdad, jefe, si tuviera dos millones los usaría para mantenerme alejado de prisión.

—Es verdad.... —Lavalle había estado allí en una ocasión, para hacer una entrega. Era una experiencia que no le apetecería repetir. Un montón de oscuros edificios color ceniza en una isla tenebrosa y azotada por el viento. Dentro había reinado lo más parecido al infierno en la tierra, una especie de tierra de nadie legal donde se enviaba a los prisioneros más violentos y malvados. Los guardias encerraban a los presos y tiraban la llave, de manera que cada tipo se las arreglaba como podía. Era, básicamente, un contenedor de deshechos humanos.

Lavalle sabía que Fadul era un tipo duro con el carácter violento del criminal innato. Pero Fadul era rico desde hace demasiados años, y los ricos se hacen cada vez más blandos. Se acostumbran a que otras personas hagan el trabajo sucio por ellos y, después de todo, la violencia es un trabajo sucio.

Lavalle preguntó cuánto haría desde la última vez que Fadul se habría manchado las manos... o se hubiera ensuciado los nudillos de sangre. Se preguntó si se acordaría de cómo se hacía. Bueno, si lo mandaban a prisión seguro que lo recordaría. Enseguida.

Entretanto, el Departamento de Justicia seguía teniendo un problema.

—Ahora sí que vamos a vernos presionados —meditó Ballón.

—Sí. —Lavalle giró la cabeza; de pronto tenía los músculos de los hombros cargados—. Pocos querrán desperdiciar la posibilidad de ganar dos millones... ¡Demonios!

Con frustración, golpeó la mesa con el puño y recogió los papeles que se habían desperdigado con el golpe. Los ordenó y volvió a ordenarlos, más por mantener las manos ocupadas que por otra cosa. Después, se quedó mirando fijamente a Ballón, quien lo miraba fijamente a su vez. Estaban pensando en lo mismo.

Ballón habló primero:

—Podríamos sacarla de allí.

—Podríamos —asintió Lavalle—. ¿Pero dónde la llevaríamos? ¿Dónde iba a estar más a salvo?

—No podemos sacarla del país, es ilegal —dijo Ballón con pesar. Se cruzó de brazos y miró al techo, pensando qué hacer—. Tampoco sería legal meterla entre rejas; sería el único sitio donde de verdad estaría a salvo.

Lavalle pensó seriamente en meter a Mariana Espósito en una de esas instalaciones del estado con saunas y pistas de tenis, pero la ley le impedía hacerlo. Una verdadera lástima. No se podía encarcelar a un ciudadano cuyo único delito era haber estado en el sitio equivocado, en el momento equivocado. ¿Así que, qué otra opción tenían?

—¿Cuánta gente tenemos en Catamarca? —Lavalle empezó a repasar mentalmente las opciones que les quedaban.

—Ocho.

—¡Eso es ridículo! —dijo Lavalle con indignación—. Dios, cualquier grifo que quiera rentabilizar sus surtidores tiene más personal.

—Recortes de presupuesto —respondió Ballón brevemente—. Cada vez recortan más y más.

Lavalle tamborileó los dedos.

—¿Qué recursos tenemos en Catamarca?

—Tome. —Ballón le entregó la documentación de la oficina de Catamarca y Lavalle le echó un vistazo rápido. Allí no sobraba nadie; a decir verdad, no tenía ni idea de cómo conseguían mantener abierta la oficina. Miró a Ballón—. ¿Podríamos sacar a Grimaldo y Martínez del caso Olaechea?

Ballón sacudió la cabeza.

—El ministro Fernandini se ha interesado personalmente en ese caso. Quiere que se le dé «prioridad máxima». Cito textualmente. Y ya sabes el interés político que ha despertado ese caso. Fadul no es más que un criminal; de acuerdo, un pez gordo entre los criminales, pero su caso no es nada en comparación con el caso Olaechea, donde la condena puede valer diez mil votos. Las elecciones están a la vuelta de la esquina. Así que... ni bromeando. En este sitio la política siempre gana al crimen, en especial desde que... —Ballón alzó los pulgares—... tomó el relevo.

Lavalle asintió con cansancio.

—No puedo meter a los becarios en un caso como este, eso está claro. ¿Quién nos queda? —Se quitó los lentes y se pellizcó el puente de la nariz—. ¿Pachas?

Ballón se cruzó de brazos con una sonrisa en el rostro. Esto iba a ser divertido.

—Pachas está... de baja por paternidad —dijo.

—¡Cómo! —Lavalle se levantó de la silla como un cohete y volvió a sentarse. Tomó aire con fuerza y lo fue soltando poco a poco hasta que consiguió controlar el tono de voz. Puso los ojos en blanco—. Baja por paternidad. Dios, justo lo que necesitábamos. No lo puedo creer. Baja por paternidad. ¿Y qué vendrá después? ¿Pedirse la baja por un uñero? ¿O cuando se te muera el perro?

—Dale, Héctor. Estoy harto de escuchar el lamento de los viejos tiempos... lo fuertes que eran, que nada los detenía...

—La pura verdad —asintió Lavalle—. Si te metían un balazo te tomabas dos aspirinas y al día siguiente estabas de vuelta. En mis tiempos, cuando tenías un hijo te daban la tarde libre y un puro. Sin excepciones. —Lavalle sabía que sonaba como un dinosaurio. Pero bueno… a veces se sentía como uno de ellos. Viejo, escamoso y a punto de extinguirse—. Yo me perdí el parto de dos de mis hijos.

—Y yo no vi a mi hijo recién nacido en un mes. —Ballón bajó la voz como con pesar—. A lo mejor por eso me dejó mi mujer.

Lavalle observó la mano izquierda de su ayudante y se fijó en la línea blanca que rodeaba el dedo anular. El chico lo estaba pasando mal con el divorcio. El chisme de la oficina decía que la mujer lo estaba dejando seco.

Hubo un silencio incómodo.

—Bien... ya es suficiente. —Lavalle cambió de tema y volvió al archivo de Catamarcca—. Al parecer no vamos a poder tener ningún hombre extra disponible hasta dentro de... ¿qué? ¿dos o tres meses? Para entonces, Mariana Espósito estará ya testificando en el tribunal o... —vaciló.

—Frita —dijo Ballón.

Continuará…