Capítulo 56

Hola, hola!!!!!! ¿Cómo les va? Espero que todo bien y que el domingo les esté o haya servido para recargar fuerzas y hacer la semana más llevadera! Gracias por ser como son :) un beso y toda la merd para la semana! A empezarla con el pie derecho y siempre positivas!!!!! Nos leemos mañana!

Anónimo de Mendoza (todavía no me dejaste tu nombre jijiji): Respondí a tu comentario y no te preocupes, nada que ver ;)

Twitter: @Caparatodos

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—Hasta que no termines esa frase de acá no nos movemos.

Capítulo 56:

Lali se mordió el labio y miró a Peter. Tenía el rostro serio e impenetrable. Casi podía sentir la fuerza de su obstinación a través de la mesa, así que se dio por vencida.

—Está bien —dijo suavemente—. ¿Sabes si hay alguna tienda de decoración por aquí?

—¿Una... tienda de decoración? —dijo con cuidado, descruzando los brazos e inclinándose hacia delante.

—Sí, ya sabes... Pintura, plantillas, telas. No sé, lo normal... una tienda de decoración.

—Pintura, telas... —Peter se quedó pensándolo—. Supongo que hay una tienda que podría servir.

Lali se sentía culpable. Le estaba arreglando la casa entera; la había acompañado a El Puesto, a la librería y ahora a comer, e invitaba él.

—¿Tienes tiempo de parar, Peter? ¿O tienes muchas cosas que hacer hoy?

Peter hizo una seña a la mesera; ésta le trajo la cuenta y Peter pagó. Cuando se marchó, Peter se inclinó hacía delante apoyándose en la mesa.

—No estoy muy seguro de que estés entendiendo la situación, Lali —dijo en voz baja y suave—. No hay nada que no puedas pedirme. Haría cualquier cosa por ti, lo que fuera. —La miró fijamente—. Mataría por ti. Parar en una tienda no es nada.

Durante el camino de vuelta, Peter esperó a que Lali se girara hacia él y le dijera «háblame», porque cuando lo hiciera, le hablaría. Tenía un par de ideas en mente que practicó en silencio. Estaba preparado. Sólo tenía que pedírselo. Pero Lali no le preguntó nada. De hecho, no hacía prácticamente nada en el lado del copiloto, aparte de mirar por la ventana y perderse en sus pensamientos.

El silencio era el compañero constante de Peter, era algo a lo que estaba acostumbrado, algo que podía controlar. Pero por alguna razón, el silencio y Daniela Rinaldi eran dos cosas que no encajaban nada bien. Se encontró ansioso por que le hiciera caso. Extrañaba que se volteara para mirarlo, con sus enormes ojos bien abiertos y centrados en él, pidiéndole que le hablara y asimilando después todas y cada una de sus palabras. Quería que dejara de mirar por esa ventana y que se centrara en él.

Era una locura. Se sentía como un niño de doce años haciendo tonterías para impresionar a la chica nueva del colegio.

No le hablaba, sino que miraba fijamente el paisaje a través de la ventana. Ojalá pudiera saber qué encontraba tan fascinante ahí fuera. Pero si ya era de noche.

Peter se dio cuenta de lo lejos que había llegado cuando se encontró deseando que le sonriera. Cuando le sonreía como si fuera el hombre más fascinante sobre la faz de la tierra, sentía que algo se le soltaba en el pecho, algo que llevaba mucho, mucho tiempo firmemente atado. Toda su vida, de hecho.

Tuvo que pensar mucho sobre ello. Sobre lo que significaba para él y sobre cómo estaba tratándola.

Daniela Rinaldi era, sin duda alguna, la mujer más importante que hubiera pasado por su vida y él se había dedicado a acostarse con ella como si se acabara el mundo. Como si estuviera allí sólo para él, para que se desahogara sexualmente tras un largo periodo de sequía.

Hizo una mueca al pensar en eso. Por las tardes, después de llevar a Rafael a casa, volvía directamente a casa de Lali. Apenas dos minutos después de que le abriera la puerta, ya la había desnudado y puesto de espaldas. La primera vez siempre se trataba de algo frenético. Claro que la segunda y tercera vez también lo eran. Nunca parecía tener tiempo para nada que no fuera eso.

A primera hora de la mañana, cuando se acercaba la hora de irse, seguía siendo frenético, la agarraba por las caderas con firmeza y seguía follándola con fuerza.

No le había dado nada. Ni una palabra dulce, ni una caricia amable. Ni siquiera preliminares.

Cada amanecer, cuando llegaba a Doble C, se veía inmediatamente inmerso con las tareas del rancho, la mayoría de ellas al aire libre y rodeado de sus hombres. Le era imposible llamarla siquiera. Así que, básicamente, disfrutaban toda la noche para desaparecer al amanecer. A los tipos como él se les llamaba de una determinada forma.

La comida de hoy en La Fábrica de Cerveza era la primera vez que podía ofrecerle a Lali algo. Una cerveza y una hamburguesa, en lugar de sacarla a cenar por ahí a un sitio bonito, ¡y encima había querido pagar ella! La había dejado impresionada con eso.

Lali se merecía restaurantes caros y elegantes. Tampoco es que los hubiera en Fiambalá, pero podría haberse esforzado un poco más. Era cierto que no tenía tiempo de hacerlo, aunque tal vez podía organizarse mejor. Mientras estuvieron casados, Melissa había insistido en que salieran a cenar a sitios caros un par de veces al mes, y cuando estaban comprometidos siempre quería salir a cenar fuera.

¡Demonios! había tratado a Melissa mucho mejor que a Lali, y la primera era una verdadera perra.

Cuando encuentras a una mujer que, además de ser preciosa y tener un corazón enorme, significa mucho para ti, se la corteja. Se la trata… como la dama que es. Se le hacen regalos bonitos (no, los cerrojos y los sistemas de alarma en las ventanas no cuentan) y se le lleva a cenar por ahí a restaurantes bonitos.

No te acuestas con ella hasta casi matarla y luego desapareces por la mañana. Una y otra vez, y otra, y otra.

Era una verdadera lástima que el sexo se hubiera interpuesto en el camino. La deseaba tanto que lo dejaba sin aliento. Cuando entraba en su casita, era como si el viento lo levantara y se lo llevara lejos. La lujuria le llenaba la mente y era incapaz de pensar en nada que no fuera estar dentro de ella. Y quedarse ahí todo lo que pudiera. Y como estaba tan atrasado en cuestiones de sexo, se quedaba ahí dentro hasta la mañana siguiente, cuando tenía que irse a trabajar.

«Esto no es bueno», pensó Peter mientras giraba por la calle de Lali.

Esa noche iba a ser diferente. Iba a ser amable; iba a hacerle el amor, no a poseerla como si se fuera a acabar el mundo.

Continuará…