sábado, 22 de marzo de 2014

Capítulo 45


Hola, hola chicuelas!!!! ¿Cómo las trató el sábado? Espero que todo bien y disfrutándolo ;) Gracias por leer y estar, son INCREIBLES!!!! Y, como prometí la semana pasada, mañana si ustedes quieren, MARATÓN! Así que hasta mañana! Besos y buenas noches!!!!

Twitter: @Caparatodos
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—¿Cómo? —preguntó Leonardo.

—Eso. —Gustavo miró a su mujer con curiosidad—. ¿Cómo?

Capítulo 45:

—Toma, querido. Encárgate de esto, ¿quieres? Creo que Leonardo necesita hablar con alguien. —Beatriz empujó las cosas de Lali hacia su marido—. Mira, Leonardo, el hecho de que tú y los chicos estén bien no tiene por qué significar que Nadia esté bien.

—Pero... pero no pasa nada. —Leonardo alzó las manos, confuso.

—Leonardo. —Beatriz tomó aire con fuerza y lo soltó poco a poco—. ¿Te acuerdas cuando la tienda se quemó y Nadia estaba embarazada de Rosalía?

—Claro —dijo Leonardo, sonriendo débilmente—. Nadia era como una piedra. Armó una cocina improvisada para dar de comer a los que luchaban por apagar las llamas y, después, a los que reconstruyeron la tienda. Se negó a dar a luz hasta que la tienda estuvo terminada. —Sacudió la cabeza con admiración—. Rosalía nació doce horas después de que pusieran el último clavo.

—¿Y de la vez que pensabas que te estaba dando un ataque al corazón pero los médicos descubrieron que no era más que una hernia?

—Por supuesto. —Leonardo frunció el ceño—. Nadia me llevó al hospital a pesar de la tormenta, y no me dejó solo hasta que los médicos nos dijeron que estaba bien. —Suspiró frustrado—. Pero a eso es a lo que me refiero, Beatriz. Nadia y yo hemos pasado por un montón de cosas. Hemos superado momentos malos y situaciones horrorosas, pero siempre hemos salido adelante. ¿Qué pasa ahora?

—Creo —dijo Beatriz con suavidad—... Creo que el problema es que ya nadie la necesita. Los chicos son grandes, corre el rumor de que estás pensando en vender el negocio... —Le miró con curiosidad.

—Es cierto. —Leonardo miró a Beatriz con gesto de culpabilidad, y luego a Gustavo. Si la única ferretería que había en el pueblo cerraba, las cosas se iban a poner algo más complicadas para los habitantes de Fiambalá—. El pueblo parece estar haciéndose cada vez más pequeño y cada año nuestros ingresos son menores. Además, León no tiene ninguna intención de seguir con el negocio. Quiere ser profesor de historia, ¿qué te parece? Es una verdadera lástima. Ferreterías  Chaña funciona desde 1938; la fundó mi abuelo. Seguiré un año más, tal vez dos, pero si las cosas no mejoran, me veré obligado a cerrarla. —Encogió los hombros—. Supongo que así es la vida.

—Pero mientras tanto tienes tu negocio, y tus cosas: la caza en otoño. —Beatriz miró con gesto de desaprobación a Leonardo y a Gustavo—. Las partidas de póquer los viernes por la noche.
Los dos hombres se revolvieron incómodos.

—¿Y qué tiene Nadia? —continuó—. Hasta ahora tenía que cuidar de ti, porque tenías la tienda. Y de los chicos. Pero ahora...

—Yo la necesito —protestó Leonardo—. Sigo necesitándola.

—No, no es verdad. —La voz de Beatriz era suave—. Tú y los chicos la necesitaban antes, pero ya no. Ahora tiene... tiene que hacer algo por ella misma.

—¿Pero qué? Dijiste antes que pasaste por lo mismo. ¿Qué hiciste?

—Empecé a ayudar a Gustavo con la tienda. —Beatriz miró a su alrededor con gesto de disgusto—. Aunque nadie diría que una mujer trabaja aquí.

—¿Trabajar en la tienda? —Leonardo tamborileó un dedo sobre la barbilla, pensando, antes de sacudir la cabeza—. Nooo. Nadia odia las herramientas.

—Bueno, no tiene por qué estar con las herramientas —dijo Beatriz—. Puede ser cualquier cosa. ¿Qué le gusta hacer a Beatriz?

—No lo sé, de verdad. Nunca... —empezó a decir Leonardo; de pronto se le iluminó el rostro—. Cocinar. Le gusta cocinar. Es una cocinera maravillosa. Sabe todo lo que hay que saber acerca de la comida y esas cosas. ¿Qué tal si Gustavo y tú...?

—Lo siento, Leonardo. —Gustavo había acabado de llenar una bolsa con las cosas que había en la lista—. Apenas llegamos a fin de mes como estamos. Ya sabes cómo están las cosas por acá desde hace un par de años. Puede que nosotros también tengamos que cerrar; a ninguno de nuestros hijos le entusiasma la idea de continuar con el negocio. —Suspiró—. Ni siquiera quieren quedarse en Fiambalá. Ningún joven quiere. De aquí a diez años Fiambalá será una ciudad fantasma, ya verás. Será mejor que le busques a Nadia trabajo en otro sitio.

—Sí, claro. —Leonardo hundió los hombros—. Como si eso fuera posible por aquí. —Pagó lo que había comprado y tomó la bolsa—. Muchas gracias por escucharme. Beatriz. Gustavo. —Asintió en dirección a Lali—. Señorita Rinaldi.
Beatriz lo acompañó hasta la puerta y le dio unas palmaditas en el hombro.

—Dale un beso a Nadia de mi parte; dile que me llame si necesita hablar con alguien. —Lo observó mientras se alejaba, se encogió de hombros y se giró con gesto de haber hecho lo que tenía que hacer.

—Gracias por ser tan paciente —le dijo a Lali—. Ahora mismo pido lo que querías.

—No pasa nada —dijo Lali con suavidad—. Mi madre tuvo una depresión cuando yo tenía quince años. Me asusté mucho. —Hasta que abrió la boca, Lali ni siquiera sabía que iba a decir aquello.

—¿Ah, sí? —Beatriz la miró con gesto amable—. Mis hijos también se asustaron cuando estuve deprimida, pero no podía evitarlo. ¿Y cómo logró superarlo tu madre?

—Se... —Fue cuando Lali tenía quince años. A su padre lo enviaron de pronto de París a Riyadh. A su madre le encantaba París y odiaba Arabia Saudita; odiaba las humillantes restricciones que imponían a las mujeres, y aquella sociedad estricta, inculta y dominada por los hombres. Entonces, un sábado, su padre se encontró con su madre y con las mujeres del embajador, del agregado cultural y del que se decía que era un oficial de policía, manejando por el gigantesco recinto de la embajada, puesto que no se les permitía manejar por ningún otro sitio, achispadas por haber bebido demasiado oporto del que la mujer del embajador había introducido al país en las maletas diplomáticas, y cantando a pleno pulmón No hay nada como una Dama.

Después de aquello, María José Espósito se calmó y se dedicó a llevar la mejor vida posible junto con su familia en Riyadh, tal y como había hecho en cada lugar en el que habían vivido.

Lali parpadeó para deshacerse de las lágrimas. Le gustaría poder contarle la historia a Beatriz; estaba segura de que le habría gustado. Pero Beatriz creía que ella era Daniela Rinaldi, quien nunca había salido del país y cuya madre seguía vivita y coleando.

—¿Lali? —Beatriz la observaba con la cabeza ladeada—. ¿Qué le pasó a tu madre?
Lali se limpió los ojos a escondidas y pensó en algo a toda velocidad.

—Ah, se... se anotó como voluntaria para ayudar a los niños de albergues a leer, y luego se convirtió en tutora por las tardes. Sigue haciéndolo. —Tampoco era una mentira tan mala, en especial porque se la había inventado en ese instante. Además, si su madre hubiera sido Laura Rinaldi, en lugar de María José Espósito, seguro que habría hecho eso.
Beatriz suspiró.

—Eso es lo que necesita hacer Nadia. ¿Sabes qué creo? Que seguro que es una gran cocinera, ¿pero quién iba a contratar una cocinera en Fiambalá? —Beatriz sacudió la cabeza con pesar y se puso detrás del mostrador. Empezó a apuntar las cosas de Lali—. Paquete de arroz, lata de salsa de tomate... café descafeinado. Ok, creo que eso es todo. ¡Ah! —Alargó una mano y puso un paquete de seis cervezas sobre el resto de las cosas de Lali—. Casi se me olvida.

—Pero... pero... no quiero cervezas —protestó Lali. Prefería el vino, aunque aún tenía un agujero en el estómago de la vez que probó el vino de Gustavo. Desde entonces no había vuelto a probarlo—. No es que me guste demasiado la cerveza.

—No es para ti, querida —dijo Beatriz con sencillez—, sino para Peter. Es su marca preferida.

—Yo... —Lali sintió que se ruborizaba—. Ah, es... ehhh... —Las palabras no querían salir. La lengua había desconectado por completo del cerebro y se movía sin sentido por su boca—. De acuerdo, ehhh... agr... agrégalo a la cuenta.

—No —dijo Gustavo—. Se lo debo a Peter; me dejó una de sus camionetas cuando la nuestra para repartos se malogró. Dile que invita la casa.

—De acuerdo... muchas gracias, entonces.

—Un placer. —Gustavo le dio las dos bolsas de provisiones y pasó el brazo por los amplios hombros de su mujer.
Beatriz sonrió y sus redondas mejillas rosadas brillaron.

—Estamos muy contentos de que Peter por fin haya encontrado a alguien —dijo.

Continuará…

13 comentarios:

  1. NAAAAAAAA MUERO jajaja debio ser mas incomodo para lali quien mas lo sabra?
    Soy nueva en en el blog y ame esta nove besos me llamo ana

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  2. =Oy si, eso es lo que pasa en pueblos y ciudades pequeñas, que todo el mundos se conoce y ve lo que pasa entre todos, en este caso, entre Peter y Lali jajajajaja

    espero mas noveeeeee

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  3. "Pueblo chico, infierno grande". Peter dejando la camioneta lejos y estos ya se saben todos los movimientos jaja.

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  4. JAJA me mato lo de las cervezas,a esta altura todo el pequeño pueblo ha de hablar de Peter y lali!

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  5. jajajajjaja Me imagino q el pueblo entero ya se entero pobre lali jajajaj

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  6. Jajajaja y como dicen: "pueblo chico, infierno grande".
    Quiero más!
    Lore

    PD: Vamiiiiiii, espero la maratón ☺

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  7. Se Enteraron! Apuesto Q Todo El Pueblo Lo Sabe? jhkhad Pobre La, xD

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  8. me encantooo ... maaasssssssss ♥
    @x_ferreyra07

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  9. Jajjajaa,ya las chicas dijeron todo.
    Y estoy d acuerdo .

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  10. Paren todo como se enteraron o es que acaso lo saben todos ya??
    Ay pobre que incomodo!!
    Si hace maraton!!
    Segui!!

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  11. NOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!! Y ESO????!!!
    me muero de vergüenza, no saben como me empeve a reir como histerica!!
    ahora falta que todos le empiecen a preguntar:
    LALI para cuando la boda con peter ??? Ehh? Piensan tener hijos??
    jajajaja que dicen estaria bueno que le pregunten no??
    SIIIIII!!! POR FIS!! MARATÓN! !!
    gala

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  12. ajajajajjaja que rapido corren los chismes! Maraton siiii por favor

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