Capítulo 33

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Ahora que no veía el paisaje con ojos aterrorizados, observó que el paisaje tenía una especia de esplendor salvaje y sin refinar. El fuerte viento movía las ligeras y esponjosas nubes por el cielo azul. El paisaje era tan extenso que podía seguir las sombras de las nubes corriendo a través de la hierba.

Capítulo 33:

—¿Eso qué es? —Lali señaló una hilera de árboles especialmente bonitos.

—Fresno espinoso del norte. —Peter redujo la velocidad al entrar en los límites del pueblo—. Aunque se le conoce comúnmente como árbol de dolor de muelas.

—Árbol de dolor de muelas. —Lali le dio vueltas al nombre mentalmente—. ¿Por qué crees que le pusieron ese nombre?

—No lo sé —murmuró Peter—. Nunca me había parado a pensarlo. A lo mejor el hombre tenía dolor de muelas aquel día y llamó así al árbol.

—O a lo mejor algún cazador muerto de hambre trató de hacer un caldo con la corteza y se rompió un diente. —Lali se imaginaba muy bien la brutalidad con que vivían los primeros colonos—. O... o alguien del equipo de investigación que descubrió el árbol tenía dolor de muelas aquel día. Espera, tengo una mejor... el que descubrió el árbol tenía resaca y pensó que se parecía a una muela.

Peter se dirigió hacia la casa de Lali y se detuvo delante de la puerta.

—Supongo que nunca lo sabremos. Llegamos.

—Bueno —empezó a decir Lali—, gracias por traerme...

Pero Peter ya se había bajado de la camioneta y la estaba rodeando. Un segundo después, le abría la puerta y le alargaba la mano para que bajara. El escalón para bajar de la camioneta era alto, y se alegró de llevar pantalones y de que la ayudara a bajar. Una vez abajo, levantó los ojos para verlo y de nuevo, sintió que se inclinaba hacia él. Peter implicaba seguridad y deseo y un montón de otros sentimientos que no lograba descifrar. Salvo el miedo. No tenía nada de miedo junto a él.

Lali se dio cuenta de que aún lo agarraba de la mano. La retiró casi con pesar.

—¿Quieres, ehh...? —De pronto se le había secado la garganta—. ¿Quieres pasar a tomar un café? ¿O a probar una de las recetas de té que le voy a dar a Euge?

—Sí. —La profunda voz era suave. Respondió inmediatamente, lo que le hizo pensar que de verdad quería pasar, aunque su expresión no mostraba nada. Era incapaz de ver lo que pensaba.

El segundo escalón de la entrada crujió y Lali recordó que Peter se había comprometido a arreglárselo. El mero hecho de saber que volvería a verlo pronto la hacía sentirse mejor.

Frodo los esperaba en lo alto de las escaleras y, cuando Lali abrió la puerta, entró meneando la cola de felicidad al verlos.

En su viejo y pequeño salón, Lali se quitó el abrigo y se giró hacia Peter. Estaba de pie junto a la puerta, observándola. No se movía ni decía nada, pero el corazón se le desbocó. Se hundía en aquellos ojos claros.

Algo húmedo le tocó la mano y la hizo volver a la realidad.

—¡Oh! —miró hacia abajo y vio que Frodo le lamía la mano.

Peter se agachó y, al hacerlo, el jean le marcó los muslos. Alargó una mano.

—Hola amigo —murmuró, y Frodo se le acercó, apoyó el hocico en el muslo de Peter mientras éste le acariciaba la cabeza. Cuando Lali se encontró envidiando a Frodo por poder apoyar la cabeza en aquellos increíbles muslos, decretó que iba siendo hora de preparar el té.

Le temblaron las manos al echar el filtrante en la tetera y agregarle unas gotas de vainilla. Puso la tetera, dos tazas, el azucarero y dos cucharillas en una bandeja de té. La familiar rutina y el aroma que desprendía la tranquilizaron un poco. Cuando volvió a la sala, Peter estaba sentado a la mesita que había allí.

Se había quitado la chaqueta; a través del polo, Lali podía distinguir los macizos músculos del pecho y de los brazos. Se puso de pie en cuanto entró, un gesto de educación que había desaparecido con los años pero que, al parecer, seguía utilizándose aquí. No volvió a sentarse hasta que Lali no se hubo sentado.

Tenía que concentrarse tanto para que no le temblaran las manos mientras servía el té, que no dijo nada. Bebieron el té en silencio, mirándose el uno al otro. No conseguía hablar de trivialidades, por no decir que no lograba hablar de nada.

Lali nunca había sido tan consciente de todo lo que la rodeaba como en aquellos momentos. Tenía todos los sentidos perfectamente abiertos. Volvía a llover y las gotas hacían un sonido rítmico al chocar contra la ventana. Frodo se había quedado completamente dormido y debía de estar soñando con alguna presa, porque movía las patas y gemía suavemente en sueños. El té era fuerte; percibía el toque de lima que se mezclaba con la vainilla. Oía la respiración de Peter, y la suya propia.

Oía los latidos de su corazón, al triple de la velocidad normal.

No podía hablar; un nudo gigantesco en la garganta le impedía articular palabra. Las sensaciones habían formado una bola ardiente y enmarañada en el pecho; el miedo, la soledad, la desesperación. Un deseo tan intenso que ardía con fuerza en su cuerpo. Sentía todo ello. Y todo le dolía.

Peter se acabó el té y se levantó. Se iba. Y Lali entró en pánico.

De pronto, se dio cuenta de que no podía pasar la noche sola, temblorosa y perdida, acurrucada contra ella misma en la oscuridad, buscando un poco de consuelo. Necesitaba a Peter como al aire para respirar. No tenía ni idea de si lo necesitaba por el sexo o para mantener a raya la profunda y solitaria oscuridad de la noche, o por ambas cosas. Lo único que sabía era que no podía estar sola aquella noche y que Peter era la única persona a la que quería junto a ella, nadie más.

Peter, de pie, la miraba sin moverse y con la mano apoyada encima de la mesa.

Lali puso una mano encima de la de él, que se flexionó una vez, con fuerza, bajo la de ella, antes de quedarse quieta. Su mano era cálida, fuerte, poderosa. Sus ojos se encontraron con los de él; el cielo y la noche.

—Quédate, por favor —le susurró.

Continuará…