Capítulo 47

Hola de nuevo!!!! Aquí les dejo uno más ;) Gracias por leer y sumarse chicas, espero leerlas en un rato!!!!! Besos

Twitter: @Caparatodos

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—Así que —dijo Euge con tono casual—, te vas a El Puesto con Peter, ¿no?

Lali se la quedó mirando.

Capítulo 47:

—¿Cómo puedes saber...? —Y cayó en la cuenta: era el chisme de todo el pueblo—. No lo sé —le dijo a Euge sinceramente—. Peter me lo dijo el sábado pasado, de manera algo informal, pero no ha vuelto a mencionarlo desde entonces. —Se encogió de hombros—. Así que... no lo sé. Por ahí se olvidó. O puede que esté ocupado.

—No creo. Si Peter dice que va a hacer algo, lo hace —le aseguró Euge con franqueza—. Peter es un hombre de palabra.

—Cuando habla —dijo Lali. Sintió que enrojecía. Peter hacía otras cosas mejor que hablar.

—Sí, bueno. —Euge estaba estudiando su expresión y Lali se preguntó qué vería en ella—. Peter no habla demasiado, pero es buen tipo, ¿sabes?

—Sí. —Lali enrojeció levemente.

—Quiero decir que es... es... algo silencioso, y eso en parte hace que sea más fácil... bueno... subestimarlo. Es lo que hizo su mujer, te lo aseguro.

Lali fue incapaz de reprimir la curiosidad. Ni siquiera lo intentó. «No estoy chismeando», se dijo. No era más que interés sano por otro ser humano. Por un ser humano que se había convertido en su amante. Se inclinó hacia delante y trató de que su voz no la delatara:

—¿Su mujer? ¿Cómo era?

—¿Quién, Melissa? —Euge hizo amago de servirle más té, pero Lali sacudió la cabeza y puso una mano sobre la taza—. Melissa trabajaba para los corredores de bolsa de Peter en Buenos Aires. Nunca lo habrías adivinado, por la vida que lleva, pero Peter es un hombre muy rico y Melissa sabía lo que valía. Lo sedujo en Buenos Aires y un día apareció con esta mujer, con la que se había casado. —Euge arrugó la nariz—. Todos hicimos un esfuerzo por aceptarla, por el bien de Peter, pero nunca encajó demasiado bien.

—Qué pena. —Lali no pudo evitar chasquear la lengua.

—Y otra cosa —continuó Euge—: Melissa siempre se quejaba por la increíble carrera profesional que había sacrificado para venir a enterrarse aquí en vida, y por cómo estaba desperdiciando su maestría por estar en Catamarca. —De pronto, el dulce rostro de Euge se iluminó con una sonrisa endiablada, mirando a Lali—. Hasta que Stefano, mi hermano...

—Lo conocí —murmuró Lali.

—¿Ah, sí? —Euge puso los ojos en blanco—. Entonces sabrás lo pesado que es. De hecho, en aquel momento sólo estaba empezando a serlo. Pero acabó tan harto de sus llantos y lamentos como el resto de Fiambalá, así que investigó entre los archivos de la universidad y descubrió que nuestra querida Melissa técnicamente nunca se había graduado. Luego se metió en los archivos de los corredores de bolsa y se encontró con que Melissa no era más que una secretaria. Y en todo este tiempo, Peter ha sido demasiado caballeroso como para decir nada.

Lali podía verlo. Veía que sus silencios no sólo iban con su naturaleza, sino también con su caballerosidad.

—Pasado un tiempo, Melissa empezó a quejarse ante todo el mundo de lo aburrido que era Peter. —De repente, Euge taladró a Lali con su mirada verde clarito—. No crees que Peter sea aburrido, ¿no?

Lali se quedó sorprendida. ¿Peter? ¿Aburrido? Se acomodó en su asiento y notó los calambres. Normalmente hasta media mañana no conseguía deshacerse de la rigidez de sus muslos.

—No —respondió de corazón—. Creo que es misterioso y fascinante, y un poco frustrante, ¿pero aburrido? Nunca.

—Buenísimo. —Euge parpadeó con una ligera y preciosa sonrisa—. Bueno, eso es genial. Sabía que eras...

—Ehhh, Euge, mira. —Lali estaba incómoda. ¿El pueblo entero se dedicaba a emparejarlos? Esa... cosa, fuera lo que fuera, con Peter era algo temporal. Lali se regresaría a Buenos Aires en cuanto el asunto de Fadul terminara—. Si estás pensando en lo que creo que estás pensando...

Euge se levantó, sin escucharla, y recogió la mesa.

—Lo sabía, simplemente lo sabía. Esto es genial. Ya era hora de que Peter encontrara a alguien. Y tú eres demasiado inteligente como para hacer caso de esa estúpida maldición.

Lali se quedó paralizada. ¿Maldición? ¿Se había perdido algo? ¿Algo importante, al parecer?

—¿Euge? ¿Qué maldición?

Pero Euge había desaparecido en la cocina.

—¿Euge? ¿Euge? —Lali elevó la voz, casi gritando—. ¿De qué maldición estás hablando?

Euge asomó la cabeza por la puerta de la cocina.

—De la maldición de los Lanzani, claro. —Abrió mucho los ojos al mirar detrás de Lali—. ¿Qué tal Peter? Estás guapísimo. ¿Te vestiste así para casarte o para que te entierren?

Continuará…