miércoles, 12 de marzo de 2014

Capítulo 35


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—¿Peter? —susurró.

Capítulo 35:

No podía responder; no le salían las palabras. Emitió un sonido desde lo más hondo del pecho que ni él mismo entendió. Todos y cada uno de los músculos de su cuerpo estaban tensos de deseo.

Peter debía tener cuidado si no quería lastimar a la mujer que tenía en frente. Jamás había deseado ser tan cuidadoso con nadie como en aquellos instantes, con Daniela Rinaldi. Claro que jamás había sentido aquella sed de sangre que despertaba sus más bajos deseos y le hacía perder el control. Si la lastimaba, fuera como fuera, nunca se lo perdonaría.

Con mucho cuidado, Peter abrió la mano para rodearle el cuello. La piel era suave, mucho más suave que la seda más fina. Sus manos eran ásperas y callosas, y casi había esperado que su suave piel quedara atrapada en sus manos, como lo habría hecho una tela delicada. Le acarició hacia arriba hasta que llegó al corto pelo y sintió la delicada estructura de su cráneo.

En parte se alegraba de que Lali no fuera morocha. Tenía debilidad por los pelos castaños. Todo en ella le gustaba tanto que, si hubiera sido morocha, probablemente ya se hubiera lanzada sobre ella.

Sin apartar los ojos de los de ella, Peter bajó la palma de la mano hacia los frágiles huesos de los hombros de Lali, para después seguir hacia los botones de la blusa. Tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no arrancárselo de un tirón.
Aunque podría hacerlo; Lali lo habría dejado, lo veía en sus ojos. Vacilaba un poco, parecía un poco tímida, pero estaba claro que lo deseaba.

Puede que incluso le pareciera excitante que le arrancara la ropa. Pero si empezaba arrancándole la ropa, abriría un agujero enorme en su dudoso autocontrol y la lujuria saldría con fuerza, como el agua a través de una manguera rota.

No se detendría tras haberle arrancado la ropa, el sostén, los pantalones y el culote. No, si tomaba ese camino y dejaba que sus instintos se libraran del encierro en que los tenía, la acabaría recostando en el suelo y la penetraría, estuviera o no preparada. Le abriría las piernas con tanta fuerza que no podría moverse, y la tomaría con fuerza allí mismo, en el suelo...

No estaba preparada para que la tomara furiosamente y con fuerza, tal vez no lo estuviera nunca. Peter aceptaría lo que Lali estuviera dispuesta a darle, pero tenía que dárselo ella, cuando estuviera preparada.

Así que, en vez de arrancarle la ropa y hacerla trizas, lanzarla al piso y hacerla suya, Peter le acarició el cuello de la blusa con el dedo índice y jugueteó con el botón superior, sin perder a Lali de vista. Su expresión no cambió. Muy despacio, desabrochó el botón con manos torpes.

Cuando se abrió, revelando un trocito de piel, el rostro de Lali se relajó. Si no hubiera estado tan pendiente de sus reacciones, tal vez no se habría dado cuenta. No era una sonrisa, sino algo mucho más sutil. La tensión desapareció un poco, lo justo para que Peter supiera que iban por el camino que Lali conocía. Y quería.

A nivel animal, Lali había notado la violencia del deseo de Peter. Percibía la tensión en sus músculos y la fuerza con que se agarraba a la silla. Era como una yegua que se movía incómoda al ver que el semental se acercaba. Las yeguas saben que el apareamiento va a ser salvaje, furioso y brutal y, de alguna forma, Lali sabía que su apareamiento con Lanzani también podía volverse brutal.

Los primeros pasos hacia el sexo, su beso moderado y la forma en que le había desabrochado el botón de la blusa, le demostraban que, después de todo, podía confiar en que se controlara.
Peter esperaba que estuviera en lo cierto.

Otro botón. Y otro, y otro. La mano temblorosa de Peter empezó a moverse. Por suerte sólo había seis botones; la expresión de Lali se hacía más apacible con cada botón que desabrochaba. Cuando por fin pudo abrir la prenda y se la deslizó con cuidado por los hombros, soltó un suspiro.

El sostén blanco que llevaba se abrochaba en el centro, algo que Peter agradeció; si hubiera tenido que ponerle las manos en la espalda para desabrochárselo, a lo mejor habría perdido el control. Lali dejó caer los brazos y el sostén se quedó entre la cintura y el respaldo de la silla, encima de la blusa. Estaba desnuda de cintura para arriba.

Lali le dedicó una sonrisa temblorosa que Peter no le devolvió. Sentía demasiadas cosas como para sonreír. Aun así, era bueno que le sonriera pues significaba que lo estaba haciendo bien. Al menos de momento.

Peter respiró entrecortadamente. Ya no tenía que concentrarse tanto en la expresión de su rostro; ahora podía fijarse bien en lo que se había empeñado por dejar al descubierto.

Cuando por fin bajó la vista se sintió medio mareado. Era pequeña, delicada y completamente perfecta. Casi le daba miedo tocarla; le daba miedo lastimar la pálida piel lechosa tan delicada que parecía que fuera a hacerle un moretón si respiraba demasiado fuerte.

Paseó su dedo índice alrededor del pecho derecho, para luego tomarlo entre sus manos. Había estado en lo cierto; cabía perfectamente bien en su mano cerrada. Era como tocar un cálido satén. Agachó la cabeza y acercó la boca al pecho, lamiéndolo. Sabía exactamente como había imaginado. A cereza.

Se le había acelerado la respiración y podía ver el latido del corazón, a toda velocidad, en su pecho izquierdo. ¿Deseo? ¿Miedo?
Peter volvió a inclinarse hacia delante, rozándole la boca con la suya.

—No me temas —le susurró—, no voy a hacerte daño. —Rogó a Dios porque fuera cierto.

—No —susurró Lali. Pero su voz era suave e insegura.

Era el momento de darle confianza con sus palabras, de hacerla entrar en calor, de ablandarla. Daniela Rinaldi era una profesora, una lectora. Las palabras la ayudarían a relajarse con él e incluso, si daba con las adecuadas, las palabras la excitarían. Peter necesitaba excitarla, necesitaba que su tono se humedeciera y estuviera listo para acogerlo. Si no, la cosa no funcionaría.

Pero su suerte quiso que no encontrara nada que decir para seducirla y tranquilizarla; absolutamente nada. No sería capaz ni en sus mejores tiempos, menos aún ahora que tenía la mente llena de lujuria. Era un milagro que hubiera logrado decir algo.


Continuará…

9 comentarios:

  1. masssssssssssssssssssssssssssssssssssssss........ me encantaaa

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  2. Wow MOMENTAZO! es muy fuerte el cap jajaja Peter la cuida como su tesoro más preciado y Lali está encantada de ese cuidado y protección que le da, pero al mismo tiempo quiere que Peter sea el mismo

    espero masnove

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  3. Jajajjaa ,ya la tiene blandita.
    No encuentra palabras, y tiene toda una biblioteca en su casa.

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  4. Me intriga tanto temor por parte de Peter,es como si fuera un bestia intentando ser un dulce cordero,por q teme tanto "romperla" ????...y ella q creo muere porq él vaya más rapido,JAJA

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