Capítulo 46

Buen día!!!!! ¿Cómo les va chicuelas? Ojalá que hayan empezado el domingo con todo y ya recargando las pilas a full para empezar la semana y, en mi caso y el de Lore, la universidad… jajajaja Gracias por leer y hoy MARATÓN! Así que como saben +35 y nos leemos en un rato :) besos y bienvenida Ana, espero sigas disfrutando la nove y gracias por animarte a leer!!!!!

P.D.: Casi sufro o sufrí un pequeño patatús al ver que mi compu no prendía… jjajaja nada, quería compartir mi trauma matutino con ustedes :P

Twitter: @Caparatodos

____________________________________________________

—Estamos muy contentos de que Peter por fin haya encontrado a alguien —dijo.

Capítulo 46:

—¿Y? —El sábado por la mañana, Euge miró a Lali expectante y sin parpadear.

Lali se metió otro trozo de pie de limón en la boca para asegurarse de no haber cometido un error.

—¿Qué me dices? —preguntó Euge con impaciencia.

«Maravilloso, —pensó Lali—. Si quieres un coma diabético».

—Mmm… Euge —empezó a decir Lali, pues no quería herir los sentimientos de la chica—, ¿seguiste mi receta al pie de la letra?

—Claro. —Euge frunció el ceño—. Bueno, pensé que la medida de azúcar era poca, así que le agregué un poco más.

—Tal vez sea mejor que te rijas a la receta original —dijo Lali con diplomacia.

—Está bien. —Euge le sonrió—. A partir de ahora, voy a seguir tu receta al pie de la letra. Tres clientes han repetido para tomar té y Carola Mendieta me dijo que iba a tratar de convencer a algunas de sus amigas de la Asociación de Mujeres de El Puesto para organizar algunas de las reuniones aquí. ¿Te imaginas? Carola me dijo que le había dicho a la presidenta de la Asociación de Mujeres que iba a hablar con la gerente al respecto. Se refería a mí. —Euge se llevó la mano al pecho y sonrió—. La gerente.

Lali hizo un mohín, tratando de no mirar a su alrededor, a las sucias paredes y al suelo rayado. Gerente. Tal vez debería haberla llamado guardián.

—Qué bien —dijo, tratando de parecer entusiasmada por el bien de Euge—. La semana que viene te daré un par de recetas más de postres.

—Gracias. —Euge le sirvió un poco más de té a Lali y observó su reacción—. ¿Qué te parece el té?

—Excelente —dijo Lali entre sorbo y sorbo. Y lo era—. Felicidades.

Euge se reclinó en el asiento, feliz de la vida. Tenían la cafetería para ellas solas. En contra de las expectativas de Euge, seguía estando vacía un sábado por la mañana. Lali estaba allí porque era sábado, y el sábado era el día de la cafetería. También estaba medio esperando a Peter, que se había medio ofrecido a llevarla a El Puesto de compras.

Pero eso había sido hacía una semana y no había vuelto a mencionarlo desde entonces. Tampoco es que hubieran... hablado mucho desde ese día. Las tardes y noches habían caído en una rutina: Peter llegaba a última hora de la tarde y, mientras ella ponía al día a Rafael con las tareas, Peter le arreglaba la casa en silencio. La calefacción funcionaba como la seda, no había goteras por ningún lado de la casa, el escalón de la entrada ya no crujía y, sobre todo, al parecer tenía todas las medidas de seguridad inventadas por el ser humano.

De pronto se había vuelto un obseso de su seguridad, de forma que todas las puertas tenían ahora cerraduras nuevas y resplandecientes y cadenas de seguridad, las puertas y ventanas tenían alarmas y estaban conectadas a la comisaría, había mirillas en la puerta principal y la de la cocina, y lo que Peter llamaba «luces de seguridad» fuera, que eran focos excesivamente potentes para que pudiera ver quién había fuera.

Era un poco excesivo para Fiambalá, pero Lali necesitaba protección y tenía que admitir que le hacía sentirse segura. Por no mencionar el hecho de que todas las noches se llevaba la mejor y mayor medida de seguridad de todas a la cama con ella: Juan Pedro Lanzani.

Después de trabajar en la casa y llevar a Rafael de vuelta a su casa, Peter volvía, la llevaba a su habitación, la desnudaba, se desnudaba, la lanzaba sobre la cama y se dejaba caer sobre ella. Un segundo después, estaban haciendo el amor. Fuerte y rápido.

No era del tipo de lo que se encuentran en las novelas románticas, pero era bastante excitante. Aquellas últimas noches Lali había experimentado diez veces más orgasmos que en toda su vida. No se paraban a hablar, no se detenían para comer, ni siquiera para dormir. Antes de conocer a Peter, no había tenido la más remota idea de que fuera físicamente posible hacer el amor durante horas, noche tras noche.

A veces, cuando Peter salía de ella antes del amanecer, seguía estando preparado. Se vestía, se iba dándole un beso y Lali caía dormida como un muerto hasta las siete y media. Pese a que tenía un atraso de sueño de unas cincuenta y dos horas, estaba revolucionada, pero nada cansada. Y entre el colegio, Rafael, Frodo y Peter, se mantenía ocupada todo el día; no le quedaba tiempo para pensar. Ni para tener pesadillas. ¿Cómo iba a tenerlas? Sus noches estaban plagadas de sexo y placer.

A lo mejor debería decirles a los tipos del Programa de Protección de Testigos que el sexo era la mejor forma de mantener a sus protegidos a salvo.

—Así que —dijo Euge con tono casual—, te vas a El Puesto con Peter, ¿no?

Lali se la quedó mirando.

—¿Cómo puedes saber...? —Y cayó en la cuenta: era el chisme de todo el pueblo—.

Continuará…