viernes, 21 de marzo de 2014

Capítulo 44


Hola, hola!!!! Llegó el fin de semana! ¿Cómo les va? Ojalá que ya listas para disfrutar y descansar estos días ;) Gracias por leer y estar! Besos y mañana nos leemos de nuevo!!!

Twitter: @Caparatodos
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«Soy una verdadera Espósito», pensó con ironía. Se establecía, tratando de amoldarse cuanto pudiera, antes de volver a mudarse.

Capítulo 44:

Hacer las compras en la tienda de los Valle se estaba convirtiendo en un agradable ritual. Gustavo y Beatriz eran encantadores, parecían la típica pareja de abuelos. Gustavo era alto y delgado, mientras que Beatriz era bajita y rechoncha.

Cada vez que Lali pedía algo que no tenían, como algún pan integral especial, yogures griegos o pasta hecha de trigo duro, lo apuntaban y se lo pedían a algún mayorista de El Puesto.

—...yogur, leche, huevos, pan; ¿sabes que desde que empezaste a pedir el pan de harina de avena, cada vez lo compra más gente? —Gustavo le sonrió y se giró hacia su mujer—: ¿No es así, querida?

—Así es. La semana que viene vamos a pedir pan de salvado. Y también hemos vendido todos los yogures griegos esos que pediste. No eres nuestra mejor clienta, porque comes menos que un pajarito, Lali, pero eres la más inteligente de todas. —Beatriz Valle le sonrió—. ¿Tienes todo lo que necesitas? —Entrecerró los ojos y se mordió el labio mientras miraba las estanterías de la tienda.

Lali se preguntaba si estaría viendo la tienda por lo que era, o si llevaba tanto tiempo allí que se había vuelto invisible, como esas mujeres incapaces de ver cómo tienen la sala; las telas desgastadas, los muebles arañados y la tapicería destrozada de una casa en la que la joven esposa veía a sus hijos crecer sin darse cuenta de que para su casa también pasaban los años.

La tienda era pequeña, más ancha que larga y una vitrina con expositores decolorados por el sol que Lali no había visto que cambiaran en el tiempo que llevaba en Fiambalá. A decir verdad, la tienda entera parecía no haber cambiado desde hacía años.

Se oyó un tintineó y Lali se dio la vuelta. El alcalde y propietario de la ferretería Chaña entró. Leonardo Castilla era un hombre panzudo de edad media. Solía blandir una enorme sonrisa y saludaba efusivamente a todo el mundo. El día en que conoció a Lali, se mostró especialmente bullicioso. Según Beatriz, se debía a que era la primera persona en cinco años que se mudaba a vivir a Fiambalá, y a Leonardo le gustaba pensar que era la primera de un montón que estaban por venir. A Lali le divertía su vociferante simpatía. Era inofensivo, si no se tenían en cuenta su retahíla sin fin de chistes verdaderamente malos. Se preparó para escuchar uno de ellos, pero vio que estaba pálido y parecía alicaído.

—Hola, Leonardo —dijo.
Leonardo asintió con los labios apretados. A Lali le pareció que no la había reconocido siquiera.
Gustavo estaba apuntando el nuevo pedido de Lali: pan pita y tomates italianos. Levantó la mirada con una sonrisa.

—¡Hey, Leo!

—Hola, Gustavo. —Leo esbozó una sonrisa a su vez, pero el tono de su voz era apagado y carecía de su exaltación habitual.

—¿Estás bien? —preguntó Gustavo.

—Sí, sí. Bien. —Leonardo no parecía estar bien. Lali pudo ver que le temblaba la mano al sacar una hoja de papel del bolsillo de la camisa y desdoblarla poco a poco. Aun cuando por fin la tuvo completamente estirada, siguió mirándola con gesto inexpresivo, como si se le olvidara lo que estuviera leyendo.

—¿Cómo va el negocio? —Gustavo la miraba con curiosidad.

—Bien. —Leonardo dejó caer la hoja en el mostrador y miró a su alrededor, como si le sorprendiera estar donde estaba.

—¿Y los chicos? ¿Qué tal les va en la universidad?

—Sí, sí —dijo Leonardo con voz apagada—. Les va bien.

—¿El estado de Catamarca, bien?

—Mmm. —Se tocó el estómago distraídamente.

—¿Y tu úlcera?

—Bien. —Leonardo se pasó la mano por la cabeza, despeinándose por completo—. Está bien.
Gustavo parecía confundido y se mordió el labio.

—Bueno, qué... ¿vas a ensañarme esa lista?

—¿Qué lista? —Leonardo bajó la mirada, sorprendido, hacia el papel que tenía sobre el mostrador—. Ah, sí. Toma. —Se la entregó a Gustavo.

—¿Cómo tal está Nadia, Leo? —preguntó Beatriz con voz amable.

—Ah... bien —respondió éste— Está... no. —Miró a Beatriz con pesar—. No, no está bien. No está nada bien. No puede... no quiere... ¡Dios! —Leonardo soltó el aire con fuerza, frustrado, y los ojos se le humedecieron.

—No pasa nada, Leo. Tranquilízate. —Beatriz se acercó y le puso una mano en los hombros—. ¿Qué es lo que no puede hacer?

—Nada. —Leonardo se giró hacia Beatriz miserablemente—. Ya no puede hacer nada. O no quiere, no sabría decírtelo. Lo único que sé es que la mayoría de las veces ni siquiera sale de la cama en toda la mañana, y cuando lo hace no se molesta en cambiarse. Está así desde marzo, desde que el pequeño comenzó en la universidad. Lo único que hace es quedarse mirando fijamente la pared y decir que ya nada le importa.

—Yo estuve un tiempo algo deprimida cuando Karen se casó. —Beatriz le puso una mano en el hombro—. Fue horrible. Era como si mi vida se hubiera... detenido. Luego me recetaron unas pastillas contra la depresión y empecé a sentirme algo mejor, pero sólo porque estaba todo el tiempo grogui. La verdad es que no me importaba si estaba triste o no.

—¿Deprimida? —Leonardo miró a Beatriz con inquietud, y luego a Gustavo—. ¿Eso es lo que es? ¿Una depresión? ¿Pero por qué iba a estar deprimida? —Incluyó a Lali en la mirada que les lanzó con los ojos del azul de Fiambalá húmedos y dolidos—. ¿Qué? —Alargó las manos como suplicando—. Nuestro matrimonio es maravilloso. Amo a Nadia, siempre la he amado. Tenemos dos hijos maravillosos. Tenemos buena salud, todos, los chicos también. ¿Qué más quiere? ¿Qué otra cosa podría querer? —Se giró hacia Gustavo, luego hacia Beatriz y después hacia Lali—. ¿Ah?

Gustavo se encogió de hombros y evadió la mirada de Leonardo, Claramente incómodo con las preguntas y con los sentimientos que desprendía el hombre a borbotones.
Beatriz y Lali se miraron con gesto de: «Hombres... ¡no tienen ni idea!».

Lali dio un paso hacia atrás para que Beatriz se encargara de ayudarlo. Leonardo parecía completamente perdido. Ella se había encontrado un par de veces con Nadia Castillo. Ahora que lo pensaba, hacía al menos dos semanas que no veía a Nadia por ahí.

—Bueno, Leonardo. —Beatriz apretó los dientes—. No estoy muy segura de que todo en la vida funcione así.

—¿Cómo? —preguntó Leonardo.

—Eso. —Gustavo miró a su mujer con curiosidad—. ¿Cómo?

Continuará…

13 comentarios:

  1. jajajaja Hombres...
    Quiero más!
    Lore

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  2. Sera q las compras tan puntuales q encarga dan pista de donde esta????

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  3. Ay Dios HOMBRES!!
    jajjaja Segui me encanta!!
    @gbv_17

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  4. otroooo -:D
    besos @x_ferreyra07

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  5. De a poco vams conociendo La Ciudad, Pueblo, estado En el Q Esta...
    Yo Quede preocupada por el presentimiento d pitt

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  6. Cada vez mas involucrada con la vida del pueblo

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  7. Creo que se viene una charla interesante mujeres-hombres jajajajaja Lali cada dia se relaciona mas con esa gente que ahora es su familia, espero mas noveeee

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